"Alberto Gironella también pinta"

Por: Olivier Debroise

Revista: La Cultura en México, 1 de agosto de 1979

La primera época de la pintura de Alberto Gironella asombró a Luis Cardoza y Aragón quien veía en ella una nueva modalidad de "surrealismo plástico" cercano a la pintura abstracta. [1] Con texturas espesas, violentamente trabajadas, Gironella conformaba composiciones, alternando zonas densas, formas "petrificadas" por la masa misma del color, y zonas vacías en las que el color puro, diáfano, se repartía en grandes nubarrones de un tenue cromatismo en azules amarillos y ocres difuminados (Cabeza enterrada de Reina Mariana, 1961). Los volúmenes, al estilo expresionista e influidos por la obra de caballete de Siqueiros (observar la Cabeza de viejo, de 1958) con ricas texturas, surgían de la materia pura en la superficie de la tela. A este "abstraccionismo" Gironella agregaba elementos temáticos del surrealismo: bestiario mórbido de gatos y aves, formas espectrales, ambientes que remitían a toda una literatura negra que habla influido en la pintura reivindicando las obsesiones oníricas y subconscientes vistas a través del prisma psicoanalítico de "otra" realidad. Alejándose del realismo de Magritte, Dalí o Tanguy, y del expresionismo de Carrington, Gironella utilizaba los desajustes entre una y otra realidad, el romanticismo exacerbado y los recursos oníricos, agregándoles elementos del mundo negro de Goya y de la novela decimonónica española (Galdós revisado por Buñuel [2] ) resaltando con el uso de colores enfermizos (verdes, amarillos y ocres biliosos). La realidad entre una visión surrealista y una técnica abstracta se asemeja al collage surrealista. Con un evidente gusto por el color y una gran habilidad por el dibujo, Gironella lograba elevarse hasta la cumbre de un momento plástico e incorporaba con éxito varías tendencias.

 

El paso, lento aunque evidente, de una pintura surrealista a una pintura conceptual que parte igualmente de una influencia literaria, de conceptos extrapictóricos, permite a Gironella liberarse de estorbos para crear una, obra más personal. Concentrando su interés en el contenido, justifica, gracias a los "conceptos", la ausencia de trabajo formal (que no logra compensar una "rutina artesanal" al estilo, por ejemplo, de Jesús Reyes Ferreira). La rapidez de ejecución, consecuencia. tal vez del action painting en boga, se justifica por la necesidad de crear series en las que un mismo "concepto" sufre minúsculas pero múltiples variantes (observar las series basadas en la Reina Mariana, Las meninas o El Sueño del caballero y El entierro de Zapata y otros enterramientos de 1972, probablemente el ejercicio conceptual más logrado de Gironella). Gironella multiplica formas burdas, cada vez menos elaboradas y recurre a un cromatismo cada vez más sencillo aplicando, en sus últimas obras, colores puros: azules, rojos, amarillos, negro y oro. Pero esa rapidez de ejecución le impide realizar juegos cromáticos al estilo de los fauvistas.

 

El concepto barroco lo obliga, asimismo, a llenar la superficie completa de sus cuadros, de líneas, formas y colores. Más sobrias, menos sobrecargadas, sus litografías y sus dibujos a tinta resultan más "comprensibles" para el ojo.

 

La "intención paródica" pretende ofrecer una nueva modalidad de lectura de la obra de arte, fuera de su contexto cultural y de los criterios estéticos que se le aplican en nombre de un "buen gusto" incuestionable (evidentemente ideologizado). La subversión"(declaradamente ideologizante, aunque en sentido inverso) la degrada, la desvirtúa y al fin, la revitaliza. Tal era la intención de Marcel Duchamp al pintarle bigotes a Mona Lisa. Asimismo Las meninas volvían a "existir" bajo el tratamiento violento a que las sometía Picasso reivindicando una visión extramuros (del museo) e impidiendo, de ahí en adelante, la contemplación pasiva de la obra por parte de un público que perdió la capacidad de sorprenderse, de percibir inmediata. gozosa y/o analíticamente la obra: resulta ahora imposible observar Las meninas de Velázquez sin referirse a Las meninas de Picasso.

 

La "intención paródica" de Gironella se aleja diametralmente de esta concepción. No critica los valores intrínsecos, o externos (momento cumbre de cierta cultura, modelo estético sobrevalorado, etc.) de la obra que escoge como modelo y reproduce en infinitas series. Picasso subvierte de dos modos el espacio barroco (y sobrecargado) de la obra de Velázquez: a) arrojando los elementos (muebles, escalera, espejo, personajes, etc.) hacia los bordes del cuadro, y liberando así el espacio central; b) alterando los sutiles juegos cromáticos del original mediante colores crudos sobre amplias superficies no sombreadas Por su parte Gironella respeta la composición y la densidad cromática del profundo claroscuro de Velázquez: únicamente incluye -como en un collage- elementos ajenos a la obra: mínima subversión que no afecta al contexto. Gironella sólo rinde un homenaje al Maestro y, con ello, recupera y sobremitifica obras de por sí mitificadas desde su reproducción (con fines didácticos) en millones de empaques de com-flakes.

 

Adjudicándose el papel de continuador de una tradición pictórica, Gironella afirma los valores de su propia obra. La "tradición" cultural sólo sirve de apoyo a una creación voluntariamente intelectualizada, que obliga al espectador a compartir el mismo marco cultural que el pintor, para comprender los "conceptos" que transmite la obra. Este último rasgo se radicaliza desde que Gironella deja de parodiar obras archiconocidas (Las meninas, Reina Mariana, cte.) para referirse a otras muchísimo menos culturizadas, o a un contexto oriental que resulta críptico (El Sueño del Caballero, Lang T'che).

 

De la misma manera, Gironella tiende cada vez más a rodear sus telas de referencias extrapictóricas: los múltiples aforismos, citas, epígrafes literarios (Santa Teresa de Jesús, Cervantes, Reverdy, Fuentes Elizondo, Paz, etc.) y la voluntad "surrealista" manifiesta en la acumulación de objetos "personales" expuestos en vitrinas y cargados de "sentido" (la pluma con la que Breton escribió Nadja, una foto de Carlos Fuentes posando frente al original de Las meninas, unos gallos pelados de plástico que remiten, según Gironella, a Cervantes, [3] latas de sardinas, varios libros, y artículos que mencionan al pintor, etc.) Estas Señas de Identidad de Gironella desvían la atención (haciéndonos olvidar que "Alberto Gironella también pinta") y pretende valorizar sus "productos" en una envoltura extremadamente intelectualizada. Asimismo inscriben la obra de Gironella en una cultura hispánica que se redescubre después de una vuelta por América e íntegra -al lado de Cervantes, Velázquez, Goya- a Buñuel, Goytisolo, el Fuentes de Terranostra (para el que Gironella diseñó una portada) el salvajismo edénico prehispánico, el México desconocido -surrealista, bárbaro, contradictorio-, visto, desde España, como modalidad "paralela" de hispanidad: Gironella entierra a Zapata con los honores antaño reservados al Conde de Orgaz.

 

[1] Cardoza y Aragón, Luis, Pintura contemporánea de México, Era,  México, 1974. p. 105.

[2] Ver el comentario de Luis Cardoza, ibid.

[3] Alberto Gironella en una entrevista con Rodolfo Rojas Zea  en unomásuno, lunes 25 y miércoles 27 de junio de 1979.