Pesadillas a todo color

Son los sueños materia prima para la pintura y escultura

Alejandro Alvarado

PERIODICO MURAL Guadalajara,  México (16 agosto 2008).- Cada quien tiene sus propias pesadillas y sueños maravillosos. Los del artista Alejandro Colunga llegan a todo color, con sonidos aterrizados en monstruos y ángeles, con versiones eróticas y otras más complejas de descifrar. A todos les podría pasar, la diferencia es qué se hace con esas imágenes.

Para este pintor y escultor, uno de los artistas tapatíos reconocidos a nivel internacional, los sueños son materia prima que terminan reproduciéndose con pintura o bronce.

Su próxima exposición con la que celebrará 43 años de carrera, "Maravillas y Pesadillas" y que ocupará salas del Instituto Cultural Cabañas y del Museo de las Artes, se compone de más de 200 piezas, de las cuales, gran parte fueron creadas a partir de las visiones que abundan cuando uno cierra los párpados.

"La mayoría de la obra, al menos la última, es de lo que he soñado en los últimos tres meses, estoy tratando de traducirlos de como los soñé, con personajes maravillosos, algunas otras pesadillas, horrorosas, monstruosas y hasta eróticas", advierte el creador.

Colunga (1948) opina que cada obra de arte es la representación de una vivencia, un diario escrito con trazos o figuras. Si es así, su taller o laboratorio de arte ubicado en la Colonia Lafayette, es un libro de historias, cada hoja es una pieza que evoca sus dolores tatuados, risas de aquel niño nacido en el seno de una familia católica -el más chico de ocho hermanos- y aventuras existenciales por laberintos sin salida y así, hasta la India donde encontró respuesta.

Son estos dolores, estas experiencias que el espectador ve en la obra y se identifica con ellos, los motivos por los que a algunos les podrían gustar las piezas, aunque a otros les resulten indiferentes o malas, explica Colunga.

"Firmemente pienso que el artista, poeta, plástico, cineasta, es el filtro de su época, de su tiempo, vemos la realidad del entorno con todos sus dolores y sinsabores, buenas cosas, y el artista lo filtra, en mi caso lo filtro y después sale a tela o escultura", remarca.

El artista relata con sencillez y sin prejuicios su pasado, fuertes recuerdos que a pesar del escurrimiento de años siguen plasmándose implícitamente en la obra.

"Me entró la curiosidad ¿yo tengo un mí mismo? Como loco me lancé a puertas que no existían. (Fui) un adolecente en búsqueda dolorosa a un interior que no se encontraba por medio de las drogas, alcohol, del desmadre aquel de los 60".

Varias ocasiones Colunga llegó al hospital con sobredosis, también cayó en depresión repetidas veces. Después, en esa misma búsqueda del interior, de conocer su alma, inició con viajes, comenzando en Brasil donde se dedicó a vivir y a crear obra, y terminó en la India, donde se encontró con sabios que pusieron palabras a su investigación.

"La observación del plano que vivimos, fue la contemplación que me llevó al por qué existían gentes miserables, pobres y ricas, por qué más inteligentes que otros, por qué sus países con guerras tremendas y otros en paz y prosperidad, el porqué de una cucaracha y un ser humano elevado", dice.

"Encontré en la India un hombre sabio y generoso con respuestas, fue muy simple y cambió mi vida drásticamente. Cada uno de lo seres es parte de un todo, somos gotas de un océano, algunas se convierten en lluvia, otras hacen un río, pero al fin somos gotas de un océano, algún día vamos a regresar al origen".

Colunga, de cabello largo y canoso, gusta del puro, en la recepción de su taller tiene cajas de cigarrillos. A los pies de sillones y encima de sillas hay esculturas donde objetos llevan rostros. Pasillos y cuartos también tienen piezas regadas y algunas obras que presentará en "Maravillas y Pesadillas", pero el artista pide no hablar de ellas, son sorpresa.

Otros momentos de su vida que se ven impresos en sus piezas, agrega, es su niñez. Aquellas misas a las que iba periódicamente, las imágenes de Cristo, santos y vírgenes, todo esto combinado con los elementos cirqueros.


A 34 años

La última exposición que Colunga presentó en Guadalajara fue en el 74, con "Cajas, Cajitas, Caramelos y Bolitas", en el Ex Convento del Carmen, a 34 años de distancia vuelve con "Maravillas y Pesadillas", que se inaugurará este 4 de septiembre.

"La verdad Guadalajara no estaba lista para mí, ni yo para Guadalajara, fue un afortunado desencuentro. Pensé que nunca más iba a exponer en la Ciudad, no hay una sintonía entre el tapatío medio y yo, nunca la ha habido, es un rechazo mutuo", asegura.

"No fue planeada esta exposición, todo se dio porque el Museo de las Artes (Musa) va cumplir 13 años y eso en la Ciudad es heroísmo, quise poner mi granito, como he dicho muchas veces, les debo mucho a una generación, o a dos o tal vez a tres".

Colunga puntualiza que la exposición es un homenaje a aquellas generaciones que conocen su obra y es un compromiso que no se puede negar a cumplir, que les gusten o no las piezas, esa es otra cosa.

"Son los dos espacios mejores (Cabañas y el Musa), los más fuertes y más apoyados, se dio porque son 43 años de producción y en realidad hay un archivo de más de 6 mil obras, se han escogido más de 200".

El título, añade el artista, lo puso su hermano Miguel -el mayor de los ocho-, quien fue el que puso los pinceles en la mano de Colunga cuando apenas tenía cinco años de edad.

"Viene el título de lo maravilloso que ha sido esta carrera, y qué es esta profesión, las pesadillas que uno tiene que pasar para llegar a ello, además en lo contexto en que se va a ver, va a ver maravillas y pesadillas", finaliza.


Así lo dijo

"Alejandro Colunga es un ser humano que se busca en su interior, esta seguro de encontrar algo más que un artista plástico, un Alejandro Colunga humano, con sus monstruos, ángeles, demonios, con cosas negativas, positivas que puede haber pocas o muchas".

Alejandro Colunga
Pintor y escultor

 

Muestran al escultor elusivo

 

La DIPA consiguió adentrarse en la vida de uno de los artistas plásticos tapatíos más elusivos y famosos por evitar al ojo público: Alejandro Colunga.
Foto: Cortesía DIPA

 

Producen 'El Alex y su Alejandro Colunga' con el artista tapatío en locaciones internacionales

Carolina Martínez

MURAL Guadalajara,  México (26 septiembre 2007).- El sueño de muchos periodistas culturales fue lograr una entrevista, echar un vistazo al lado íntimo del artista plástico Alejandro Colunga, muchas veces frustrado por la aversión del mismo por permanecer en el ojo público.

Hecho que incluso hace más valioso al más reciente proyecto fílmico de la Dirección de Programación Audiovisual, DIPA, de la UdeG, pues prepara ya un documental, filmado en 16 mm, sobre el artista plástico tapatío titulado El Álex y su Alejandro Colunga.

Éste se rodará en varios países, iniciando con locaciones en la Gran Manzana, en EU, pasando por Brasil, India y Francia, lugares representativos en la vida del elusivo artista, quien logró llevar el nombre de México a los anales de la plástica mundial.

"Este proyecto abrirá la ventana que nos permitirá observar íntimamente las múltiples facetas de la vida de Alejandro Colunga, destacando su sensibilidad como artista y su altruismo", indicó Blanca Álvarez Pulido, vocero de la DIPA, vía correo electrónico, en exclusiva para MURAL.

"El largometraje acerca de este controvertido artista tapatío se convertirá en un importante acervo cultural e histórico, tanto para Guadalajara, México y el mundo del arte contemporáneo".

Dirigido por el rumano Antonel Valentín Moldovan, Egresado de la Licenciatura en Artes Audiovisuales y la Maestría en Estudios Cinematográficos del Departamento de Imagen y Sonido de la UdeG, el proyecto quiere dar acceso libre al espectador a la vida del maestro Colunga.

"Como realizador, creador audiovisual y amante de la historia, con espíritu de observación y documentación, pretendo transmitir y provocar a través de la memoria fílmica, un despertar del interés en el espectador que poco se emociona en conocer y descubrir los valores y las cualidades artísticas que posee una ciudad como Guadalajara, a través de un artista suyo", aseguró Moldovan.

"Sólo a través de la intimidad volcada en el documental, veremos transmitir los logros artísticos de Alejandro Colunga y la evolución adquirida en décadas de trabajo; hacia los demás posibles escultores y pintores".

El largometraje recibirá el apoyo de producción de la unidad de cine de la DIPA, Cinefusión, a cargo de Isabel Cristina Fregoso, quien ya colabora con el director en Nueva York.

"Esta primera etapa del rodaje de la película consiste en retratar la visita del artista plástico Alejandro Colunga a Nueva York para restaurar una de sus obras, así como para filmar la llegada de otra de sus esculturas titulada 'Escalera al Cielo' y se contempla en futuras etapas, filmaciones en varios países representativos en la vida y obra del artista plástico", señaló Álvarez.

Así, a 40 años de iniciada la carrera de Colunga en la plástica, es que se llevará al cine la personalidad, pasión e idiosincrasias de este hombre, famoso también por no conceder entrevistas y rehuirle al ojo público, lo que ha elevado las expectativas sobre este largometraje.

"Eso (el éxito) es puro oropel, farsa. El éxito es muy relativo, el éxito está en la lucha diaria como artista y como ser humano. Para mí, el vivir de mi trabajo ya es éxito, lo demás es ganancia", expresó en 1990 el artista, aficionado a la matatena y las radionovelas como Kalimán, en la que alguna vez aseguró sería su última entrevista.

"No me interesa la inmortalidad, me interesa lo que hago hoy. El trabajo es el que va a trascender, no yo''.

Pero gracias al cine, el espectador podrá ver también al hombre, detrás del artista, al humano, detrás del trabajo.


EL ARTE DE ALEJANDRO COLUNGA

El artista plástico tapatío, que posee estudios en París, Nueva York, Puerto Vallarta y Guadalajara, dijo alguna vez que entre sus influencias se encuentran artistas como Bacon y Kieffer, así como Goya y Rembrandt, a quienes calificó de oscuros.

Actualmente Colunga, nacido el 11 de diciembre de 1948, es reconocido, principalmente por sus trabajos de pintura y escultura, en todo el mundo, pues ha expuesto en Europa, Asia y América su obra neoexpresionista contemporánea.

Su trabajo es caracterizado por la intensidad de su visión y su atracción hacia lo inexplicable y las situaciones irregulares e inusuales, así como por su humor corrosivo.


 

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El artista tapatío prefiere no hablar de las piezas que, el 4 de septiembre próximo, se exhibirán en el Museo de las Artes de la UdeG y el Instituto Cultural Cabañas, planeando toda una serie de sorpresas. Mientras llega el día, Alejandro Colunga le da alas a la imaginación y sus asistentes modelan las maravillas y pesadillas del creador.

 

 

Las cien manos de Colunga

 

PÚBLICO 18-Agosto-08


Aparecen y desaparecen. No son fantasmas ni personajes de invención. Pero juntos, modelan los seres que surgen de los sueños y las pesadillas de Alejandro Colunga. Sus tareas son muchas y diversas: toman medidas a las esculturas, atienden el teléfono, retocan piezas en un cuarto, hacen fotografías. Entran y salen de las habitaciones. Se deslizan por todo el espacio. Son los colaboradores del artista tapatío, que se mueven como peces en el agua en uno de los talleres donde se preparan las piezas que integrarán Maravillas y pesadillas de Alejandro Colunga. 1968-2008, la magna exposición que el Museo de las Artes de la UdeG y el Instituto Cultural Cabañas preparan para rendir homenaje, el 4 de septiembre próximo, a uno de los más importantes artistas jaliscienses de los últimos tiempos. Un ejército que acata las órdenes del creador.

“Creo que son como 45 o 50 [colaboradores]. Sin ellos no sería nada. Son mi familia”, dice Colunga sobre su equipo. No todos están en el mismo taller: la exposición, dice el artista tapatío, se prepara en cerca de quince talleres. En uno de ellos, perdido en la colonia Lafayette, el escenario parece sacado de un cuadro del mismo Colunga: una mesa, larga, soporta pirámides de tubos de óleos. Botes con pinceles y brochas de todos los tamaños habidos y por haber. Debajo de la mesa se apilan las paletas, con restos de pintura. Los asistentes van de aquí para allá, con sus mandiles pintados, intervenidos por los colores. “Ellos son mis hermanos, mis hijos, mis papás y mis mamás. Todos me apoyan con un desinterés apabullante. Es una de las razones por las que me gusta estar en Guadalajara. No me cabe la gratitud: sin ellos no soy nada”, sentencia.

Un velo de confidencialidad pesa sobre las obras que se trabajan en los talleres. Alejandro Colunga prepara, como alquimista, una serie de sorpresas que no se pueden dar a conocer antes del 4 de septiembre, fecha en que abrirá sus puertas la muestra. En muchas de las cerca de 200 piezas que se podrán apreciar está la mano de los colaboradores. “Todo esto sería imposible hacerlo solo. Adoro lo que están haciendo. El asunto de la firma es un protocolo pendejo, no creo en eso de firmar una obra. Juntos somos una parte del todo”, afirma el artista tapatío.

Tener a esa cantidad de gente alrededor tiene sus ventajas: al contar con su ayuda, Colunga puede darle rienda suelta a su imaginación. Acaso por esa razón el óleo está por todas partes y las esculturas, en todos los formatos posibles, ocupan los rincones. Máscaras y bustos se asoman por las ventanas. El taller tapatío se desborda y, también, el artista dentro de él. “No cuento las horas que paso en el taller, lo prometo. El cuerpo indica cuándo parar. Me puedo quedar tirado en el lugar donde estoy trabajando y despierto y sigo trabajando”, dice.

Pero no todo es taller y trabajo: Alejandro Colunga tiene tiempo, también, “para la novia, para un buen comer. Tengo mis tiempos de diversión, pero cuando trabajo me desconecto y no cuento las horas”. Lo dice un artista que, aprovechando su condición de ambidiestro, puede darse el lujo de trabar con una mano en una pintura y, al mismo tiempo, en una pieza completamente diferente con la otra. “Soy como los niños malabaristas o el músico que usa las dos manos. Esto es igual. Nunca se me atora nada”.

Así van transcurriendo los días en los talleres de Colunga, que se han convertido en una especie de cajas de sorpresas esperando el momento de ser abiertas. No hay una descripción mejor para lo que ocurre en los talleres que la que ofrece el artista: “Es un juego y nada más. Hay que partirse la madre para que salga eso que está ahí. Eso es todo”.

• Sobre sus colaboradores

"Creo que son como 45 o 50. Sin ellos no sería nada. Son mi familia. Ellos son mis hermanos, mis hijos, mis papás y mis mamás. Todos me apoyan con un desinterés apabullante. Es una de las razones por las que me gusta estar en Guadalajara. No me cabe la gratitud"

 

Guadalajara•Édgar Velasco