LA JORNADA, JALISCO marzo 27, 2008

Destacan rostros que figuraron en la transición del cine silente al sonoro

Presenta el Instituto Cultural Cabañas muestra de retratos con la maestría de Carlos Stahl

RICARDO SOLIS

Carlos Stahl es una personalidad importante para Jalisco en distintas áreas, su trabajo como cineasta es de trascendencia histórica y su labor como artista plástico es innegable. El Instituto Cultural Cabañas, en su circuito sur, destina una sala en estos días a exhibir una serie de retratos en los que, entre otras cosas Stahl puede ser apreciado por diversos detalles.

Primero, no es raro que estos retratos consignen rostros “familiares” para la industria fílmica nacional, especialmente en las décadas de transición entre el cine silente y el sonoro. Productores, actores, actrices y directores desfilan por esta galería en donde, para el acucioso (y memorioso) conocedor, los rostros habrán de evocar más de una cinta o suceso de aquella época.

Acto seguido, es imposible no reparar en el hecho de la habilidad estética, sería errado no admitir el trazo hábil de Stahl, recriminado por algunos gracias a su denodado “modernismo”, pero es claro que en estos retratos hay una deuda que los emparienta con la caricatura (algunos, estrictamente, son ‘caricaturas’) en más de un sentido (porque, es claro, en casi todos la acentuación de rasgos y firmeza económica de línea recuerdan al Chango Cabral y, en lo que toca al manejo de color, al más sobrio Covarrubias).

Fatalmente, quizá no reciba ni la atención ni promoción debida pero, para efectos del flujo incesante de visitantes al ICC (que incluye, sin mencionarla mucho, esta exposición en su recorrido ‘turístico’), algunos podrán disfrutar del atractivo que resulta atestiguar la, por qué no decirlo, maestría de Stahl para el dibujo.

Algunos de los trabajos que integran el lote, son piezas de cierta pureza, algunos ni siquiera guardan un título o consignación de si corresponden o no a algún personaje conocido, son rostros femeninos cuyo delineamiento es de un rigor nada elemental, su precisión es atrayente y evocadora.

Otro detalle a destacar sería que, en su totalidad, se trata de pequeños formatos que facilitan el recorrido y acercan, en más de un sentido, al espectador con la obra. La técnica es variable pero sencilla, los materiales dan una idea de cómo fue realizándose esta labor sucesiva que, hoy, desemboca en una exhibición que, sin pretensión mayor, merecería mayores atenciones (la sencillez no parece –en ocasiones– ser suficientemente atractiva para determinados ojos críticos).

De acuerdo con las características espaciales del Instituto Cultural Cabañas, la sala adjudicada a Stahl resulta casi ‘escondida’, y sin duda es beneficio si el dichoso recorrido permite a más de un diletante asomarse. Para quien tenga esa oportunidad no habrá (si su atención va más allá de permanecer unos segundos ante cada pieza y esbozar silencios breves que habrán de olvidarse en segundos) decepción.

Repetimos, ubicada en una sala del circuito sur del ICC, la exposición de Carlos Stahl representa un espacio idóneo para recrear la vista y la memoria de cierta época que, para el cine de este país y sus protagonistas, es de importancia. Además, redescubrir la obra de Stahl no es mala recomendación.