I
Hace unas semanas, encontré una flor moribunda en la calle.
Ayer, un pájaro enjaulado.
Vaciar corazones es tarea solitaria.
Observar a la gente a través de mi destarlado telescopio también lo es.
La mujer de la casa de los fantasmas está
lastimada.
¿ Qué le habrá pasado ?
Es un singular pájaro atrapado con el alma
partida;
Melena lustrosa y paso ondulante sobre desgastadas chanclas de horcapollo.
La he oído cantar en el tejado.
Ella cree estar sola.
En la casa de los fantasmas con su suelo de cuadros negros y blancos
La oblicua luz de la luna cae sobre las chanclas,
Ilumina mis pies doloridos, hace brillar mi propia luna córnea.
Sólo me llevo una esta noche.
Olvidé mi flor moribunda.
Alguien toca a mi puerta.
Es la mujer del alma partida,
El pájaro enjaulado está inquieto.
Un ave canta en el cuarto piso.
- Klodia Columbario
II
Me rompí un pie al intentar cantar en el tejado.
Antes de caer ví pétalos volando al viento y una
mujer de rosa,
Flaca cual vara de sauce;
Un tallo de flor con todo y corola sobre negros tacones de aguja.
Leo la mano, con el ave de la intuición al oído y la pipa en la boca.
No escucho pasos en el piso de abajo.
Pero sé que hay alguien ahí.
Los que alguna vez fuimos incorpóreos siempre lo sabemos.
Encontré cosas extrañas en mi casa,
Anoche una flor moribunda en el pasillo.
Hoy, un tacón negro criminalmente afilado.
En el pasado liberé muchos pájaros.
El tono rosado de la flor ha invadido mi vestido.
Me llega un piar anónimo flotando en el silencio...
Dentro de aquel edificio combado al borde de la acera,
Un ave canta en el cuarto piso...
- Lavinia Borromeo
III
La flor rosa yacía junto al tacón de aguja
como una postdata.
A unas cuadras de ahí, Klodia Columbario, la vacía-corazones del 4to piso, se calzaba una única chancla
robada.
A Lavinia Borromeo las apariencias solían fascinarla, ella misma era todo un espectáculo: el larguísimo vestido abrazándole las caderas, los ojos
dramáticamente sombreados bajo su sombrero de ala ancha, sus medias transparentes
cual finísimas telas de araña...un día no muy lejano Lavinia abarrotaría el Tiatro El Mundo como su número principal. Por eso, la
pesada elevadorista calva del edificio de donde
provenía el canto del ave, con sus rechonchos pies descalzos y ojos ligeramente estrábicos tras lentes de fondo de botella le pareció
toda una sabia en términos de subir y bajar, no sólo de pisos, sino de niveles
de conciencia.
“ Lléveme al cuarto piso, por favor ”.
IV
Los tacones de Klodia Columbario no eran lo único afilado acerca de su
persona, afilada era su percepción y poder de observación, afilada la mirada de
su único ojo bueno, afiladas las puntas de sus dedos largos ( Señal de una
personalidad mística, habría señalado Lavinia, quiromántica empírica de años y
años ) y afilados hasta la invisibilidad los cuchillos que blandía sobre sus
consultantes atribulados, necesitados de una emociontomía,
de un vaciado de corazón.
No en balde la Srita. Columbario era la única persona en El Lado
Equivocado de la Ciudad en haber desarrollado un mapa del corazón humano,
herramienta impresindible para saber en dónde cortar.
Algo que no mencionaba últimamente era que
había matado accidentalmente a su último paciente.
Pero es que la flor se cruzó en su camino.
V
Gimieron pidiendo aceite los
goznes de la puerta de Klodia cuando ésta la abrió.
Al otro lado del umbral se
encontraban dos mujeres.
Una de ellas era la del alma partida,
sostenía la flor de Klodia en la mano izquierda; la
otra era una mujer de cabellos claros pero de aspecto decididamente oscuro. Se
erguía desde el otro extremo de la larguísima cauda
del vestido de la cantante del sombrero de ala ancha.
“ Soy Lavinia Borromeo ” – se presentó la mujer de la
casa de los fantasmas.
Klodia Columbario miró a Lavinia Borromeo a los ojos,
no parecía darse cuenta de la existencia de la otra, a pesar de que ésta se
sacudía la melena rubia al otro lado del vestido en ese momento.
Lavinia observó el orbe negro del ojo ciego
de la mujer-flor girar hacia fuera, escrutando las sombras del pasillo.
-“ Soy Klodia Columbario, ¿ A quién trajiste ? ”
- “ A tu flor y mi
ave ”
- “ ¿ Nadie más ? ”
- “ Nadie más ”
No, definitivamente no se daba cuenta.
VI
De cinco largas zancadas inspeccionó Lavinia el
departamento de Klodia, salió a ver la ciudad desde
el pequeño balcón mientras Klodia replantaba la flor
en una maceta de barro. Desde el cuarto piso era visible una palidísima cinta
rosa serpententeando las calles, mostrando el camino
hasta la casa de la srita. Columbario.
“ Es la sangre de la flor, ha pintado la ciudad ” – señaló Klodia con un dejo de melancolía al hombro de Lavinia. Ésta bajó la mirada para
descubrir que un pie de Klodia traía tacón, el otro,
su desaparecida chancla de horcapollo
“ Yo sólo la acompaño a morir ”- “ No tiene corazón que pueda vaciar ”- el ojo
tras el lente contenía gran serenidad.
Una frente a la otra, en la mesa oval de Klodia, Lavinia tomó con gran ceremonia la mano de Klodia, una mano de líneas tenues pero numerosísimas, ríos
y caminos entrecuzándose, tejiéndose sin parar,todas las vidas en las que sin duda esta menuda mujer
de cuerpo frágil introdujo su cuchillo para aligerarlas. Lavinia pudo ver que
de todos los corazones vaciados, ninguno estaba tan atribulado como el de la
propia Klodia, cuya línea del corazón estaba
íntimamente conectada con la de Neptuno, la de los secretos.
Lavinia le habló de todo esto, Klodia la escuchó. Después Klodia le relató como la visión de su ojo derecho se había oscurecido para siempre y
como un consultante expiró en su mesa hacía unas semanas. Mientras hablaba de
todo esto, Klodia se retiró el lente que le protegía
el ojo bueno presa de una súbita certeza de no había nada que proteger, el
falso pudor se tornó innecesario amte la mujer del
alma partida.
VII
Klodia Columbario tomó una decisión.
Hervía y burbujeaba la sopita
fea dentro de su ollota.
Klodia y Lavinia se encontraban dentro de la diminuta cocina del departamento de Klodia.
Tras el intercambio en la mesa oval,Klodia desapareció un
instante tras la puerta de su alacena buscando los ingredientes de una sopa
deliciosa, según le dijo a Lavinia, una sopa maravillosa que quería compartir
con ella.
-“ ¿ Tiene nombre tu
sopa ? ”
- “ Sí, es la sopita
fea ”
La mezcla hirvió por horas, y el potaje
resultante tomó una consistencia chiclosa que a Lavinia le costó horrores
tragar. Mientras deglutía preguntándose porque Klodia no probaba la sopa creyó ver el filo de un cuchillo brillar en sus manos
surcadas de líneas.
“ Una sopa maravillosa....”- murmuró Lavinia antes de derrumbarse en el único
sillón de la austera sala. El techo ya no existía, el cielo estrellado giraba
sobre ella y la pesada tela de su vestido de tirantitos ondulaba como las olas
del Gran Mar, recordándole de dónde había venido, cargada de decenas de jaulas.
Las aves cantaban a su espalda, un coro que
se intensificaba por momentos.
Esos eran los efectos secundarios de la
sopita fea.
VIII
La otra mujer al final de su vestido quedó
por fin a la vista de Lavinia.
Klodia supo que con la ayuda de la sopita fea por fin podría verla, por eso había
nombrado como “ fea ” a la sopa, ayudaba a descubrir aquello no tan hermoso, lo que se nos oculta, las culpas
secretas, las malolientes heridas.
Klodia había presenciado varias veces a través de su telescopio el inmenso poder
vibrátil de la voz de Lavinia, y también como la voz había ido quebrándose
gradualmente hasta que un día resbaló del tejado y se rompió un pie, todo
coincidiendo con la aparición de la otra mujer. Tal vez fuera una seria envidia
enquistada, o su propia sombra de complejos, alimentada en las horas oscuras de
la desesperación.
Sería la primera vez que Klodia usara su cuchillo no para vaciar un corazón movida por la compasión, sino en
acto de profundo agradecimiento.
Con sumo cuidado separó a las dos mujeres valiéndose
del filo argénteo de su cuchillo.
IX
Lavinia Borromeo volvió a casa esa noche calzada con los dos tacones criminalmente afilados, el
vestido roto y la voz diáfana.
Klodia Columbario la despidió, las líneas de su mano describían claramente una flor,
sus dos pies descansaban dentro de las chanclas de horcapollo,
su flor flotaba al viento sujeta de su paraguas.
Tal vez otra tarde volvieran a reunirse,
ahora para tomar un café.
La voz clara de Lavinia pintó los callejones
del Lado Equivocado de la Ciudad de un tono magenta pálido.
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