"El
invento de mi realidad fué, desde mi llegada a México,
DF (1986) una conjunción de vivencias intensas, definitivas,
bien amalgamadas por el drama cotidiano de esta ciudad tentacular -visión
enriquecida por todo lo vivido fuera del país-, aprendí
a darle un valor diferente al bagaje siempre presente de mis raíces.
Los
temas de mis pinturas no tiene una secuencia narrativa inmediata, cada
cuadro cuenta un cuento asistido: la ausencia de alguien o de algo asalta
la superficie que pinto, -la fuerza de esa ausencia a veces me inhibe
y me rebasa, pero su imagen se quda en el lenguaje que los grises tienen.
Es
como si esta constante me hiciera conocer el diálogo de la atmósfera
para liar un color con otro y gozar la intensidad de lo sutil.
Aprender
a mirar lo que hago me enseña a mirar a otros pintores de gran
riqueza cromática sin estridencias de seducción, a quienes
les aprendo algo sin evitar jamás su influencia.
Pintar
es el códice de mi propia vida, muy fuera del manejo intelectual
que aquí pueda tener, es la intimidad la más profundoa,
la más vulnerable a descubrirse ante los ojos del observador...
aún ante los míos.
Fernando
Robles.
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