Fernando Robles en un viaje de ida y vuelta

 

Fernando Robles tiene cuarenta y nueve años y más que pintor se podría decir que es un viajero. Espíritu inquieto, lanza preguntas al mundo que lo rodea, e insatisfecho con las respuestas busca dentro y alrededor de sí mismo, en un viaje de ida y vuelta, para solucionar las incógnitas que él mismo se plantea.

Texto: José Luis Solana

Fernando Robles tiene cuarenta y nueve años y más que pintor se podría decir que es un viajero. Espíritu inquieto, lanza preguntas al mundo que lo rodea, e insatisfecho con las respuestas busca dentro y alrededor de sí mismo, en un viaje de ida y vuelta, para solucionar las incógnitas que él mismo se plantea.

Sin embargo, sus viajes no se reducen al mundo de la imaginación. De su lejano Etchojoa en Sonora, se traslada a los quince años a la capital Hermosillo, y cuatro años más tarde lo encontramos viviendo en Guadalajara, donde descubre que pintar es un juego apasionante e inicia su carrera profesional.

En 1977 da el gran salto y "cruza el charco", instalándose en París. Ahí aprende a andar en bicicleta, y no ha cesado de usarla desde entonces; la bicicleta lo transporta a lo largo y a lo ancho del planeta. De los fiordos escandinavos a las orillas del Mediterráneo. Viaja por Canadá y Estados Unidos, y de San Diego baja a la ciudad de México. De la capital vagabundea por insólitos caminos hacia el sureste, Centroamérica y Sudamérica, hasta llegar a la Patagonia.

TODO CAMINO ES REGRESO Y FERNANDO REGRESA SIEMPRE

Nací el 21 de noviembre de 1948 en Huatabampo, Sonora. Fui el primero de cuatro hermanos -el segundo murió y los otros dos viven en Hermosillo-. Criado el mayor tiempo de mi niñez en el pueblo de Etchojoa, comencé o pintor o los ocho años sobre sacos harineros. Las crayolas fueron mi primer encuentro con el color; aporte del carbón y el tizne de lo hornillo de mi abuelo. Luego vinieron los pinturas de tierra amasado en agua en el taller de escenografía de lo Universidad de Sonora.

En 1969 me fui a vivir a Guadalajara y allí descubrí los plumillas, los tintos y el nescafé. También lo divertidos que pueden ser los copias heliográficas. En eso ciudad comencé o trabajar los telas de gran formato pintados en acrílico.

Hacia 1977 me instalo en Paris, y aporte de deambular por Europa, empiezo a experimentar con tintos de imprenta, óleos, pigmentos, lápices, rayados y raspaduras. Las viejas técnicas escenográficas que aprendí en Sonora afloraron como elementos básicos para mis nuevos trabajos.

En 1979 participa en el renombrado Festival Internacional de la Pintura de CAGNES- SUR-MER, Francia, y obtiene el primer premio. Más adelante expone su obra en Londres, Lyon, París, Antibes, Burdeos, Luxemburgo, Chicago y Sao Paulo, y finalmente decide regresar a México.

En 1985 vuelvo a Guadalajara y vivo en Chapala. Luego me instalo por primera vez en la ciudad de México, donde no termino de beberme el surtidor alucinado de mi tierra.

Pintor retirado de los grupos y los apoyos, Robles es como una especie de navegante solitario, atento solamente a su actividad creativa; la experiencia adquirida en su niñez le hizo perder el respeto a los materiales y ensaya la escultura utilizando instrumentos de cocina: raspadores de queso, embudos, cucharas, molinillos, coladeras y, asómbrese, ¡huesos de pollo!

Nacido y criado en las orillas del Mar de Cortés, Fernando absorbe en sus pupilas el azul intenso de ese mar y cielo que posteriormente plasmará en sus obras.

El azul es el color que une mi infancia al presente, es un color que ata a la tierra. Aun en toda la gama de ocres y entre los grises de los árboles podría esconder este azul de la atmósfera.

Personalidad cordial, su pintura muestra que su relación íntima con los seres es igual a la que tiene con las cosas y con la naturaleza.

Desde su soledad buscada, su obra destila una elocuencia y una esperanza. La pintura de Robles es un perpetuo inventar el mundo.

El invento de mi realidad a mi llegada a México en 1986, fue una conjunción de intensas vivencias, definitivas y amalgamadas por el drama cotidiano de esta ciudad tentacular: Con mi visión enriquecida por todo lo vivido fuera del país, aprendí a darle un valor diferente al bagaje siempre presente de mis raíces.

Los temas de mis cuadros no tienen una secuencia narrativa inmediata, cada cuadro cuenta un cuento.

Aprender a mirar lo que hago me enseña a mirar a otros pintores de gran riqueza cromática sin estridencias de seducción, a quienes les aprendo algo sin evitar jamás su influencia.

Fuente: Tips de Aeroméxico No. 6 Sonora / invierno 1997-1998