Reflexiones de Atardecer / DON MANUEL GUILLERMO DE LOURDES



Por: Manuel Muñoz Olivares


15 de febrero de 2004

El Siglo de Torreón.

(1898-1971)

**Vale la pena vivir; si algún día el destino te da la dicha de llegar a Florencia.

**El hombre feliz, es el que cree serlo o el que se lo propone.

**Para llegar a ser muy desgraciado, lo mejor es no desear ser muy dichoso, sino luchar por lograrlo.

Con estos pensamientos con los que principio, son una parte de la valiosa cosecha que logré acumular, en los años en que el Maestro Lourdes, me trasmitió sus experiencias en la vida y en el Arte.

Quiero recordarlo en el 32 aniversario de su marcha de este mundo.

Cuando me enteraron de su tránsito hacia la vida eterna, mi consternación fue tal, que al no poder comentar nada al respecto, encargué a don Pablo C. Moreno, Cronista de la Ciudad de Torreón (inolvidable y muy querido amigo, Q.E.P.D.) que les hiciera conocer la infausta noticia, por medio de “El Siglo de Torreón”; misión que don Pablito, cumplió al pie de la letra, en esa fecha.

En el momento que... desde lo alto de la colonia donde se encuentra enclavado el Palacio Municipal de Naucalpan de Juárez, en el Estado de México, vi partir el coche donde se alejaba tal vez para siempre, el Maestro Lourdes, su esposa y otros familiares, sentí la angustia de saber que quizá sería la última vez, aunque fuera de lejos, nos veríamos.

El día anterior por teléfono, el Maestro me hizo conocer la noticia de su partida. Dijo que prefería despedirse por ese medio ya que de hacerlo personalmente, le era sumamente penoso. Pienso que quiso conservar hasta lo último, su gallardía y la presencia de años atrás. Sé que los consejos que me dio para triunfar en la vida, en su persona no habían sido muy efectivos y al sentir la derrota interior con la existencia, marchaba al final, con la frente en alto y sin rencores a la vida.

El coche se alejó lentamente y se fue desdibujando en la distancia hasta quedar como un punto lejano, mezclado a los demás coches. Mentalmente musité... ¡Adiós... Maestro...!

Recuerdo que fue a finales del año de 1937, cuando conocí a don Manuel Guillermo Lourdes. Pintaba los murales que decoraban la escalinata y el interior de la antigua escuela Prevocacional “18 de Marzo” de Gómez Palacio, Dgo.

Los alumnos que ocupamos el primitivo local que en sus principios ocupó la “18 de Marzo” en las calles de Victoria, visitábamos con frecuencia lo que pronto sería nuestra nueva escuela, frente al parque Morelos. Fue allí cuando conocí al Maestro. Mientras mis compañeros corrían, jugaban o conocían el nuevo edificio, yo contemplaba absorto los trazos y la aplicación del color que con mano maestra, Lourdes, plasmaba en el muro. Platicábamos, no sé de qué, pero desde el primer momento, le hice saber que quería ser pintor y me prometió que cuando terminara mi carrera que quería estudiar, y si aún tenía deseos de ser pintor, él me orientaría. Nunca olvidé esa promesa que me hizo, pues para mí, fue como prometerme la gloria.

Poco después, a mediados del año de 1938, el entonces Presidente de México, Gral. Lázaro Cárdenas, inauguró la flamante Escuela Prevocacional “18 de Marzo”.

Al concluir el tercer año en la escuela, me inscribí en la Escuela de Agricultura “Antonio Narro” de Saltillo. Antes del segundo semestre, regresé a Gómez Palacio y me olvidé para siempre de los estudios de ingeniería.

Para ingresar al estudio de Lourdes, hubieron de transcurrir casi tres años. En ese lapso, desarrollé los más variados empleos, pero sin dejar de pintar y dibujar de una manera empírica. Celebré mi primera exposición en el mes de mayo de 1946, en la antigua librería “Torreón”, que estaba en la calle Cepeda.

El estudio del Maestro Lourdes, estaba en las casas que hay o había en el interior de la jabonera “La Esperanza” de Gómez Palacio. Para un provinciano nativo de Matamoros de La Laguna, entrar al estudio, fue como penetrar al templo del saber. Fue como despertar a la realidad de la vida. Lourdes me mostró con sabios consejos la importancia del dibujo, los secretos que se encierran en el óleo, acuarela, el fresco y el modelado. Escuché sus atinados consejos para poder lograr lo que más anhelaba en la vida, ser pintor. Puso en mis manos su biblioteca, donde pude conocer a pintores, escultores, músicos, arquitectos, poetas, etc., etc., a todos desde sus raíces, nacidas en Atenas, pasando por los romanos, flamencos, hasta llegar al Renacimiento y luego seguir la ruta hasta el impresionismo y de ahí hasta la época actual. (En esa fecha, 1943-1946).

Mucho he reflexionado sobre la actitud del Maestro. Muchas veces platiqué y le pregunté por qué razón, siendo él un gran artista, con una extensa cultura, fue a refugiarse a la provincia... ¡Por qué teniendo una amistad con intelectuales y políticos de su época, no se plantó en la capital y explotó su saber y sus influencias? Lourdes contestó: “Ya estuve en México; no me llamaron. Ya lo harán algún día”. Ese día... ¡Jamás llegó!

Poco más de tres años estuve recibiendo las enseñanzas del Maestro. Conocí muchos capítulos y de su época de sus triunfos en Europa. Lo oí conversar en varios idiomas. Tocaba el piano como un concertista.

Cuando regresé a mi pueblo, Matamoros, me consideraban un ser fuera de su tiempo y un extraño para todos. Quería platicar, discutir sobre arte y nadie me comprendía, nadie sabía siquiera de lo que hablaba. Nadie sabía que habían existido grandes hombres, grandes pensadores y grandes artistas. Nadie podía discernir sobre Sócrates, Fidias, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael, Tiépolo, Veronés, Tintoreto, Rembrandt, Rubens, Gian Lorenzo Bernini y tantos y tantos genios.

Cerca de una década vivió don Manuel Guillermo Lourdes en la Región Lagunera, sé que fue feliz a pesar de sus males que empezaron a aquejarlo. En sus obras que dejó en la región denotaban su madurez artística que enriqueció su saber. Su columna “Glosario” que escribió aquí mismo en “El Siglo” muestran sus alcances intelectuales. Muchas veces fui el encargado de entregar el original de la columna en las oficinas, me dieron la oportunidad de conocer y tratar a muchos amigos que aún me honran con su amistad.

Mucho podría escribir de sus anécdotas y pasajes de su vida en la bohemia europea, pero esto será otro tema de otro artículo, por hoy sólo he querido como un homenaje a su memoria, recordar lo que me tocó vivir junto a él, en su estudio y en la intimidad de sus charlas.

Varias veces saludé al maestro después de su salida de Gómez Palacio, en Aguascalientes, San Luis Potosí y León, Guanajuato. Volví a verlo después de varios años, cuando vivió en Zumpango No. 4, del fraccionamiento “El Mirador” en Naucalpan de Juárez, del Estado de México, que fue en donde nos... DESPEDIMOS PARA SIEMPRE.

Tlalpan, DF. Año 2003.