Itzel Rodriguez Mortellaro..

El Muralismo mexicano nació en los muros universitarios y desde entonces no ha dejado de expresarse en ellos. Como la universidad, el arte público propone metas colectivas y expresa un sentido social.

El nacimiento del muralismo

En 1921 se hizo posible el viejo anhelo de hacer pintura mural en México. José Vasconcelos, secretario de Educación, colocó al arte público en un lugar privilegiado del “renacimiento” cultural posrevolucionario. Buena parte de los murales que se pintaron entre 1921 y finales de 1923 llevan impreso el idealismo del ministro. Al mismo tiempo estos murales manifiestan la reflexión que en ese momento se tenía acerca de la idea de arte nacional, que incluía la revaloración del arte popular y prehispánico, y la “mexicanización” de ciertos postulados vanguardistas europeos.


El primer encargo de arte público que hizo José Vasconcelos fue la decoración del antiguo templo del Excolegio jesuita de San Pedro y San Pablo, transformado en Sala de Discusiones Libres.


El mural principal, pintado al temple, estuvo a cargo de Roberto Montenegro y en el resto de la decoración participaron Jorge Enciso, Gabriel Fernández Ledesma y Xavier Guerrero. El Dr Atl (Gerardo Murillo) también pintó unos murales alegóricos en el Anexo, que posteriormente fueron destruidos. Los murales de Montenegro, Enciso y Fernández Ledesma adoptaron las formas del arte popular con el fin de transformarlas y asimilarlas al arte culto, enfatizando sus posibilidades decorativas.

El siguiente encargo mural encomendado por Vasconcelos se llevó a cabo en el antiguo Colegio de San Ildefonso, sede de la Escuela Nacional Preparatoria. Los artistas que pintaron en sus muros fueron Fernando Leal, Jean Charlot, Fermín Revueltas, Ramón Alva de la Canal y Emilio García Cahero. Para el mural del Anfiteatro Simón Bolívar fue contratado Diego Rivera. Posteriormente fueron llamados David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. La experiencia artística de San Ildefonso (1921-1926) se ha considerado como el momento de definición de los principios que identifican al muralismo hacia las siguientes décadas. Pues aunque los primeros murales dieron forma significativa al idealismo de José Vasconcelos, a partir de 1924 los artistas fueron alejándose, en menor y mayor medida, de la visión y símbolos espiritualistas para acercarse a la concepción de un arte público comprometido con la realidad política y social. Después de esa fecha, los muralistas se desvincularon de Vasconcelos.

En la década de los treinta Fernando Leal pintó en dos etapas (1930-1933 y 1938-1942) los nueve tableros de La epopeya bolivariana en el vestíbulo del Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria. Otro proyecto mural que encargó la Universidad en esos años, y que finalmente se frustró, fue el de unos frescos que pintaría Diego Rivera en el Palacio de Medicina. Desde entonces, los antiguos edificios del barrio universitario no volvieron a ser considerados para el muralismo. A partir de 1951 la atención se dirigió a la Ciudad Universitaria.

 

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