La Patria, de Jorge González
Camarena Los años 60 tuvieron como imagen de
los libros escolares esta pintura llamada La Patria, de Jorge González
Camarena por: Salvador Carreño Jorge González Camarena nació en la ciudad mexicana de
Guadalajara, el de 1908. Estudió artes visuales en la Academia de San Carlos,
en la Ciudad de México, participando en el movimiento estudiantil opuesto a
los métodos de enseñanza del siglo XIX, logrando llevar a Diego Rivera a la
dirección de esa escuela. Fue asistente del Dr. Atl,
colaborando con él en innumerables obras que el maestro realizaba en iglesias
mexicanas. Se interesó por la escultura y el muralismo, aunque es más
abundante su obra de caballete. Su obra La Patria, que se hizo muy conocida
cuando fue seleccionada para formar la portada de los Libros de Texto
Gratuito distribuidos por la Secretaría de Educación Pública (SEP) de México,
fue originalmente un óleo sobre tela, de 120 x 160 centímetros, realizado en
1962. De ese año, y hasta 1972, esta obra ilustró más de 350
títulos de esos libros, imprimiéndose de ellos un total de 523 millones de
ejemplares, entre materiales para profesores y alumnos. Posteriores
publicaciones de la SEP –1992-, retomaron la obra de forma conmemorativa. Esta obra muestra una alegoría de La Patria,
apoyada en la agricultura, la industria y la cultura (configuradas en las
imágenes de un águila, una serpiente, la bandera nacional, un libro y
diversos productos de la tierra y la industria). Estos atributos de la
nacionalidad rodean a la propiamente dicha abstracción de la patria mexicana,
encarnada en la figura de una mujer de rasgos indígenas, envuelta en una
túnica blanca (demasiado clásica como para representar a los pueblos
mexicanos), para la que se dice que modeló una tal Victoria Dorenlas. La exaltación de los valores de la cultura en esta
pintura tienden definitivamente a la grandilocuencia, pero podemos asumir que
fueron del gusto de las autoridades educativas de la época porque se
inscribían con facilidad en los modelos nacionalistas que tanto prestigio
internacional dieron, a mediados del siglo XX, a las artes plásticas
mexicanas, en concordancia, claro, con el preciosismo fotográfico de los
Álvarez Bravo y cinematográfico de Emilio, el “Indio” Fernández. Plásticamente, se trata de una obra de alcances
moderados, si bien su valor actual radica principalmente en el terreno
documental, toda vez que forma parte de la memoria educativa nacional.
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