EL INFORMADOR Guadalajara, Jalisco, México - Domingo 29 de Enero de 2006
Exposiciones:
Homenaje a don Jorge Martínez
José Luis
Meza Inda.
Celebrar pomposas veladas póstumas llenas de solemnes elegías, en las cuales
quienes se lucen son los organizadores y participantes; levantar altares in memoriam, o hacerse lenguas sobre las excelsas virtudes de
algún difunto célebre, no son de suyo actos reprobables, pero sí totalmente
vanos e infinitamente menos valiosos que cualquiera otro homenaje, por más
modesto que sea, cuando el sujeto de tal distinción, inclusive en edad
avanzada, está aún vivo, en uso de sus facultades y puede disfrutar y compartir
el aplauso en compañía de aquéllos que le honran con tal acatamiento.
Tal es el caso reciente de uno de los ya escasos tesoros sobrevivientes de la
histórica pintura jalisciense, el maestro don Jorge Martínez, nacido en 1916, y
quien por haber sido desde 1953, uno de los fundadores, pilar fundamental y
formador de decenas de aprendices de pintores, en la Escuela de Artes Plásticas
de la Universidad de Guadalajara hasta su jubilación en 1994, esta institución,
en reciprocidad y reconocimiento, le ha añadido en fechas recientes, a los
numerosos galardones, medallas y diplomas recibidos a lo largo de su larga vida
profesional, un Doctorado Honoris Causa, y el
homenaje de una exposición retrospectiva de su obra, la cual se encuentra actualmente
instalada y a la vista del público en la Sala Tolsá del Museo de las Artes, planta baja del edificio de la rectoría, Juárez 975 de
esta ciudad.
Esta exhibición, integrada con obras de su colección particular, elaboradas al
óleo, temple y sobre todo a la piroxilina (una de sus especialidades técnicas
en las que no tiene rival) van desde sus balbuceos juveniles hasta muestras de
su solidez pictórica actual, pudiéndose seguir claramente su crecimiento,
desarrollo, evolución y consolidación, que partiendo de una natural disposición
para el manejo de la formas y para captar las apariencias de la realidad, con
la que nació dotado, fue experimentando bajo el influjo y guía de sus maestros
capitales como fueron Chucho Guerrero Galván y Francisco Rodríguez "Caracalla";
de sus contemporáneos, los pintores jaliscienses inscritos en las corrientes
del nacionalismo mexicano, así como del máximo muralista de nuestro país, don
José Clemente Orozco, a quien tuvo el privilegio de ayudar en la realización de
su obra en edificios públicos de nuestra ciudad.
Así nutrido su oficio fue como llegó a adquirir su individualidad
inconfundible, haciendo desembocar sus obras dentro de una de las corrientes
del nuevo figurativismo, que estuvieron fluyendo de
manera permanente, por encima de modas y tendencias pasajeras, a lo largo de
todo el siglo XX, figurativismo, que salvo algunos
coqueteos no muy felices, con la semiabstracción y
que por fortuna fueron pasajeros, se mantuvo y ha mantenido constante en el
trazo y confección de sus espléndidos retratos, imágenes de cuerpos humanos, de
animales, de frutos y de una amplia variedad de objetos y elementos naturales o
manufacturados abordados de manera individual o integrando imaginativas
composiciones.
Su pintura pues, que lleva ya el sello estilístico y el tono de su lenguaje
plástico, se refiere a aquella que intenta representar la realidad con absoluta
fidelidad y exactitud de formas, volúmenes, colorido y texturas, mas esta
apariencia de un naturalismo a ultranza, ha constituido a mi ver, un código
personal e inmutable, que ha trascendido los valores puramente objetivos para
convertirse, en ocasiones, en una atrayente y valiosa expresión de índole
subjetiva, que va más allá de la mera representatividad de personas u objetos
resueltos con tan admirable y primorosa retórica; son como un discurso referido
a los valores substanciales, pues el pintor ha logrado encontrar en muchas
ocasiones, un equilibrio justo entre la visión y captación física de la
realidad, y la percepción anímica que él tiene de ella, empleándola como
vehículo de expresión de las emociones y sensaciones de su vida interior, y
haciendo que sus obras adquieren, por encima del tema y de su manifestación,
una estética trascendente.
Ha sido muy merecido pues este homenaje rendido no tardíamente a tan ameritado píntor y maestro, quien alejado de las aulas desde hace
muchos años, no ha renunciado empero al didactismo esencial de su existencia,
pues su pintura fue, es y continúa siendo una demostración de profesionalismo ejemplar,
de orientadora fidelidad a una vocación y sobre todo, una lección viva y
permanente de ese elemento esencial y sine qua non es posible emprender una
carrera pictórica en la que se pretenda captar formas y figuras, como lo es el
dominio total del trazo dibujístico.
tapatio@informador.com.mx
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