EL INFORMADOR  Guadalajara, Jalisco, México - Domingo 16 de Octubre de 2005

 

Exposiciones:

 

Homenaje a José María de Servín

y XXVII Salón de Octubre

JOSÉ LUIS MEZA INDA

 

Ahora sí en este año, dentro del marco del programa cultural de las Fiestas de Octubre, tal como se ha venido haciendo a partir de años recientes, al recordar y rendir un homenaje póstumo a una de las figuras representativas de la historia de las artes plásticas jaliscienses, se tuvo el tino de rescatar la memoria y lograr reunir un acerbo muy importante y significativo de su obra, de un pintor nacido en Michoacán pero considerado local, puesto que aquí se proyectó y desarrollo la mayor parte de su quehacer artístico: don José María de Servín (1917-1983).

 

Su nombre debe sonar extraño y su trabajo ajeno a las nuevas generaciones de cultivadores del arte, pero sin duda fue Servín un autor de cualidades muy respetables dentro de la tradición renovada de las plástica en nuestra ciudad; fue un pintor muralista y de caballete, grabador, dibujante y escultor turbulento, diverso, ecléctico y espontáneo, que necesitaba expresarse mediante una constante renovación estilística, echando mano a muy diferentes géneros y medios materiales, con una variada invención, pero siempre eso sí, apegado a un incuestionable nacionalismo y regionalismo estéticos.

Nació sin duda dotado de talento, que afirmó, como muchos otros viejos maestros, bajo la severa dirección de ese forjador de píntores que fue José Vizcarra; mas a partir de ahí, Servín abrió su destreza educada y cultivada a todas las influencias, desde las sacramentales del bodegonismo, pintura popular y retablos religiosos del siglo XIX, hasta las avanzadas experimentaciones del cubismo, del expresionismo, de la abstracción y del decorativismo contemporáneos, dejándose permear asimismo por estilos y maneras de decir de grandes figuras de su época, como Tamayo, Chucho Reyes, Zalce, Chávez Morado, Siqueiros, para entregarse así, a la práctica tanto del paisaje, como de la naturaleza muerta, del retrato o de la imaginería religiosa, de fantasías simbolistas o de composiciones oníricas, y desde luego, a su pasión esencial que fueron los murales ornamentales con los que decoró amplios espacios de edificios públicos y residencias particulares en Guadalajara, en la Capital de la República, en diferentes ciudades del País y de los Estados Unidos de Norteamérica, todo ello, como dejo dicho, impregnado de un espíritu mexicanista y particularmente de esta tierra nuestra, a todo lo cual dotó de un colorido siempre afinado, vivo y brillante, de un equilibrio compositivo lleno de ritmos y resonancias musicales, y desde luego de un sólido trazo dibujístico que fue desde siempre, el andamiaje estructural de su obra pictórica, gráfica y escultórica, notable por su pulcritud formal y resolución técnica.

 

Esto lo puede comprobar visualmente todo aquel que visite las salas principales de la planta baja del Exconvento del Carmen, donde se logró reunir, merced a la generosidad de coleccionistas particulares, una nutrida variedad de obras que abarcan los géneros cultivados y abordados por Servín, en una diversidad de estilos, que constituyen sin duda una lección objetiva de su pasión por el arte, de su empeño y sensibilidad para lograr, y en muchos casos alcanzar, sea cual fuere el tema y recurso empleados, y por encima de la interpretación anecdótica, narrativa o ilustrativa, una verdadera y atrayente obra de pintura o una expresiva e intensa escultura, y no simplemente un cuadro irrelevante o una muda figura tridimensional.

 

Grato y trascendente es pues el que se enaltezca la memoria de este maestro poco conocido, a quien yo en lo personal, recuerdo con gratitud como un varón de talante amable y generoso, signos inequívocos de su incuestionable talento y sensibilidad estética.

 

El XXVII salón de octubre

 

Un termómetro fiel para medir la pluralidad, potencia y riqueza de la pintura que vienen haciendo las generaciones emergentes dentro del panorama del arte jalisciense, ha sido y sigue siendo sin duda en la mayoría de sus ediciones, salvo aquellas en las que estuvo secuestrado, el anual Salón de Octubre, que a lo largo de su historia desde que lo instauró el Gobierno del Estado a través del Departamento de Bellas Artes, en su organización llegó a convertirse, como digo, en una sopa boba donde muchos metieron su cuchara, impulsados por diferentes intereses; aunque para su fortuna, hoy ha vuelto a quedar inscrito dentro del Festival Cultural de las Fiestas de Octubre, manejado tanto por el Patronato de las mismas, como por la Dirección de Artes Visuales de la Secretaría de Cultura, entidades que tienen las buenas intenciones, como la madre Academia, de pulirlo, fijarlo y darle renovado esplendor.

 

Por lo pronto en esta su versión 2005, dicen que la participación fue copiosa, que se recibieron 123 obras, de las cuales el H. Jurado Calificador, integrado por el funcionario municipal: Ricardo Duarte Méndez, Director del Museo Raúl Anguiano; por el cultivador y promotor del arte, Francisco de la Peña y por el investigador, historiador y maestro de la crítica, Arturo Camacho Becerra, decidieron en primer lugar, desechar a 86 de los participantes, aceptando sólo a 37, con cuyas obras se integró la exposición que actualmente se encuentra en los salones de la planta alta del mencionado Exconvento del Carmen de esta ciudad.

 

Entre todos estos seleccionados prevalece, con la excepción de una minoría, la pintura figurativa que en nuestro medio y sobre todo entre las generaciones recientes sigue teniendo auge, y es sostenida por una vigorosa oleada de espléndidos dibujantes que manejan la representación de la figura humana sobre todo, con una extremada destreza, y a partir de ahí, impregnándola de imaginación, emotividad o manipulándola mediante el empleo de una amplia variedad de recursos formales, logran individualizarla subjetivamente y proyectarla hacia los ámbitos de lo simbólico, de la desgarrada expresividad, o de un inquietante y sugerente onirismo.

 

Así pues, recorriendo estas salas, yo creo que entre estos pintores neofigurativos, como Luis Fernando Buendía, Humberto López, Manuel Sandoval Acosta, Enrique Hernández, Ramadam Karim, José Luis Malo, Roberto Pulido, Laura Norma Villanueva o Nitzayé Ruiz, algunos de ellos con importante trayectoria y reconocimiento y otros menos vistos, pero no menos talentosos; sin descartar claro a alguno de los cultivadores del abstraccionismo entre los cuales hay quienes poseen delicadeza, lirismo o vigor expresivo, como Patricia Vargas, Salvador Santana, Joao Rodríguez, o Leticia Schdmitt; entre estos, repito, habrán de estar quizás los señalados como triunfadores para la recepción del primero, segundo y tercer premios, que constan de dinero en efectivo; y cuyos nombres se darán a conocer el próximo día 20 del presente en ese mismo lugar; pero desde luego, no queda descartado ninguno del resto de los participantes seleccionados, pues todos tienen potencialmente posibilidad y esperanza de hacerse acreedores a un premio y no deberán sentirse frustrados por no lograrlo, pues esos son los riesgos de todo Certamen, en donde el veredicto queda en manos de jueces, que para ser total y absolutamente imparciales y justos, necesitarían no ser humanos.

 

Sin embargo sean quienes fuesen los felices afortunados, los otros 34 deberán de estar y quedar satisfechos por tomar parte en esta exposición y sobre todo, por ser tan jóvenes y promisorios, pues de acuerdo a las bases del concurso, todos son pintores que han llegado a los 25 años de su edad, pero no han rebasado la crítica cuarentena; tienen pues toda una vida por delante para seguir desarrollando sus aptitudes y para lograr ser voz y no eco de otras voces, para crear obras pictóricas y no manufacturar cuadros, y para llevar en fin, adelante, esa incesante tradición que no termina: la de integrar la pléyade de prospectos de pintores que en muchos casos, al madurar, han alimentado y puesto muy en alto a esa robusta y rozagante señora que es la pintura jalisciense.

 

tapatío@informador.com.mx