EL INFORMADOR Guadalajara, Jalisco, México - Domingo 23 de Julio de 2006


Exposiciones:
Tres maestros de la acuarela en la Cámara de Comercio de Guadalajara

José Luis Meza Inda



Casi todos los pintores que cultivan la acuarela aquí, allá y en cualquiera otro lugar, suelen alinearse temáticamente bajo las órdenes del paisajismo realista; tratan de poner sobre el papel, empleando agua, pigmentos, brochas, transparencias, humedades y conocimientos, aquéllo que sus ojos contemplan, aunque a la vez buscan establecer, en mayor o menor medida, una conexión entre la objetividad de lo real con su capacidad subjetiva para captarlo.

Existe pues una amplia variedad en lo que respecta a los procedimientos en que estos pintores se apropian de esa realidad, comenzando por su particular destreza para manejar el trazo dibujístico, su pulcritud y dominio de esta rigurosa técnica, y terminando por su sensibilidad estética para procesar el tema dominante, que pueden ir desde el hiperrealismo imitativo de un paisaje campestre, pueblerino o urbano, hasta su conversión idealizada o fantástica en un paisaje interior.

Así por ejemplo, actualmente se está presentando en el interior de la instalaciones de la Cámara de Comercio de Guadalajara (Avenida Niño Obrero 15, Primer piso) una bien nutrida y mejor montada exposición de acuarelas originales de tres de los más respetados cultivadores de este género en nuestra ciudad, pero al mismo tiempo, como dije arriba, muy distantes en cuanto a su concepción y resolución de sus obras; me refiero a los señores arquitectos don Alberto Ibáñez, don Enrique J. Aguayo, y al Maestro don Luis Eduardo González.

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ALBERTO IBAÑEZ

Por su parte el arquitecto Ibáñez, como acuarelista, también aborda el tema paisajístico, sobre todo campestre, apegándose en ocasiones a la realidad, pero a veces quedándose al margen de ella; a veces, sujetándose a los inflexibles cánones de esta técnica; a veces, transgrediéndolos audazmente, experimentando, empleando medios y procedimientos mezclados, para ir al hallazgo de novedosos efectos y soluciones.
Sin embargo, en lo que no acostumbra variar demasiado y ha mantenido particular devoción, es a uno de sus temas favoritos y en los que alcanza en esta exposición, como ha alcanzado en otras, cotas muy altas de calidad. Me refiero a sus características "Marinas".
Sus pinturas a la acuarela de este tipo, no poseen en sí movimiento alguno, - ninguna pintura lo tiene- pues sólo describen un fragmento del océano, captado en el instante de desplegar su agitado oleaje, su estruendoso rompimiento sobre las rocas, el fluir de la resaca sobre la arena, etcétera, con todo Ibáñez, que posee una amplia experiencia, probada destreza técnica y una extraordinaria capacidad de captación de estos inestables elementos, logra que estas imágenes, cuya dificultad se ahonda por el apurado procedimiento acuarelístico, ofrezcan a los ojos de quienes las contemplan la "impresión" de agitación y de fluida translucidez, de tal manera que sus olas parecen en verdad encresparse violentamente, chocar tumultuosas, levantar espumarajos contra las rocas o deslizarse adelgazadas sobre la playa.
Esto, insisto, no lo logra la mayoría de quienes lo intentan, sino sólo unos cuantos escogidos, gracias, como sucede en este caso, a la indiscutible maestría en el manejo del pigmento y sus efectos, a la soltura de la mano y del pincel, a los sabios contrastes de luz y sus reflejos, a la atinada integración de todos los elementos compositivos con la línea del horizonte y la profundidad de los diferentes planos, con todo lo cual, insisto, don Alberto imprime a sus marinas la apariencia de dinamismo, el cual es además completado por la actividad visual del espectador, guiada por la fluidez de las manchas, de los colores, de la luces y de la composición misma.

LUIS EDUARDO GONZALEZ

Lo substancial de la obra de este último, a quien yo considero uno de los herederos espirituales del patriarca de la acuarela en nuestra ciudad, el apreciado Maestro don Alfonso de Lara Gallardo, no es precisamente su escrupulosidad por transcribir la realidad con absoluta veracidad y detallismo, pese a estar incuestionablemente dotado para eso, gracias a la firmeza de su trazo, sino que Luis Eduardo suele optar por asumir de ella, algunos elementos básicos y reconocibles, como cielos, nubes, campos, montañas, barrancos, caprichosas formaciones pétreas, vegetación, y con ellos integrar en cada caso, imágenes que sin dejar de lado lo esencial de la belleza natural, ésta se asume como un pretexto o punto de partida para realizar una interpretación subjetiva, a manera de expresión de silentes angustias, nostalgias y otras sentimientos anímicos, que el pintor subraya mediante contrastes de claridades y ensombrecimientos, mediante espléndidos efectos atmosféricos, mediante la interacción de tonalidades en distintos grados que impregnan de vital contenido la mayor parte de su peculiar obra acuarelística, tal y como se puede apreciar aquí en la mayor parte de sus cuadros exhibidos.

ENRIQUE J. AGUAYO

Finalmente también pueden mirarse aquí las acuarelas realizadas por Enrique J. Aguayo, quien con verdadero primor dibujístico capta con extremada minuciosidad, tanto las realidades del paisaje campestre como las de edificaciones y monumentos característicos del entorno urbano.
Este experimentado pintor que sí es ajeno a las interpretaciones subjetivas del género, a cualquier connotación simbólica o al enriquecimiento imaginativo de su obra; está consciente y es reconocido porque lo suyo es mostrar la lucidez de su virtuosismo y la indiscutible solercia de su oficio que se manifiestan en el atinado manejo del color y en su apego a la ortodoxia de las estrictas leyes acuarelísticas, para manufacturar así impresionantes, luminosas, bien entonadas, transparentes, bellas y a veces efectistas escenografías de lugares identificados de nuestra ciudad, de nuestro Estado, de nuestro País o del mundo entero, y que insisto, el pintor "retrata" en toda su verdad, bondad y esplendor, sin dejar ningún cabo suelto o ventana abierta a cualquier manifestación de libertad que no tenga que ver con el riguroso apego a lo evidente.
Es esta, sin duda, otra manera de ver y transcribir el paisaje a la acuarela; es una manera que se refiere al tino, a la precisión, al refinamiento de los trazos, así como la sapiencia para calcular los efectos recíprocos que se pueden obtener mediante el empleo de los pigmentos, del agua, del pincel y del papel, virtudes que no cualquiera posee en esa graduación tan alta y que constituyen en el caso de Enrique, un estilo y una elección muy personal de trabajar, tan válida y valiosa como cualquiera otra.