LA
OBRA DE MANUEL GONZÁLEZ SERRANO, UN TERRIBLE INVENTARIO DE PÉRDIDAS, UN
ACERVO DE CALAMIDADES AUTOBIOGRÁFICAS
Rocío Ramírez
Sala de prensa CONACULTA
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"González Serrano pintó un
mapa espléndido de México. Es una cartografía negra donde la luz y sombra son
una, el revés de un cuerno de la abundancia o mejor, un cuerno de abundancias
muertas, un cúmulo de despojos, un montón de basura, una masa que se
corrompe. En sus cuadros no existen formas claras, si acaso indicios de lo
que fueron y quizá de lo que serán; la mayoría parecen decir que el tiempo
incesante todo reducirá a polvo. El conjunto de su obra es un terrible
inventario de pérdidas, un acervo de calamidades, la detallada relación de un
siniestro". Expresó lo anterior Javier Aranda Luna,
crítico de arte, a propósito de la exposición que reunirá parte de la obra de
Manuel González Serrano, artista solitario y excéntrico que se inició de
manera autodidacta en la pintura surrealista durante la década de 1930, y que
será exhibida a partir del 31 de agosto en la Galería de Arte del
Aeropuerto de la Ciudad de México. Bajo el título de Manuel González Serrano El
hechicero,
muestra estará integrada por 25 pinturas en técnica mixta que abordan
distintas temáticas, entre ellas la naturaleza muerta, los paisajes, los
Cristos y los autorretratos. Arana Luna reconoció que el
conjunto de obras busca revalorar "un trabajo excéntrico en el arte
mexicano", donde se aprecian sus bodegones nocturnos, sus cúmulos de
larvas, sus Cristos viejos, la soledad y la muerte, en donde el mundo se
transforma, deteniendo el momento de la metamorfosis. "En algunas de sus
pinturas la vida es un montón de larvas, de residuos de lo que ya no es. Su
luz predilecta es la que antecede a la noche". A lo largo de su vida, mencionó el
crítico de arte, el pintor de origen jalisciense realizó una serie de
autorretratos. Muchos con el tema del Cristo vencido, pero sus rostros no son
las que recogen las estampas, sino los Cristos que crucifica el tiempo. Son
Cristos viejos, que no mueren en el madero sino en el olvido. "Su obra está basada en el
derrumbe y es un homenaje al tiempo, el gran hechicero, sin cuyos sortilegios
estaríamos condenados a no valorar los efímeros frutos de la vida. La luz de
sus cuadros es medrosa, es cierto, pero es luz", señaló. Ricardo Pérez Escamilla,
coleccionista de la obra de Manuel González Serrano, ha manifestado que
"no es fácil discernir en la obra de arte la implicación del hecho
biográfico, las supuestas afinidades entre el genio y la locura, pero en el
caso concreto de González Serrano es imposible ignorar que el proceso
creador, a parte del talento artístico con el que nació, está matizado por su
pasión y adicción a brebajes vedados que exacerban los sentidos". Explicó Pérez Escamilla que la
pintura del jalisciense linda con lo sobrenatural. No pocos de sus
autorretratos transmutan el sufrimiento y la zozobra de su existencia, como
en Después, llanto liberado, otra versión de David.
Si bien se advierte a lo largo de su obra un impulso autobiográfico, éste
ingrediente se manifiesta de manera más acusada en la serie de Cristos
coronados y ensangrentados. En Yo he
sufrido más que Cristo, más
que a las espinas, hace alusión a los electrochoques que recibió y a los
infiernos de la mente que vivió. Sobre el uso del color en la obra
del pintor, su coleccionista dijo que cada uno tiene un valor simbólico.
"El rojo está en lugar del dolor, de la vida, la violencia y la
sexualidad; el azul invoca la nostalgia, la serenidad; mientras que el
amarillo --en tonos ocres quemados-- remite a la soledad y a la
angustia." Manuel González Serrano, nacido en
Lagos de Moreno, Jalisco, en 1907, vivió desde temprana edad los horrores de
la guerra cristera, que años más tarde plasmaría en su obra, en donde la
sustancia oscura de sus lienzos, es el recurso para mostrar su logrado manejo
de la luz. En la época cuando la pintura
mural ya ocupaba un lugar significativo en la historia de la plástica
mexicana, el artista no se adhirió a ningún grupo. No se interesó por la pintura
de obreros y campesinos, ni la ideología revolucionaria de sus autores y
tampoco pudo incorporarse, quizá por su creciente enfermedad mental, al grupo
de los Contemporáneos, que por su propuesta estética le resultaba más afín. González Serrano fue un solitario,
un misántropo para algunos y para otros un loco de presencia fugaz. Quizás
por ello se conoció y se conoce muy poco de su obra. Su primera exposición se realizó
en 1943 y prácticamente pasó inadvertida. Su proclividad a la soledad y sus
cada vez más frecuentes arranques de locura terminaron por aislarlo. En 1956 estuvo internado en varios
sanatorios psiquiátricos y el 17 de enero, en 1960, deambulando por la calle,
murió de un paro cardiaco. Su vida se puede vislumbrar desde su obra; el
minucioso derrumbe rescatado en sus cuadros es la mejor crónica de sus días. La muestra Manuel González Serrano El
hechicero, organizada por el Instituto Nacional de
Bellas Artes del Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, será inaugurada el sábado 31 de agosto, a las 12:00
horas, en la Galería
de Arte del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México
y permanecerá abierta hasta el 18 de octubre de 2002. |