2007

Sin pudor alguno
es la pintura que realizó a partir de una fotografía


“La muerte violenta puede propiciar ideas estéticas”

 Martha Pacheco

* En los hospitales siquiátricos imperan situaciones que le brindan material para su obra

* Cuando veo mis cuadros concluidos, descubro que les faltó más cariño pictórico, reflexiona

César Güemes * Rumbo a Tlaquepaque, Jalisco, se encuentra la casa de la pintora Martha Pacheco. Dentro de ella, un cuadro luminoso, de gran formato, preside la sala. Se trata de Sin pudor alguno, que en su momento dio título a la muestra del mismo nombre. De reconocida trayectoria nacional, la obra de Pacheco abarca varias etapas, todas cercanas al realismo. Ha variado su temática, sin embargo, desde que recibió el Premio de Arte Joven, en Aguascalientes, o el reconocimiento en la Bienal José Clemente Orozco: de las escenas en sitios públicos pasó a la intimidad de los cuerpos sin vida y de ahí al ambiente que prevalece en las instituciones siquiátricas. De la movilidad cotidiana, de la quietud última y de la existencia ardua se ha nutrido su quehacer, uno de los más relevantes en estos tiempos.

-Cuando parecía que la pintura figurativa en el país no tenía esperanzas, hace quince años apareció a lo largo del país una sustancial cantidad de artistas plásticos como tú. ¿Cuál era entonces la apuesta?

-Trabajaba en un taller, con unos amigos, sobre la nueva figuración. Eso me animó para acercarme más a lo concreto que a la pintura abstracta, que ya tenía años en boga.

-Una de las características de este realismo es su cuidado fotográfico.

-En parte esa tendencia se fortaleció por el hiperrealismo estadunidense. Hay personas que manejan muy bien esa técnica. Yo no, todavía me falta.

-Si nos acercáramos a la taxonomía actual, ¿dónde te descubres plena?

-Intento trabajar el realismo fotográfico que implica un lenguaje distinto del hiperrealismo. Los colores, por ejemplo, en ocasiones prefiero que tiendan a un solo tono o echo mano de barridos y desenfoques.

 

El papel del azar

 

-La temática preponderante es peculiar. Estamos hablando de naturalezas muertas en algún sentido, Martha.

-Desde el 92, por cuestiones personales, me acerqué al submundo de los muertos. Mi interés no es sólo de un 2 de noviembre, porque quito por completo el ritual que se ha establecido en cuanto a la muerte misma. Decidí exponer la realidad de forma cruda. Es un ambiente sórdido, cierto, pero tiene su fascinación porque es parte de la naturaleza. Además, me hice amiga de Teresa Margolles, del grupo Semefo. Y eso me impulsó a trabajar con imágenes de personas muertas. En un principio, a falta de otro tipo de material, de plano tenía que consultar revistas que publican estas imágenes. Era algo muy a mano. Después acudí a sitios donde hay cadáveres. De Margolles retomé fotos que me decían mucho sobre lo que plásticamente estaba buscando.

-¿Finalmente un cuerpo muerto es bello?

-No todos. No he precisado de cuerpos bellos porque así tengan que ser para que formen parte de mi obra. El azar también juega su papel. Me interesa cualquier tipo de cuerpo. Y bueno, cuando la muerte es violenta despierta ciertas sensaciones que se pueden volver expresiones estéticas.

-¿Cómo es el paso entre la fotografía de un cadáver, reproducida quizá con escasa nitidez en una revista, a enfrentar un cuerpo real? ¿Eso cambió tu enfoque?

-Fue importante acercarme a estos cuerpos en vivo. Es impresionante ver un cuerpo, porque aunque uno vaya a trabajar sobre lo visual, el olor al que uno se enfrenta es algo siempre inesperado. Además está el color real de la sangre que ya no circula, de la sangre quieta. Fue difícil conseguir el objetivo de pararme delante de un cadáver y a partir de esa imagen trabajar en un cuadro. Me impacta ver un cuerpo sin vida.

-¿Todavía, aunque sea parte de tu labor?

-Todavía, sí.

-Si bien te sobrepondrás de alguna manera para seguir trabajando.

-Sí, claro, y para eso me ayuda la fotografía. Hago las tomas y luego en el estudio, que es un lugar más aséptico, desarrollo el tema.

 

Sentirse afortunada

 

-Parte de tu obra ha sido reconocida en sitios como el Marco u otros museos de importancia equivalente. ¿Así percibes que ha recibido el público tu pintura?

-Por un lado me siento afortunada. Dentro de la crítica, por ejemplo, hay personas que se molestan mucho con lo que hago, hay otras a las que les da igual y también gente a la que le gusta mi pintura. En general me ha ido bien.

-Además del acercamiento que tienes con la muerte, por las razones personales que apuntas, ¿buscaste alguna literatura sobre el tema para apoyar la parte teórica?

-Mis lecturas no han cambiado mucho luego de eso. Me gustaría tener más acceso a cierto tipo de textos pero no ha sido del todo posible. He leído con mucho cuidado la enciclopedia Sumario del crimen, aunque nada más alcancé algunos números. Esa ha sido mi incursión.

-¿Medicina forense?

-Cómo no, me interesa mucho. Sólo que buena parte del tiempo me la paso trabajando en el estudio.

-Antes de la entrevista me decías que si bien tu obra no es necesariamente cara dentro del medio, no tiene una gran cantidad de compradores. ¿A qué lo atribuyes?

-A lo mejor es que a las personas a las que les agrada mi trabajo no les gustaría tenerlo delante todos los días en su oficina o en su casa. Debe ser por eso que es más sencillo ver parte de lo que he hecho en algún museo que en una colección particular.

-¿Qué otras temáticas te han interesado en fecha reciente?

-Me he acercado a algunos hospitales siquiátricos, en donde la realidad es muy distinta a la que conocemos todos los días. Eso me da material para mi obra.

-¿Pudiste haber sido médica?

-Creo que no, sería matasanos.

-En ocasiones, cuando alguien se acerca al dolor no es sólo por interés profesional sino tal vez con intención de formular algún alivio. ¿Puede ser?

-Puede. Pero las enfermedades mentales son algo complicado de tratar y es difícil brindar algún tipo de ayuda cuando uno se dedica a otra cosa.

 

Predilección por Tarantino

 

-Si no hay una relación directa entre tu trabajo pictórico y la literatura, quizá sí la haya con el cine, Martha.

-Pues sí, sobre todo ahora que el cine se nutre de mucha violencia. Me gusta Tarantino, por ejemplo. Y la escuela de la cual él se alimentó. Aunque por lo general veo las películas sólo una vez, no repito, la sorpresa de verlas sin saber lo que va a ocurrir es algo que disfruto mucho. Cuando ya sabes hasta da coraje.

-¿En tu labor plástica sí sabes lo que va a pasar?

-No mucho. Me imagino el formato, el color, el encuadre. Hago apuntes fotográficos.

-¿Hay menos sorpresa que en el cine, entonces?

-Más o menos. Me imagino el cuadro, pero cuando lo veo terminado advierto que siempre hay más de lo que yo había supuesto.

-¿Qué tanto te falta avanzar en el realismo fotográfico?

-No sé si llegué a un límite o si puedo acercame más a lo que quiero. El caso es que siento que me falta. Además, me pasa algo raro con mis cuadros: cuando los veo finalizados descubro que podrían necesitar de más labor, de más cariño pictórico.

-¿Cuál es la historia del cuadro Sin pudor alguno que preside la sala de tu casa?

-Lo hice a partir de una foto. Después me interesó apreciar el efecto que podría tener si lo volvía translúcido y lo iluminaba, como se hace con algunos anuncios espectaculares. Así, de una fotografía en papel hice un dibujo y sobre él tomé una segunda foto que se convirtió en este cuadro luminoso que vemos.

-¿Sabes por dónde anda tu obra?

-De mucha he perdido la pista. Y lamentablemente no conservo de varios cuadros el registro fotográfico.

-Luego de entrar a un sitio donde hay cadáveres, después de acudir a un hospital siquiátrico, ¿qué sigue en tus intereses?

-No lo sé con certeza, pero pienso que habrá algo que llame mi atención. Lo que sé es que la técnica es fundamental para mí, pero el tema es algo que espero o aguardo. Y aparece, tarde o temprano.