INVITACIÓN
2008
El México raro es el de las
ciudades: Oscar Basulto El pintor participa en el
proyecto La ruta del Conejo Rojo CECILIA DURAN Oscar
Basulto y Carlos Montaño, creadores del proyecto La
ruta del Conejo Rojo Foto: LA JORNADA JALISCO julio 31, 2007 El pintor Oscar Basulto y el videoasta Carlos
Montaño soñaban con recorrer el desierto mexicano para hacer un trabajo
creativo a partir de esa experiencia. Sin embargo, las situaciones a las que
se enfrentaron les dieron una visión más amplia y les otorgaron la
oportunidad de hacer un proyecto que los conectó con las raíces de un México
“olvidado”. La idea original de ambos
creadores era plasmar a través de la pintura y registrar en un documental el
proceso de hacer realidad un sueño. Este proyecto, titulado La ruta del
Conejo Rojo, ganó una beca del Programa de Estímulos a la Creación y al
Desarrollo Artístico en 2006. El 5 de diciembre llegaron
al desierto y comenzaron el viaje acompañados de tres burros; uno de Basulto, otro de Montaño y el tercero, Pelusa, era
el de carga, pero se “quedó en la mitad del camino”. Debieron abandonar gran
parte de su equipaje, y esto significó una importante reflexión para los
viajeros, la cual también quedará registrada en varias creaciones. “Sentimos que nos liberamos.
Aquí en la ciudad estamos locos, vivimos un sinsentido, con excesos de todo.
Allá cargamos esa forma de ser, con excesos de todo, muchas cosas, y nos
dimos cuenta que eran inútiles. Nos dimos cuenta que no necesitábamos nada,
sólo nuestro burro, libretas y chamarras”, cuenta Basulto.
Ambos cuentan que comenzaron
a vivir una etapa más libre, más veloz, “aprendimos que los burros corren, y
podíamos hacer más cosas, teníamos confianza de llegar a las casas y pedir
alojamiento, porque habíamos dejado las casas de campaña. Nos veían llegar
desde dos kilómetros en burro, y les daba tiempo para pensar las preguntas
que nos iban a hacer. Todo nos preguntaban y nosotros les decíamos que éramos
artistas y queríamos conocerlos”. A través de los testimonios
de los pobladores del desierto conocieron las “entrañas mexicanas”. Con nudos
en las gargantas les relataban el olvido en el que permanecen desde hace
años. A veces miraban la cámara de Montaño, como si tras esa cámara estuviera
el país y decían ‘no nos olviden, qué gachos son’. “En los pueblos del desierto
viven 20 personas, abandonadas y olvidadas, 99 por ciento de los jóvenes se
van a Estados Unidos. Hay señoras solas y locos. Nos tocó llegar a un pueblo
donde hacía pocos días habían regresado unas personas en cajas”, comenta Basulto. “Entonces, esa es otra
realidad, se van y pueden volver a comprar su gran camioneta, y que les vaya
bien, pero también a que quizás el día de la partida es la última vez que ven
a su familia. Es triste ver cómo una familia deposita las esperanzas en un
niño, que al crecer se va Estados Unidos, Canadá o Monterrey a trabajar. “Esta gente necesita cariño
y saberse mexicanos. Lo que está pasando en este país no es sólo lo de las
ciudades, ellos existen, pero no hay equilibrio. La gente a la hora de decir
campo piensa en la gente pobre, pero son los más ricos porque tienen los
atardeceres más hermosos y la tierra bajo sus pies. Nosotros los tratamos
como pobres. Es triste ver las escuelas sin estrenar, con canchas y
computadoras con Internet. ¿Pero para quién son? En el campo no hay niños”. La ruta del Conejo Rojo, originalmente concebido
como un proyecto artístico en el que Basulto
pintaría su visión del desierto y Montaño filmaría los enormes paisajes
desolados, los cambios de clima y cómo sobrevivir, pasó a convertirse en una
profunda mirada a una realidad mexicana que comúnmente pasa inadvertida. “Yo pensaba hacer un video
experimental de nosotros en nuestro viaje, pero no pensaba en hacer un video
sobre la sociedad, de temas políticos y sociales. Ahora tengo un compromiso
con ellos, tengo que extender la voz que nos dieron para dar a conocer sus
problemas”, explica Montaño. Por su parte, Basulto dice que la pintura siempre es íntima y si bien
tiene previsto hacer varios cuadros sobre sus percepciones del paisaje
desértico, no puede dejar de plasmar los problemas sociales de los que fue
testigo. “Tengo mucho material de los
dibujos que hice durante el viaje. No puedo pintar desde el final, ahora lo
que estoy haciendo es pintar sobre la aventura, de cabalgar en burro, de los
problemas físicos como las espinas y guardaganados (agujeros en el piso), que
se mezclan con las imágenes de la gente que conocimos y nos abrió sus casas y
sus vidas, ahí es donde vamos a complementarnos. Todo el viaje fue
complementario. El trabajo de Carlos habla de un punto de vista hacia fuera y
el mío hacia dentro. Los puntos en los que coincidimos es en los personajes
que conocimos”. “La verdad es que llegué del
viaje triste con mi país, y pensé en hacer cuadros de un solo color. Pero
empecé a pintar y salieron los colores. Quiero darle la visión de ese lugar
tan olvidado. Me gustaría que la gente se diera cuenta que ese México existe,
el que pensamos que era de la Revolución, el México raro es el de las
ciudades. “Todos los cuadros son
ventanas hacia el artista, casi siempre. Si yo pudiera abrir una ventana
hacia mi país, no lo voy a cambiar en nada, pero a lo mejor podemos lograr
que el individuo piense que somos humanos y mexicanos”. Mientras Montaño prepara su
documental, Basulto trabaja en la serie de
pinturas, esculturas y fotografías que presentará en agosto de 2008 en el ex
Convento del Carmen. Previo a la muestra en Guadalajara, el material será
exhibido en Zacatecas y San Luis Potosí. Asimismo, ambos creadores aseguran
que volverán a hacer el mismo viaje para enseñarles a las personas que los
cobijaron, cuál ha sido el resultado de La ruta del Conejo Rojo. |
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La Ruta del Conejo Rojo,
exposición producto de su incursión por tierras ignotas En el atardecer en el
desierto se abren los colores en el horizonte: Basulto En fase de posproducción,
documental de la travesía elaborado por su compañero Carlos Montaño CECILIA DURAN La
larga travesía fue una fuente de inspiración para los artistas Foto: HECTOR
JESUS HERNANDEZ LA JORNADA
junio 24 2008 Ahora les toca a los
espectadores hacer la Ruta del Conejo Rojo, dice el artista Oscar Basulto tras finalizar la serie de pinturas que retratan
sus vivencias por el desierto mexicano. En diciembre de 2006, con su
compañero de proyecto Carlos Montaño, llegaron al desierto para realizar el
viaje en burro que siempre habían soñado. La resistencia al sol, la
escasez de agua, el frío, los cambios en sus cuerpos, las fogatas, la noche,
los colores intensos ofrecidos por la naturaleza a su vista, son sólo algunos
de los elementos que aparecen representados en las obras de Basulto, que las dará a conocer a partir del viernes en
el ex Convento del Carmen. El trayecto no sólo fue
“cumplir el sueño de transitar el desierto”. Las historias de los habitantes
de los pequeños pueblos, en las que se repiten problemas como la migración,
la pobreza, la falta de oportunidades, la escasez de los servicios básicos, impactaron
al pintor, e incluso tuvo la intención de dejar a un lado la idea de plasmar
su experiencia personal por el desierto, para volcarse a pintar el olvido en
el que están sumidas las comunidades del desierto. –¿Qué encontrará el público en
sus piezas? –Esta exposición se trata de
mostrar mi sueño y lo que vivimos en el viaje, las fogatas, el camino bajo el
sol. Ver a esa gente, con prosperidad en el campo, con la gente que quiere
producir. Hay gente muy atinada con retomar el campo con la modernidad. Ahora
no quise meter todo, quizás después salga otra serie. –En su experiencia personal,
¿qué ha sido lo más importante en esta Ruta del Conejo Rojo? –Darme cuenta que no es
necesario cargar con tanta cosa, el detalle se encuentra cuando te quitas
todo lo que te estorba. Digamos que llevamos muchos “lujos”, infinidad de
cosas que teníamos para entretenernos y para cocinar. Cargamos a un burro con
100 kilos y no pudimos con él porque apenas estábamos aprendiendo a conducir
a los que nos llevaban a nosotros. Así que en un momento decidimos dejarlo y
con él dejar los 100 kilos de cosas. Al no tenerlas afloró la creatividad en
todos los aspectos, y hay más tiempo para la imaginación. –Uno puede pensar que en el
desierto existen escasas tonalidades, ¿de dónde sale esa explosión de colores
de sus piezas? –Ahí están. Evidentemente,
tú puedes pensar que existen tres o cuatro colores. Pero si te fijas en la
policromía, se te abren los colores. En el atardecer por ejemplo, se
multiplican los tres colores, el del cielo más otros dos de la tierra, se
multiplican. Es como un golpe a los ojos, por eso dividí los colores en
líneas. Es justamente a la hora del atardecer cuando se van abriendo los
colores en el horizonte como líneas, naranjas, morados, violetas, verdes. Decidí
dividirlos con líneas negras, porque el ojo da por hecho los colores, pero no
nos damos cuenta cuántos hay en los paisajes. Yo como pintor tengo el
compromiso de buscar el color y su representación y qué decir con ellos. e_SDLqMi plan principal era la monocromía, con la que quería representar el olvido en el
que está sumido el desierto. Empecé a pintar un cuadro rojo, otro verde,
azul. Después de hacer varios así, salieron todos los colores, y terminé la
serie pintando monocromía. Se hizo circular la exposición,
empiezo con monocromía, sigo con policromía y
termino como al principioe_SDRq. –¿Terminó la Ruta del
Conejo Rojo? –No, continúa, porque ahora
conocemos más ese desierto, que no lo conocemos porque hicimos la ruta, sino
que hicimos la ruta porque lo conocíamos. Es un lugar a donde vamos dos o
tres veces al año. Hicimos amistad con la gente y ahora el compromiso está
con la gente del desierto. Esta ruta ha marcado un antes y un después en lo
que se refiere a mí como pintor y como observador de mi país. Lo que más me
motiva es llevar la exposición a dos o tres lugares de la ruta, creo que así
terminaría por redondearse la exposición. La otra cara del viaje El proyecto, beneficiado con
una beca del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico en
el año 2006, incluye un documental realizado por Montaño, que en la en este
momento se encuentra en posproducción y se estrenará en agosto. En 50 horas
filmadas, Montaño recopiló los relatos de los pobladores, que vieron en su
cámara un confidente y se animaron a reprochar e insultar a los gobiernos y a
implorar por la igualdad de oportunidades. Según el creador, si bien
son relatos particulares de migración, falta de agua, luz, pobreza, pero que
se replican en los 40 pueblos visitados por ambos artistas. –¿Cuál es el tema central del
documental? –La verdadera historia está
en la gente que fuimos encontrando en nuestro camino. Recorrimos alrededor de
42 pueblos, algunos fueron rancherías de dos o tres familias y otros más
grandes, donde los problemas se hacen más notorios. También tenemos una
entrevista con Lalo Guzmán, un antropólogo radicado
en el ejido Las Margaritas. Hace 12 años decidió dejar su casa y su trabajo
en el Distrito Federal para irse al desierto a hacerse parte de una
comunidad. Tiene una visión progresista que la comparte con los compañeros de
su ejido. –Además de estas historias
¿qué más se verá en el documental? –Una bitácora de nuestro
viaje, del día que nos perdimos, del día que cabalgamos mucho, el día que
llegamos a cierto pueblo a pedir comida, cuando nos quedamos sin agua. Pero
esto es solamente un hilo conductor. –¿Cuándo quedará terminado y
cuáles son los planes para la producción? –Tenemos pensado presentarlo
a finales de julio o en agosto. Después lo quiero enviar a festivales, como
el de Amsterdam. Así la ruta no termina, sino que
pasa de una fase a otra. Ahora tengo que concentrarme en mostrar a la gente
lo que nosotros vimos. Para el público, la Ruta
del Conejo Rojo no finaliza con la exposición de Basulto
y el estreno del documental de Montaño, sino que sigue con la presentación de
una serie de fotografías, tomadas en cada día del viaje; aunque todavía no
definen en qué sitio serán expuestas. La exposición de Basulto se inaugura el viernes a las 20:30 horas en el ex
convento del Carmen (avenida Juárez 638). Permanecerá vigente hasta el 20 de
julio. |
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