Las Calles Históricas de Guadalajara
Ramiro Villaseñor
reedición 2011

Prólogo de Claudio Jiménez Vizcarra

 

Cuando mi estimado amigo Juan Toscano García de Quevedo me pidió que prologara este trabajo de Ramiro Villaseñor y Villaseñor, le respondí que lo haría con mucho gusto aunque tal vez no sería yo el mas adecuado para hacerlo, sobre todo si considerábamos que había sido uno de los grandes historiadores, Don Juan B. Iguíniz, quien en 1957 había prologado la primera de las obras publicadas de Ramiro, el Tomo I de la “Bibliografía General de Jalisco”, la respuesta de Juan fue contundente debe ser así “porque tu eres uno de los pocos que convivió con Ramiro y aun vives”, y es cierto porque ya fallecieron Francisco Ayon Zester, Juan López Jiménez, y Gabriel Camarena Gutiérrez, y del grupo que convivimos con gran asiduidad con Ramiro Villaseñor en los últimos años de su vida vivimos Juan Toscano García de Quevedo, Miguel Mathes, José María Muriá, Pedro Franco López , y yo.

Conocí a Ramiro por 1975, cuando, como yo, acudía a las tardeadas mes a mes en casa de José Ramírez Flores, y a las comidas convocadas y dirigidas por Juan López Jiménez.


Ramiro era ya un hombre mayor, y yo un jovencillo que había ya incursionado en la investigación de historia y estaba siendo aceptado en el exclusivo círculo de quienes, en la localidad, dirigían los temas de mi interés, quedando sorprendido del talento, la cultura y el conocimiento de Ramiro, así como su amor por las letras traducida en su esplendida colección de literatura, especialmente mexicana representada en su biblioteca por primeras ediciones. Quedando también admirado de cómo lograba Ramiro desarrollar todas esas actividades sin pretensión alguna, desempeñándose como inspector de la compañía eléctrica, viajando en camión, y frecuentando las fondas de la ciudad. Ciudad que, lo mismo que a sus personas y personajes, se conocía al dedillo.

Con “Dosto” como llamaba Juan López a Ramiro, con su inmensa figura ataviada de saco, chaleco y una infaltable cachucha, con su eterna barbilla, su calva rodeada de largos pelos blancos, su hablar balbuceante con tomos metálicos, y su gran conocimiento de las personas y los personajes de Jalisco, nos reuníamos a comer lo menos una vez por semana, ya en el Casino Francés o en la Alemana, ya en casa de Juan López, quien siempre tenía esplendidas cocineras que nos sorprendían con sus guisos, ocasionando que terminada la comida pasáramos a la sala de las habitaciones de Juan y la reunión se convirtiera en una tardeada durante la que platicábamos de temas de historia local, de lo que estábamos investigando o escribiendo cada uno de nosotros, y escuchábamos las mordaces narraciones de Gabriel Camarena, coreadas o rectificadas por Pedro Franco, y puntualizadas tanto por Ramiro como por Paco Ayón. En muchas de esas ocasiones se nos unían Enrique Varela o Miguel Mathes quien llegaba procedente de alguna de las Californias, así como otras muchas personas, porque Juan tenía siempre casa abierta para sus amigos, y amistades por todas partes del mundo.

Decía Juan López que nuestras conversaciones se convertían en “kafkianas” porque cuando Ramiro no oía bien de lo que se trataba, respondía con otro tema totalmente distinto que tomaba nuestra atención, y se convertía en el centro de la conversación haciéndonos olvidar del anterior, de esa manera podíamos pasar toda la tarde.

En abril de 1982 decidimos Juan López, Juan Toscano, Pedro Franco, José Maria Muria, Ramiro Villaseñor, Enrique Varela, y yo formar una asociación dedicada al estudio e investigación de la historia, la llamamos “Colegio de Historia”, se elaboró un escudo para la asociación, se mandaron a hacer diplomas, y medallas distintivas, se invito a pertenecer a ella a todos, o casi todos, aquellos que se dedicaban al objetivo que planteamos. Luego, a instancia y promoción de Juan López, la asociación se instaló formalmente en una sesión solemne celebrada una noche en la Capilla menor del Hospicio Cabañas con la presencia del entonces Gobernador del Estado Licenciado Enrique Álvarez del Castillo y la de todos aquellos que se habían sumado al proyecto. En la ocasión se presento el primero de los trabajos de investigación conforme a los objetivos sociales. La asociación murió la misma noche de su instalación porque aquellos que habían aceptado unirse a los “fundadores” simple y sencillamente no presentaron los trabajos que les fuimos solicitando.

Sin embargo el grupo no desistió, ni dejo de reunirse; su permanencia, las constantes comidas y reuniones, permitieron y promovieron que, gracias a Paco Ayón y luego a Juan López, se publicaran los trabajos de investigación de Ramiro a través de la Unidad Editorial del Estado. Gracias a ellos tenemos la oportunidad de tener publicados esos textos de Ramiro Villaseñor, los tomos II, III, IV y V, de la “Bibliografía General de Jalisco”, la “Bibliografía y Discursos, Informes y Memorias de los Gobernadores del Estado de Jalisco”, “Los Primeros Federalistas de Jalisco”, la “Epigrafía del Panteón de Belén” y el trabajo que ahora se reimprime en esta segunda edición “Las calles Históricas de Guadalajara”.

Para aquellos que hacemos investigación sabemos que cada uno de los textos de Ramiro representa años de investigación, una inteligencia y una memoria extraordinaria, una disciplina, una cultura y un conocimiento tan completo de nuestra historia local, en el tiempo y el espacio, que sería ahora muy difícil de repetir y encontrar. Y no es porque Ramiro tuviera todo el tiempo para hacerlo o lo hiciera profesionalmente, al contrario lo hacia en tiempos extras con una dedicación y un profundo amor por la historia de su tierra.

Son sus textos inapreciables, irremplazables, y necesarios para cualquiera que quiera investigar sobre la historia de Jalisco y de Guadalajara, baste una vista a la “Bibliografía General de Jalisco” y a “Las calles Históricas de Guadalajara”.

Uniéndome al homenaje que le rinde su nieto con esta edición, que vaya que debe estar orgulloso de su abuelo, rindo aquí un homenaje a mi amigo Ramiro Villaseñor y Villaseñor, a sus trabajos, a su disciplina, que la tenía aunque no lo pareciera, a ese extraordinario individuo a quien, aun con la diferencia de edades conocí, trate, y escuche. Que lastima que ustedes no lo puedan ahora hacer, aunque si tienen la oportunidad, y a ello los invito, si es que tienen un interés por conocer y saber de una Guadalajara que ya no es ni será, para que lean y se diviertan con estos textos, y si fuera tanta su curiosidad para que tomen cada tomo en mano, y sigan calle a calle lo que en ellos se narra y describe, es esa su oportunidad de conocer a Ramiro Villaseñor y admirar en su trabajo el gran conocimiento y cariño que tenia de su ciudad.

 

Claudio Jiménez Vizcarra
Noviembre de 2010