RAUL ANGUIANO MEMORIA HISTÓRICA

DE UN PINTOR

 

LUZ GARCÍA MARTÍNEZ

A René Avilés Fabila, en este

nuevo encuentro cultural

 

La cita fue el 29 de marzo de 1994, un sábado a las cinco

de la tarde, era un día cálido cuando llegué por primera

vez a la calle de Francisco Sosa, en el antiguo barrio de

Coyoacán, a la casa estudio del pintor y muralista Raúl

Anguiano. Me abrió el enorme portón de la residencia

un hombre delgado, de cabello cano, camisa azul a cuadros,

con unos expresivos ojos cafés tras sus

lentes, quien sonriente me dijo: “¡Qué puntual eres, son

exactamente las cinco de la tarde¡ Yo te conocí en el

homenaje que le hicieron a José Luis Cuevas en

el Palacio de Bellas Artes, intitulado ‘Cuevas y los escritores’

donde tú participaste¡” Esto me sorprendió, en

efecto recientemente había participado en ese homenaje

a José Luis Cuevas, otro gran pintor admirado, quien

me decía constantemente, “Luz, tienes que conocer a un

gran artista: Raúl Anguiano.”


Raúl Anguiano quien considera grandes maestros

del arte a El Greco, Rembrandt, Miguel Ángel, Van Gogh,

Picasso y Cézanne, me invitó a pasar a su casa construida

con cantera. A desnivel se ubica su estudio,

mientras éramos seguidos por los ladridos de un gracioso

perro xolohuistle, el querido Tajín, que desde ese

momento ha formado parte también de estas vivencias.

A partir de ese día he tenido una serie de conversaciones

a lo largo de una década, con el autor de la célebre

obra La Espina, 1952, que se encuentra en el Museo de

Arte Moderno en la ciudad de México. Conocía ya otros

estudios de artistas como los de Arnold Belkin, el primer

pintor que entrevisté, Manuel Felguérez, Vicente Rojo,

Juan Soriano, Sebastián y José Luis Cuevas, pero el

estudio del maestro Anguiano es sumamente impresionante:

en dos enormes caballetes sobresalían óleos en

proceso, junto a ellos, cajas con pinturas, pinceles,

gomas, lápices, acuarelas, estopa. Enormes domos

jugaban con la luz todavía del día que iluminaba figuras

prehispánicas de dioses como Tláloc, Huehuetleot,

Quetzalcoatl y cabecitas sonrientes olmecas. En una

gran mesa se apilaban serigrafías, litografías y dibujos,

donde desfilan el retrato de Sor Juana Inés de la Cruz,

Na-kin, Dolientes, Emiliano Zapata, El Quijote. Conocer

cada espacio del estudio era entrar en las raíces de un

artista excepcional, que expresaba cierta melancolía

ensus ojos, cuando miraba un óleo donde aparecía una

mujer sollozando.

México, nuestro país vivía y experimentaba hechos

sangrientos que han marcado su historia contemporánea.

Sí, el cuadro que había en el caballete se intitula

“Dolor por Colosio”. Frente a esa obra, empecé una

larga conversación con el pintor y muralista Raúl

Anguiano, que ha sido expresada en el libro Trazos de

vida de Raúl Anguiano (García Martínez, Luz, Fundación

Alejo Peralta y Díaz Ceballos e Instituto Politécnico

Nacional 1999), Raúl Anguiano: La imaginación de un

artista (CIC, IPN, 2003) y Raúl Anguiano, memoria histórica

de un pintor, de próxima publicación.

El presente texto es el inicio de una serie de vivencias

con el maestro Raúl Anguiano, realizadas de marzo

de 1994 a septiembre de 2004, un interminable

diálogo en su casa estudio, cuando imparte sus conferencias,

cuando realiza un mural o simplemente, caminando

por las calles de Coyoacán. Gabriel García

Márquez ha señalado que “la entrevista es como un acto

de amor y sólo sale bien cuando dos personas se quieren”,

quizá estas palabras definen mis charlas con el

maestro Raúl Anguiano: conversaciones que se fueron

transformando en un acto de amor, un acto de admiración

donde una importante participación para el éxito de

ellas fue la atención de Brigitta, su esposa.

En el año 2000 viajé al sur del país, visité el mundo

maya: Palenque, Comalcalco, Yaxchilán, Dizbaché, Tulum

y especialmente Bonampak. Deseaba conocer ese contexto

que definió en forma definitiva el arte de Raúl

Anguiano. Al llegar a Bonampak, 50 años después de

cuando él lo visitó, vi a dos niñas lacandonas descalzas,

columpiándose de las lianas de una ceiba de más de 30

metros de altura. La más pequeña, de unos cinco años,

de grandes y rasgados ojos negros, ojos con luz de

melancolía, enmarcaban su carita pálida, desnutrida y

de lacios cabellos negros que me recordó a Na-Kin o

Margarita a quien el maestro descubrió tan pronto llegó

a la selva lacandona. Ella era la más joven y tenía una

belleza oriental muy especial, tan pronto le fue posible

empezó a dibujarla así como a otros lacandones.

“Estos indígenas revelaban el espíritu de los mexicanos

a través de su mirada, en ellos redescubría el significado

de los más de 500 años de historia del México profundo,

pluricultural y pluriétnico”.

Señala Anguiano que en una salida a la selva, cuando

había luz de día porque en ocasiones en la selva

cerrada ni siquiera penetra el sol, salían a explorar un

poco, vio a una lacandona, la vieja María que le pidió

un cuchillo que llevaba al cinto. “A la vieja María se le

clava una espina en un pie, me pide mi navaja y con la

punta se la saca. A pesar de que le sangra el pie, se incorpora

y sigue caminando. Era un pie rudo, con callos,

pero la vieja María siguió caminando como si nada. En

mi obra eso está idealizado porque dibujé después a Ko,

una joven lacandona y de ahí surgió la creación de

La espina.”

El mecer de las niñas en las lianas y el impactante

rugir de los monos zarahuatos en una calurosa mañana,

enmarcaban el majestuoso escenario que en otro tiempo

asombrara a Raúl Anguiano. Subí las escalinatas del

Templo de las Pinturas, donde están los frescos

de Bonampak, admiré las escenas de los músicos, de

los sacrificios y mutilaciones en los murales que tanto

impresionaron al maestro. A la entrada de las ruinas, en

una placa, se anuncia quienes la descubrieron y un

nombre se destaca entre ellos: Raúl Anguiano.

23 de marzo de 1994. Frente al óleo de Dolor por

Colosio, que el pintor empieza a retocar, me siento junto

a él mientras juego con el pequeño Tajín y el maestro

dice: “Le puse la fecha del día del sacrificio.” ¿Cómo

surge este cuadro?

Mira tengo otro dibujo de Luis Donaldo Colosio que

le iba a regalar el próximo mes. Estuve con él cuando inició

su campaña presidencial en Guadalajara, se lo iba a

regalar y tiene fecha si quiere ver ahí, del 9 de

febrero.

Este otro dibujo lo realicé hace unos días en que

estaba muy triste por el crimen artero en que murió mi

amigo Luis Donaldo Colosio a quien yo había

acompañado el mes pasado a su gira por Jalisco, mi tierra,

y coincidentemente bajándonos del avión de línea

comercial en que viajamos 30 invitados del Distrito

Federal, originarios de Jalisco algunos como yo, del

aeropuerto nos transportamos en autobuses y noté que

el pavimento era malísimo, dije “¿cómo mis paisanos no

cuidan los caminos?”, pero lo que pasa es que íbamos a

una barriada popular, la Colonia de Los Insurgentes,

entre un camino de piedras y tierra. Ahí fue el primer

mitin en que Luis Donaldo Colosio habló al ras de la tierra,

entre piedras y cascajo.

Después de la visita a esa colonia popular donde fue

muy bien recibido, fuimos a un club de industriales, con

un auditorio de lujo, es decir, la cara opuesta de la

moneda en donde estaba gente de la cultura, de

la iniciativa privada, de la industria, etc. y lo que fue para

mi más interesante después de la comida en el hotel

Camino Real, donde se nos tomó una foto de grupo a

los acompañantes de Colosio, algunos políticos locales

de Jalisco, hicimos un semicírculo de pie en el jardín, él

me llamó: “Véngase maestro Anguiano”, así que nos

tomaron una fotografía estando yo del lado izquierdo de

Colosio y del lado derecho, el político jalisciense

Francisco Galindo Ochoa. Me gustaría tener esa foto que

no fue publicada en los periódicos, pero me ha impresionado

tanto ese suceso que al estar trabajando no me

salía nada alegre y le dije a mi modelo: “Laura, ponte

como si estuvieras llorando.”

Mi hermano menor al ver ese dibujo me dijo: “Raúl,

no has hecho nada así de dramático ni doloroso desde la

muerte de mi madre” y es cierto, cuando estaba muy

grave mi madre, empecé a hacer temas del llanto en

dibujos y en óleo y éste es el caso que ha motivado

este dibujo que estamos viendo.

–¿Por qué ha influenciado parte de su obra, la temática

política?

Es una pregunta interesante, porque acaba de estar

aquí un joven reportero de Guadalajara enviado por la

Casa de Cultura de Jalisco, a entrevistar a gente de

Jalisco aquí en México. Entrevistó a Juan Soriano,

a Joaquín Capilla que creo no sabía que era de Jalisco, a

mí y otros y me dijo: “Maestro, usted es la persona más

politizada de los que he entrevistado”, esto no significa

que yo sea militante de algún partido político,

pero quisiera contarte una anécdota: hace seis meses se

puso la primera piedra de la casa de la Cultura

en los pedregales de Coyoacán, en el parque

de Huayamilpas ubicado a espaldas del Museo

Anahuacalli de Diego Rivera, y los vecinos del lugar

y artistas intelectuales residentes allá, pues no sé a

quien se le ocurrió esa idea siendo todavía Delegado en

Coyoacán, el licenciado Carlos Salomón Cámara, entonces

yo acepté ese honor.

En el acto inaugural hablaron un escultor, una pintora

y algunos políticos entre ellos; uno dio el banderazo

de la primera piedra, que yo creí que yo iba a ponerla

con pala, me iba a ir con traje de trabajo, pero no fue

así, resulta que una revolvedora gigantesca como de

ocho metros de altura, vertió el concreto (sonríe) y

el banderazo para la primera piedra lo dio el actual

regente de la ciudad, el Licenciado Manuel Aguilera.

Entonces me pidieron que hablara y estoy contestando a

tu pregunta, yo dije: “vine a la ciudad de México en 1934

cuando tenía 19 años, vivo en Coyoacán desde 1980 y en

esta ciudad tremenda y cabezona pero muy querida por

mí, he madurado como artista, como hombre y como

político”; todos se quedaron muy satisfechos, especialmente

los políticos que estaban presentes, y agregué:

“no pertenezco a ningún partido pero me interesa la

polis, la ciudadanía, los problemas de mis conciudadanos,

la vida política de mi país, etcétera”; por eso he

tenido épocas en que parte de mi obra tiene un sentido

político (pero nunca me ha gustado que me manipule

ningún partido político) como la que produje en el

Taller de Gráfica Popular: durante la Segunda Guerra

Mundial, hice carteles en contra del fachismo, del nazismo

y de la guerra y cooperé con carteles para las campañas

de alfabetización en apoyo a mis compañeros

maestros, puesto que yo fui líder sindical, Secretario

General de la Unión de Profesores de Artes Plásticas,

cuando tenía 21 años y luego fui fundador del

Taller de Gráfica Popular donde hicimos campañas a

favor del magisterio, del movimiento obrero, de los campesinos.

También hice una serie de 45 litografías para

ilustrar un libro sobre el México Rural de Nathan L.

Wethen, de los agraristas de México o gente que intervino

en pro o en contra de la reforma agraria, desde

Hidalgo hasta jefes de Estado como Ruiz Cortines.

Recientemente me hicieron un homenaje en la

Universidad Autónoma de Chapingo, donde encontraron

en sus archivos, una serie incompleta mía de litografías

donde esta Pancho Villa, Plutarco Elías Calles, Álvaro

Obregón, Emiliano Zapata, etcétera. Quiero señalar que

yo hice la primera litografía que produjo el Taller de

Gráfica Popular, un retrato de Emiliano Zapata en 1937.

–¿Por qué la figura de Emiliano Zapata, maestro?

Porque ha sido para mí una figura pura, romántica,

legendaria y ha atraído la atención de los pintores mexicanos,

especialmente los muralistas. En ese homenaje

en Chapingo, presté las nueve litografías que faltaban,

me acogieron excelentemente, hicieron videos de mi

obra y les doné esas litografías que les faltaban.

También en reciente conferencia que di en

Monclova, Coahuila, donde tengo una exposición actualmente

y en un homenaje que me hicieron en Cancún

donde di dos charlas, presentando un cuadro de Orozco,

sobre los zapatistas, dije: “Éste es un cuadro de los verdaderos

zapatistas, no de los que se llaman ahora zapatistas”,

ésa es la cosa, yo les llamo sandinistas a los de

Chiapas.

–Rufino Tamayo decía que el arte no debe tener

compromiso de ninguna especie más que consigo

mismo y que el verdadero nacionalismo es el poner a

México en competencia con los demás, ¿cuál es su

opinión?

Es otra pregunta interesante porque quiero recordar

que en los años 40, cuando no había televisión, nos

entrevistó el bachiller Álvaro Gálvez y Fuentes a tres

artistas: Leopoldo Méndez, Carlos Mérida y yo, y cuando

me preguntó a mí: “¿Maestro Anguiano, –ya me llamaban

maestro en los años 40-, debe o no ser el arte, político?,

contesté: “Puede o no tener contenido político el

arte, lo importante es que tenga calidad estética, en primer

lugar; aquí tiene usted dos ejemplos, de un artista

político como Leopoldo Méndez, toda su obra tiene un

sentido político pero él es sincero en expresar sus ideas

por medio del arte y antes que nada tiene calidad

artística; pero también tiene usted el caso de Carlos

Mérida, cuya pintura es apolítica, plástica decorativa,

inspirada en el arte prehispánico, en lo maya”, de lo cual

tenía mucho origen maya Carlos Mérida, quien nació en

Guatemala y es también legítimo expresar en su obra lo

que el artista quiere. Es muy buena en primer lugar porque

tiene calidad estética y yo que he hecho

en algunas ocasiones arte con sentido político y generalmente

trabajo con gran libertad siguiendo las palabras

del gran Francisco de Goya y Lucientes,

“pinto como me da mi real gana.”, entonces lo importante

es que tenga calidad estética. Tamayo también

tenía sus razones, por eso es uno de los grandes

pintores de México y muy mexicano.

–Me gustaría que habláramos de su infancia. Usted

nació en Guadalajara, Jalisco, el 26 de febrero de 1915.

¿Qué recuerdos tiene de ese México Posrevolucionario,

usted ha vivido prácticamente todo este siglo XX?

Es una pregunta interesantísima. Yo nací el 26 de

febrero de 1915, somos hermanos en piscis, José Luis

Cuevas, Eulalio Ferrer y yo porque nacimos el

mismo día, pero yo soy el más viejo de los tres. En

el homenaje a Cuevas intitulado Cuevas y los escritores

en el Palacio de Bellas Artes, donde tú participaste, estuve

sentado en primera fila, enfrente de ti y ese día me

hubiera gustado hablar también sobre Cuevas.

Nací en Guadalajara. Mi padre militó en el ejército de

Occidente, José Anguiano, a las órdenes del general

Manuel M. Diegues, de cuyo estado mayor formó parte

David Alfaro Siqueiros, fíjate que coincidencia, mi abuelo

materno también se fue a la Revolución junto con mi

padre en contra de la dictadura de Victoriano Huerta,

después del asesinato del Presidente Madero.

Mi madre me contaba sobre los combates que se

realizaban cerca de Guadalajara, de la batalla de Ocotlán

y la Batalla de Autlán de la Grana. Mi padre era capitán

primero y mi madre no como una soldadera, pero me

llevó en brazos a visitar a mi padre y nos cuidaban asistentes

soldados cuando llegábamos a quedarnos al aire

libre o a cielo raso en algunas ocasiones, así que yo

anduve en la revolución de bebe verdad y tengo dibujos

hechos a los cuatro años de Venustiano Carranza

y los artistas que ya admiraba como Pola Negri, Mary

Pitford, Norma Shifer, y el torero Rodolfo Gaona, a quien

vi torear siendo niño. Recuerdo que me llevaba mi padre,

algún pariente o amigo a la plaza de toros “El Progreso”

en Guadalajara, en los años 20.

Recuerdo también que mi padre me llevó a un mitin

en el Teatro Degollado donde estuvo el General Álvaro

Obregón, lo recuerdo vigoroso, con su brazo mutilado,

la manga arremangada en su brazo derecho, ese

ambiente posrevolucionario me tocó vivir. En 1934, a mi

llegada a la ciudad de México a los 19 años, influyó

mucho en mí la pintura mural posrevolucionaria de

David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente

Orozco. También vi la obra de Tamayo, quien pintó temas

revolucionarios en sus frescos que están en lo que fue el

Museo Nacional de Antropología en la calle de Moneda,

en el Centro Histórico, murales influidos por Orozco, con

temas revolucionarios que son muy buenos.

–¿Cómo surge su pasión por el arte, había influencias

artísticas en su familia?

No de ninguna manera pero sí había cierto ambiente

de cultura en mi familia, debo aclarar que después de

haber sido oficial militar mi padre, mi abuelo siguió

durante algunos años en el ejército. Mi padre fundó un

taller de zapatería y llegó a tener la fábrica de calzado

más importante en Jalisco y les gustaban, tanto a mi

padre como a mi madre que tenía una gran sensibilidad,

la música y la ópera. Teníamos un piano, una pianola

con rollos de papel con las óperas italianas de la Tosca y

la Traviata, y nos ponían en la pianola a pedalearle, ése

era el ambiente, aparte de mis visitas al Museo Regional

de Guadalajara en donde estudié desde los 12 años, en

la Escuela Libre de Pintura que se encontraba en el

Museo y que dirigía el pintor Ixca Farías que fue mi primer

animador. Después, cuando entré a la secundaria a

los 13 años, mi maestro José Vizcarrame llevó a su estudio,

me cogió del hombro al ver un dibujo que yo había

hecho en el Museo y me dijo: “Raúl, tal vez éste sea

tu destino.”

–¿Qué había en ese dibujo?, le pregunto al maestro

mientras deja el caballete y me invita a pasar a la sala de

su casa, que es la continuación de una gran galería

donde el Autorretrato, 1947, el retrato de Mi abuela, y

el retrato de Brigitta, su esposa, enmarcan la pauta de la

charla.

Era el dibujo de un joven compañero mío ante el

caballete dibujando. José Vizcarra cuando puso los

modelos en un salón muy grande con mesitas o

pedestales en medio con frutas, ollitas, cacharros, para

que se empezara a hacer la clase del dibujo del natural,

cuando vio mi dibujo en el cuaderno preguntó: “¿Usted

lo hizo?”, sí, le contesté, pero dudó y me pidió lo

hiciera en sentido inverso. Así, entonces lo hice durante

la clase y antes de que terminara se lo llevé y me dijo:

“Raúl, espérame a la salida”, yo me puse a temblar, creí

que me iba a regañar. Al salir, poniéndome la mano en

el hombro, me dijo: “Raúl, tal vez éste sea tu destino, te

voy a llevar a mi estudio”, pero maestro, “le tengo que

pedir permiso a mis padres”, y dijo: “no te voy a cobrar”,

así empezó mi carrera como artista a los 13 años,

aunque ya a los 12 había estudiado un año en el museo,

pero claro, luego mi padre y mi madre que es quien más

me apoyó, me pagaban mis clases y los materiales de

pintura, etcétera.

Pero precisamente mi abuela paterna que está ahí en

ese retrato –señala la obra–, tenía en su casa una reproducción

en blanco y negro de la Sagrada Familia de

Rafael Zancio, ella vivía en un ángulo de gran patio,

donde había un corral con árboles y gallinas. Vivía con

ella una tía mía soltera, hermana de mi padre; en otro

ángulo vivía mi bisabuela que tenía 85 ó 90 años, la

recuerdo desgranando maíz para estar ocupada con

otras tías abuelas mías. Ahí, en esa casa de mi abuela,

estaba esa reproducción, es lo primero que yo vi cuando

tenía seis años, como arte fuerte clásico de gran dibujo.

Esto se lo conté años después al presidente de Italia,

Giovanni Leone, en 1975 que inauguró mi exposición en

Roma, en el Instituto Italo Latinoamericano y me preguntó,

te lo voy a decir en italiano porque se entiende y

es bonito, me dice, maestro, viendo mi exposición verdad,

yo ya lo conocía a él diez años antes cuando era

senador, que inauguró otra exposición mía en Roma:

“cuale tatala la sua origene”, yo le contesté: “Señor

Prescíndete, la mía origene estata completamente italiana

macome maestro, mi nia nona paterna, mi abuela,

una reproduccione en vianco i nero de la sacra familia de

Rafaelo Sancia ecuelo estato el primo empato

emocionales artístico de la mía vitta,” ¿se entiende?

–Claro.

Yo dije bueno, era de origen el rigor, lo que no le dije

y acabo de recordar en un homenaje que me hicieron en

Cancún, al embajador de Italia, Sergio Catani, amigo mío

y a mí nos dieron un gran banquete, le dije, quisiera

recordar ahora porque él recordó también eso y yo no

mencioné que en ese entonces Leone muy impresionado,

le explicaba yo mi obra, me concedió la condecoración

más alta de la República Italiana, el Grado de

Comendatore y dice: “el maestro Anguiano, por modestia

no mencionó que tiene la condecoración”, pero yo

dije pero ahora si me acuerdo de otra cosa señor

embajador, el primer o segundo óleo que pinté en mi

vida en el Museo, en cartón, desgraciadamente desapareció

porque sólo le apliqué una mano de aguacola y

recuerdo dos oleos que fueron los primeros que hice

antes de estudiar con Vizcarra, a los doce años, fue una

ollita que hice del natural, un jarro verde de barro y un

retrato de Dante Alhigeri, qué curioso y qué coincidencia

que copié de las láminas que nos ponía mi maestro Ixca

Farías, ahí en una capilla que era nuestro estudio del

grupo de la clase de las estancias de Rafael, había una

reproducción del Dante por Rafael Zancio. Esos fueron

mis primeros óleos, sí pero ¿qué quiere decir eso? El

rigor clásico del dibujo ha sido la base en toda mi carrera

artística.

–Es decir, el dibujo es la esencia en el arte de Raúl

Anguiano, quien a los 15 años ingresa a la Escuela Libre

de Pintura.

Fue a los 12 años cuando ingresé a la Escuela Libre

de Pintura, porque a los 13 entré a la secundaria y al

estudio del maestro José Vizcarra, a los 12.

–¿Cuál fue su experiencia en la Escuela Libre de

Pintura y en la Cofradía de Pintores de Jalisco?

Fue muy grata, recuerdo que llegué y me dijeron de

esa escuela al aire libre en los claustros del Museo, ese

edificio colonial precioso exconvento, lleno de árboles y

plantas, donde ensayaba la Sinfónica de Guadalajara.

Siempre que escucho la Zherezada de Rimski Korsakov,

cuya tumba visité en Leningrado hace algunos años,

recuerdo aquel ambiente maravilloso donde yo empecé

a pintar. Me impresionaban las estampas de Miguel

Ángel y de Rafael, las perspectivas que empecé a dibujar

de los claustros del Museo; pero no nos daban una educación

académica, sino nos decían: “hagan lo que quieran”

y el maestro Ixca Farías con mucho tino y luego que

bueno que me preguntaste, porque recuerdo algo de las

colecciones del Museo, había una serie de grandes cuadros,

casi como este muro de dos o tres metros por dos

o algo así de la vida de San Francisco de Murillo o producidos

en el taller de Bartolomé Esteban Murillo tal vez

retocadas por él, nada más en Murillo, eso para mi fue

impresionante.

También había dos cuadros o trípticos de Luca

Giordano, esto lo veía a los 12 años, actualmente tengo

79, uno era un cuadro de la presentación de la

Virgen al templo, recuerdo la gran textura de color y

mucha soltura de pincel. Otro de esos cuadros tenía un

balazo, decían que era un balazo de la revolución, pero

qué impresión tendría yo que en 1952 durante mi primer

viaje a Europa, en la Iglesia de la Santa Salute en

Venecia, estaba un cuadro mural de Luca Giordano que

era para el cual había servido aquel boceto que está en

el Museo de Guadalajara. No sé qué habrá pasado con

esos cuadros, ha desaparecido mucha obra del Museo,

también había 50 ó 100 dibujos de Ponce de León, un

artista local de Jalisco que había estado en París y tenía

influencia de Toulouse Lautrec, eran dibujos al carbón,

muy rápidos y muy buenos. Las últimas veces que he ido

a Jalisco y he podido estar en el Museo, ya no había más

que unos cuantos cuadros, se ha perdido mucha obra,

en fin pero quizá ya me desvié del tema.

–Hablaba de cuándo y por qué llega a la ciudad de

México.

Es otra pregunta pertinente porque a los 17 años

empecé a dar clases como maestro de dibujo en las

escuelas primarias de Guadalajara, para ayudar a mi

numerosa familia. La fábrica de mi padre había quebrado

por meterse él a la política, descuidó su fábrica, quebró

y me vi obligado a trabajar siendo yo el mayor de

diez hermanos, aunque murió uno de bebé, cinco hermanos

y cuatro hermanas, a trabajar como maestro de

dibujo. Se facilitaron las cosas porque el poeta y escritor

Manuel Martínez Valadez, primo de mi madre, pertenecía

a un grupo del centro bohemio de la época de Zuno

y todos ellos, era Director de Educación en Jalisco y él

me dio el empleo de maestro para que ayudara a

mi madre y a mi familia cuando él dejó de ser Director de

Educación, y nos cesaron a los pocos maestros que trabajábamos

ahí, entre ellos Rubén Mora Gálvez, gran pintor

muy olvidado, no recuerdo si a Ixca Farías, tal vez no

porque él era inspector y me orientó para dar mis clases,

entonces quedándome sin empleo, no sé si trabajé un

año o algo así; no más, pues era de los 17 a los 19 años,

estaba ya yo sin empleo, me faltaba dinero para

pagar la renta de mi estudio y comprar material.

Formaba parte del grupo Pintores Jóvenes de Jalisco

junto con Francisco Rodríguez a quien llamábamos

“Caracaya”, porque había en el Museo unos y

esos del busto del emperador Caracaya con el labio inferior

muy saliente, que se parecía a Pancho, por eso le

pusimos así, a él le gustó y así siguió firmando:

Caracaya. Éramos miembros de ese grupo Francisco

Rodríguez Caracaya, Jorge Martínez muy buen pintor

que vive todavía en Guadalajara y yo, había un cuarto

miembro a quien llamábamos “el tesorero”, no recuerdo

el nombre porque era el tesorero del grupo y entonces ya

sin empleo, sin medios para seguir me vine a México

porque iba a ver oposiciones para maestros de

artes plásticas. Yo fui el único que me animé a venir después

de que un amigo nuestro, el pintor Roberto Reyes

Pérez también muy olvidado, me mandó un telegrama

para que nos viniéramos.

Llegué en 1934, esto se lo dije al arqueólogo

Eduardo Matos en el cincuentenario del Palacio de

Bellas Artes en 1984, cuando me invitó a un programa

que dirigió por televisión desde el Palacio de Bellas

Artes, donde tomamos parte un arquitecto que explicó

los orígenes del palacio, otra persona que habló de

ópera y yo hablé de pintura.

Eduardo Matos me preguntó: “Maestro, ¿Qué

recuerda usted de Bellas Artes?” y contesté: “Llegué en

1934 a la calle de Guatemala 50, que ya no existe porque

usted destruyó eso para hacer aflorar el Templo Mayor

–sonríe–.

Llegué a vivir con una tía hermana de mi madre, mi

tía Cuca y su esposo, mi tío Carlos Barrón que era sastre.

Recuerdo que un viaje en taxi hasta la Villa de

Guadalupe costaba 50 centavos. También vi pintar estos

dos murales que teníamos a las espaldas, el de Orozco y

si quiere le digo lo que nos dijeron Diego y Orozco en

esa visita, es un poco rudo, –“dígalo maestro, contestó

Matos Moctezuma, aunque me cesen”–, fui con mis amigos

Roberto Reyes Pérez quien fue el que me apoyó y

Jesús Guerrero Galván gran pintor que había sido mi

amigo en el Museo Regional cuando él ya había estado

cinco años con Vizcarra, ya era un gran pintor a los 18

cuando yo tenía 12, él tenía 17, entonces Roberto Reyes

Pérez, Jesús Guerrero Galván, Máximo Pacheco

ex ayudante de Diego Rivera muy olvidado, Juan Manuel

Anaya y yo fundamos un grupo que se llamó otra vez

la Alianza de Trabajadores de Artes Plásticas; me llevaron

a visitar a Diego y luego a Orozco cuando pintaban y nos

dijo Diego: “ya vieron la escenografía que está pintando

Orozco, La catarsis,”. nosotros no comentamos nada,

después fuimos a visitar a Orozco más tarde y dijo: “ya

saben que Diego va a decorar la carretera México Laredo

con caca”, esto mejor escríbelo con puntos suspensivos.

Sí, he vivido esa época maravillosa de México.

Eduardo Matos me pidió que siguiera hablando

sobre música y conté lo siguiente: “Aquí vi dirigir hace

muchos años al creador Carlos Chávez la Sinfónica de

México y a Igor Stravinski, La consagración de la primavera

y 30 años después volví a ver y a escuchar a

Stravinski arrastrando ya los pies ahí en Bellas Artes. Vi

dirigir a grandes directores y compositores, escuché

estrenar el Renacuajo Pasiador de Revueltas, los sones

de mariachis de Pablo Moncayo y la música de Blas

Galindo, paisanos míos y en teatro, vi actuar a María

Teresa Montoya, a Gómez de la Vega, así como

dirigir sus obras a Rodolfo Usigli, Xavier Villaurrutia y

Salvador Novo. He visto medio siglo y más aquí en Bellas

Artes, y empecé a dar clases a los 21 años en la escuela

del INBA, especialmente en La Esmeralda donde di clases

durante 32 años desde el año de 1940.

En 1935, exhibí a los 20 años de edad en el Palacio

de Bellas Artes, junto con Máximo Pacheco, apoyados

por el poeta José Muñoz Cota a quien considero también

mi padrino estético porque él me dio el primer empleo,

es decir estuve un año sin empleo hasta que tomó posesión

Lázaro Cárdenas y nombró Director del

Departamento de Bellas Artes que no era Instituto, a

José Muñoz Cota quien me dio ese empleo y empecé

a dar clases durante 32 años.

También tuve el honor de que el gran pintor y muralista

Fernando Leal escribiera el primer artículo sobre mí

obra, sobre esa exposición en el suplemento cultural de

El Nacional, que entonces tenía rotograbado.

–¿Recuerda lo que escribe Fernando Leal en ese

artículo?

Hablaba de mi fuerza, de mi talento porque los cuadros

que exhibí, tengo todavía unas acuarelas que te voy

a mostrar, influidas por la pintura mural de Diego tal vez

Orozco, hablaba ya de la fuerza de mi dibujo, siendo él

un gran dibujante, Fernando Leal, muy olvidado, un

hombre muy culto también.

–Usted pertenece a la generación de muralistas,

hábleme de la Escuela Mexicana de Pintura y de los

murales que realiza a los 21 años de la Revolución y

Contrarrevolución, que pintó en la Confederación

Revolucionario Mexicana del Trabajo de Morelia,

Michoacán.

Ahí pintamos siendo miembros de la Liga de

Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), varios artistas

que yo guié: yo pinté dos murales, Revolución y

Contrarrevolución, Alfredo Zalce y Leopoldo Méndez en

colaboración pintaron un mural sobre la Revolución

Rusa, me parece que también con Santos Balmori, pero

esos murales fueron borrados años después bajo las

órdenes de un vivo arquitecto analfabeta, puesto que era

Jefe de la junta de mejoras de Morelia y mandó borrar

esos murales que eran muy interesantes. Yo tengo por

aquí el mío, bueno ésa fue una brigada cultural de la LEAR

que pintamos ese mural, pero luego yo dirigiendo un

equipo en 1936 ó 1937, pintamos varios murales en el

Centro Escolar Revolución.

Yo pinté tres murales, también dirigí el equipo

teniendo 21 años, porque era el único que sabía pintar al

fresco de todos los pintores, entre los que trabajó un

gran pintor colombiano. Esto se lo conté el otro día al

Embajador de Colombia en los Pinos, en la cena del

Presidente de Guatemala, quien dijo cosas muy interesantes

sobre lo de Chiapas, Ignacio Gómez Jaramillo

pintó un mural o dos no recuerdo, Aurora Reyes coyoacanense

también pintó un mural, Everardo Ramírez gran

grabador y pintor que murió hace unos años también

coyoacanense, Gonzalo de la Paz Pérez creo que tampoco

vive ya y Antonio Gutiérrez y yo, yo dirigí el equipo.

Nos pagaban muy mal como siempre la pintura mural,

pero yo sabía desde armar nuestro andamio, comprábamos

vigas no demasiado gruesas, clavos enormes y martillo,

hacíamos la estructura de nuestro andamio nosotros

mismos, solamente ocupábamos la ayuda del albañil

para preparar los aplanados, eso lo puedes ver en los

murales en el Centro Escolar Revolución.

He pintado poco porque no me gusta pedir chamba,

pero tengo tres murales importantes en el Museo

Nacional de Antropología, el más grande en la Sala

Maya, La creación del hombre maya, de acuerdo con el

Popol Vuh, porque quiero recordarlo en relación con

esto; por eso me invitó mi amigo el arquitecto Pedro

Ramírez Vázquez, porque sabía de mi interés por la cultura

maya y de mi expedición a Bonampak en 1949, en

que yo tomé parte en esa expedición. Conocí la selva

lacandona cuando era un mar verde de vegetación

de 20 mil kilómetros cuadrados. Se han acabado la selva,

yo oigo que dicen que se internan en la selva, lo veo todo

pelón, que los sandinistas se internan en la selva y

veo pelón no sé si realmente no dejen fotografiar la

selva, pero yo volví en 1963 con mi hijo Pablo, Luis

Nishizawa y el pintor japonés Toneyama, y recuerdo que

ya habían talado unas áreas enormes. Se veía por ejemplo

en Ocosingo, los lugares en donde ahora son conflictivos

de México, el Zontenhuits, la montaña más alta

de esa zona, los árboles como palillos tirados los

vi desde el avión, es decir han destruido la selva

lacandona y yo quisiera en este momento recordar lo

que dijo José. E. Iturriaga, en un ensayo que escribió

sobre mi: “Raúl Anguiano, en su cuadro de La Espina, se

ven las caobas quemadas”, pero los lacandones no destruyen

más que áreas pequeñas, quemaban los árboles

para que penetrara el sol, la luz del sol y poder cultivar

la tierra, pero no acababan con la selva y luego como

dijo Iturriaga, desde el año 49 ó 50, “Raúl Anguiano dio

la voz de alarma de la destrucción de la selva lacandona”.

–¿Qué le angustia a un artista como usted, de la

situación actual de México?

Dos de las cosas que más me angustian de nuestro

México, es la destrucción de la Selva Lacandona y otros

bosques y la explosión demográfica que es el

mayor pecado de México, la peor mancha. Yo he dicho

sobre Chiapas, el Estado con mayor índice de crecimiento

demográfico, y de los mismos chamulas, tojolabales,

huastecos, yo he visitado a todos los mayas, Chiapas, ya

no sólo en la selva tienen un índice de natalidad muy

alta, están peleando por la tierra, quieren que se expropie

la tierra a los que están produciendo ganado, maíz,

no sé, si son pequeños propietarios, hay que respetarlos,

son los que producen, por otro lado hay mucha demagogia

en esta crisis Chiapaneca.

También digo esto: el indio, los chamulas y todas

esas tribus con una subdivisión de la tierra si se divide,

se habla de ejidos que puede dar para supervivencia de

una familia o dos que no producen granos pero producen

hijos como conejos, entonces no hay que hacer

tanta demagogia hay que enfocar todos esos problemas

y agrego, la explosión demográfica no es culpa

de este gobierno ni del gobierno general y sobre la injusticia,

me preguntaron en una conferencia que di el 20 de

enero en el Museo de Arte de San Diego, California, yo

estaba angustiado por este problema ya yo dije

entonces lo que dijo hace unos días el presidente

de Guatemala, yo dije, nada más adivinando o sintiendo

lo que estaba viendo en la televisión de Estados Unidos,

viendo gente con acento extranjero viendo una serie de

cosas, dije: “son guerrilleros sin empleo que vienen del

sur y a la aventura, porque la injusticia viene desde hace

500 años”.

Los indios necesitan ayuda, es verdad, pero que no

se enarbole el hambre, la miseria, los indios como bandera

para provocar un conflicto que puede escindir a

México, es peligrosísimo. El Presidente de Guatemala

acaba de decirlo hace algunos días, no descarto y además

afirmó que este problema de guerrillas que ellos

vienen padeciendo por tres décadas, no se lo hubiera

deseado al hermano México, en el que seguramente hay

guerrillas de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, así lo

dijo el Presidente de Guatemala, no lo decía yo verdad,

entonces ojalá esto se resuelva con inteligencia y

con energía, pero las etnias indígenas, yo he sido indigenistas

en el sentido de que he pintado a los indios de

México, lo que necesitan son pocas cosas, a los lacandones

los visité en 1949 y 1963, ya había ahí evangelistas

y el Instituto Lingüístico de Verano con radio, etcétera

eso me despertó mucha inquietud, así como la división

entre protestantes y católicos, es decir, las religiones

dividiendo a los indígenas, no todos son zapatistas.

Por eso he dicho que los indígenas lacandones, los chamulas

necesitan cuatro cosas: educación bilingüe en

primer término, atención médica seria y eficiente, mejores

métodos de cultivo para que produzca las tierras, que

puedan tener o puedan disponer y control de la natalidad,

control, eso hay que aplicarlo ahora; en una entrevista

que me hicieron en Monclava, yo dije no religión,

pusieron no reelección, que los dejen con sus creencias.

–Sí, de hecho recuerdo sus obras como son Días de

Mercado en San Juan Chamula referente a Chiapas,

Chozas también de San Juan Chamula, siempre le

ha interesado y siempre formó parte de su obra el tema

de los indígenas. ¿Cómo conoce a José Clemente Orozco,

a Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros? ¿Cuál es el

Legado de la Escuela Mexicana de Pintura en el arte

de México? Bueno, como dijo Samuel Ramos, la pintura

mural de México es el fruto más alto de la Revolución

Mexicana, eso nadie lo puede negar, además el mismo

Octavio Paz, en recientes mesas redondas, yo lo he escuchado,

ha dicho que puede haber muchos defectos pero

nadie puede negar que la Revolución Mexicana produjo

cultura y produjo la pintura mural que es un fenómeno

del siglo XX, muy importante con todos los defectos que

pueda tener y con todos los fanatismos ideológicos de

los istmos y las ideologías que ha criticado Octavio Paz.

Yo he afirmado en muchas ocasiones que en mi

generación, que es la tercera porque hay una intermedia

que son los puristas como un Agustín Lazo, Manuel

Rodríguez Lozano que casi se interpolan las generaciones,

Julio Castellanos, Jesús Guerrero Galván, bueno

Roberto Montenegro ya es contemporáneo de los viejos,

pero luego veníamos un poco más jóvenes, me defino a

mí y a otros contemporáneos míos, heterodoxos de la

Escuela Mexicana de Pintura, porque no los hemos

seguido fielmente ni en lo político ni en lo estético,

hemos buscado nuestro propio camino.

Algunos pintores de mi generación si se han inclinado

políticamente, pero de los pintores de mi generación

quedamos tres viejos muralistas Alfredo Zalce

que nació en 1908 en Michoacán, José Chávez

Morado que nació en 1909 en Guanajuato y yo Raúl

Anguiano que nací en 1915 en Guadalajara y luego vienen

otros pintores más jóvenes que son de esa generación

a quienes respeto. El otro día en la Academia de

Artes, cuando se hablaba de la posibilidad de un nuevo

miembro que ingresara no hubo mayoría de votos,

entonces dije los que yo respeto ustedes no aceptan

ingresar como Alfredo Zalce o Chávez Morado.A

Nishizawa yo lo propuse en la Academia de Arte. Zúñiga

ingresó, pero luego se enfermó, también un Alfredo

Zalce, un Ricardo Martínez, un Guillermo Meza muy

olvidado, son gentes que respeto, luego hay muchos

muy buenos en verdad, decíamos de la generación, eso

es lo que yo le quería decir yo, me preguntaron de esto

hace muchos años en una conferencia que di en Frudem

Institute en Finix Arizona, en un auditorio lleno de maestros

y alumnos, entonces me preguntaban sobre una

conferencia, sobre Bonampak, en la selva lacandona, de

Diego Rivera, qué ideología sustenta y dije: “Diego

Rivera qué ideología sustenta pues es troskista, entonces

era troskista y Siqueiros, comunista, Orozco es una

especie de anarquista o nihilista, está en contra de las

ideologías y los partidos políticos, entonces me preguntaron

y usted, yo sigo a Orozco porque he estado en

contra de toda autoridad empezando por la de mi padre,

pero fíjate qué interesante para los que nos desencantamos

del socialismo y otras utopías, Orozco ya en los

años 30 delató o pintó el circo ideológico, si ves el mural

en el Palacio de Gobierno de Jalisco donde está el gran

Hidalgo, ahí están los payasos ideológicos Hitler,

Mussolini, Stalin, esto era entonces una herejía y hubieran

quemado vivo a Orozco, porque pintó a Stalin, a

Hitler, a Mussolini como payasos jugando con los símbolos

de las ideologías y luego en el Hospicio Cabañas

que ahora es el Instituto Cultural Cabañas pintó y también

es premonitorio, un soldado ruso embozado o no

se le ve la cabeza, se le ve empuñando un látigo y una

alambrada de púas y atrás como rieles, el proletariado

marchando como robot.”