RAUL ANGUIANO MEMORIA HISTÓRICA
DE UN PINTOR
LUZ GARCÍA
MARTÍNEZ
A René Avilés
Fabila, en este
nuevo
encuentro cultural
La cita fue
el 29 de marzo de 1994, un sábado a las cinco
de la tarde,
era un día cálido cuando llegué por primera
vez a la
calle de Francisco Sosa, en el antiguo barrio de
Coyoacán, a
la casa estudio del pintor y muralista Raúl
Anguiano. Me
abrió el enorme portón de la residencia
un hombre
delgado, de cabello cano, camisa azul a cuadros,
con unos
expresivos ojos cafés tras sus
lentes, quien
sonriente me dijo: “¡Qué puntual eres, son
exactamente
las cinco de la tarde¡ Yo te conocí en el
homenaje que
le hicieron a José Luis Cuevas en
el Palacio de
Bellas Artes, intitulado ‘Cuevas y los escritores’
donde tú
participaste¡” Esto me sorprendió, en
efecto
recientemente había participado en ese homenaje
a José Luis
Cuevas, otro gran pintor admirado, quien
me decía
constantemente, “Luz, tienes que conocer a un
gran artista:
Raúl Anguiano.”
del arte a El
Greco, Rembrandt, Miguel Ángel, Van Gogh,
Picasso y
Cézanne, me invitó a pasar a su casa construida
con cantera.
A desnivel se ubica su estudio,
mientras
éramos seguidos por los ladridos de un gracioso
perro
xolohuistle, el querido Tajín, que desde ese
momento ha
formado parte también de estas vivencias.
A partir de
ese día he tenido una serie de conversaciones
a lo largo de
una década, con el autor de la célebre
obra La
Espina, 1952, que se encuentra en el Museo de
Arte Moderno
en la ciudad de México. Conocía ya otros
estudios de
artistas como los de Arnold Belkin, el primer
pintor que
entrevisté, Manuel Felguérez, Vicente Rojo,
Juan Soriano, Sebastián y José Luis Cuevas, pero el
estudio del
maestro Anguiano es sumamente impresionante:
en dos
enormes caballetes sobresalían óleos en
proceso,
junto a ellos, cajas con pinturas, pinceles,
gomas,
lápices, acuarelas, estopa. Enormes domos
jugaban con
la luz todavía del día que iluminaba figuras
prehispánicas
de dioses como Tláloc, Huehuetleot,
Quetzalcoatl
y cabecitas sonrientes olmecas. En una
gran mesa se
apilaban serigrafías, litografías y dibujos,
donde
desfilan el retrato de Sor Juana Inés de la Cruz,
Na-kin,
Dolientes, Emiliano Zapata, El Quijote. Conocer
cada espacio
del estudio era entrar en las raíces de un
artista
excepcional, que expresaba cierta melancolía
ensus ojos,
cuando miraba un óleo donde aparecía una
mujer
sollozando.
México,
nuestro país vivía y experimentaba hechos
sangrientos
que han marcado su historia contemporánea.
Sí, el cuadro
que había en el caballete se intitula
“Dolor por
Colosio”. Frente a esa obra, empecé una
larga
conversación con el pintor y muralista Raúl
Anguiano, que
ha sido expresada en el libro Trazos de
vida de Raúl
Anguiano (García Martínez, Luz, Fundación
Alejo Peralta
y Díaz Ceballos e Instituto Politécnico
Nacional
1999), Raúl Anguiano: La imaginación de un
artista (CIC,
IPN, 2003) y Raúl Anguiano, memoria histórica
de un pintor,
de próxima publicación.
El presente
texto es el inicio de una serie de vivencias
con el maestro
Raúl Anguiano, realizadas de marzo
de 1994 a
septiembre de 2004, un interminable
diálogo en su
casa estudio, cuando imparte sus conferencias,
cuando
realiza un mural o simplemente, caminando
por las
calles de Coyoacán. Gabriel García
Márquez ha
señalado que “la entrevista es como un acto
de amor y
sólo sale bien cuando dos personas se quieren”,
quizá estas
palabras definen mis charlas con el
maestro Raúl
Anguiano: conversaciones que se fueron
transformando
en un acto de amor, un acto de admiración
donde una
importante participación para el éxito de
ellas fue la
atención de Brigitta, su esposa.
En el año
2000 viajé al sur del país, visité el mundo
maya:
Palenque, Comalcalco, Yaxchilán, Dizbaché, Tulum
y
especialmente Bonampak. Deseaba conocer ese contexto
que definió
en forma definitiva el arte de Raúl
Anguiano. Al
llegar a Bonampak, 50 años después de
cuando él lo
visitó, vi a dos niñas lacandonas descalzas,
columpiándose
de las lianas de una ceiba de más de 30
metros de
altura. La más pequeña, de unos cinco años,
de grandes y
rasgados ojos negros, ojos con luz de
melancolía,
enmarcaban su carita pálida, desnutrida y
de lacios
cabellos negros que me recordó a Na-Kin o
Margarita a
quien el maestro descubrió tan pronto llegó
a la selva
lacandona. Ella era la más joven y tenía una
belleza
oriental muy especial, tan pronto le fue posible
empezó a
dibujarla así como a otros lacandones.
“Estos
indígenas revelaban el espíritu de los mexicanos
a través de
su mirada, en ellos redescubría el significado
de los más de
500 años de historia del México profundo,
pluricultural
y pluriétnico”.
Señala
Anguiano que en una salida a la selva, cuando
había luz de
día porque en ocasiones en la selva
cerrada ni
siquiera penetra el sol, salían a explorar un
poco, vio a
una lacandona, la vieja María que le pidió
un cuchillo
que llevaba al cinto. “A la vieja María se le
clava una
espina en un pie, me pide mi navaja y con la
punta se la
saca. A pesar de que le sangra el pie, se incorpora
y sigue
caminando. Era un pie rudo, con callos,
pero la vieja
María siguió caminando como si nada. En
mi obra eso
está idealizado porque dibujé después a Ko,
una joven
lacandona y de ahí surgió la creación de
La espina.”
El mecer de
las niñas en las lianas y el impactante
rugir de los
monos zarahuatos en una calurosa mañana,
enmarcaban el
majestuoso escenario que en otro tiempo
asombrara a
Raúl Anguiano. Subí las escalinatas del
Templo de las
Pinturas, donde están los frescos
de Bonampak,
admiré las escenas de los músicos, de
los
sacrificios y mutilaciones en los murales que tanto
impresionaron
al maestro. A la entrada de las ruinas, en
una placa, se
anuncia quienes la descubrieron y un
nombre se
destaca entre ellos: Raúl Anguiano.
23 de marzo
de 1994. Frente al óleo de Dolor por
Colosio, que
el pintor empieza a retocar, me siento junto
a él mientras
juego con el pequeño Tajín y el maestro
dice: “Le
puse la fecha del día del sacrificio.” ¿Cómo
surge este
cuadro?
Mira tengo
otro dibujo de Luis Donaldo Colosio que
le iba a
regalar el próximo mes. Estuve con él cuando inició
su campaña
presidencial en Guadalajara, se lo iba a
regalar y
tiene fecha si quiere ver ahí, del 9 de
febrero.
Este otro
dibujo lo realicé hace unos días en que
estaba muy
triste por el crimen artero en que murió mi
amigo Luis
Donaldo Colosio a quien yo había
acompañado el
mes pasado a su gira por Jalisco, mi tierra,
y
coincidentemente bajándonos del avión de línea
comercial en
que viajamos 30 invitados del Distrito
Federal,
originarios de Jalisco algunos como yo, del
aeropuerto
nos transportamos en autobuses y noté que
el pavimento
era malísimo, dije “¿cómo mis paisanos no
cuidan los
caminos?”, pero lo que pasa es que íbamos a
una barriada
popular, la Colonia de Los Insurgentes,
entre un
camino de piedras y tierra. Ahí fue el primer
mitin en que
Luis Donaldo Colosio habló al ras de la tierra,
entre piedras
y cascajo.
Después de la
visita a esa colonia popular donde fue
muy bien
recibido, fuimos a un club de industriales, con
un auditorio
de lujo, es decir, la cara opuesta de la
moneda en donde
estaba gente de la cultura, de
la iniciativa
privada, de la industria, etc. y lo que fue para
mi más
interesante después de la comida en el hotel
Camino Real,
donde se nos tomó una foto de grupo a
los
acompañantes de Colosio, algunos políticos locales
de Jalisco,
hicimos un semicírculo de pie en el jardín, él
me llamó:
“Véngase maestro Anguiano”, así que nos
tomaron una
fotografía estando yo del lado izquierdo de
Colosio y del
lado derecho, el político jalisciense
Francisco
Galindo Ochoa. Me gustaría tener esa foto que
no fue
publicada en los periódicos, pero me ha impresionado
tanto ese
suceso que al estar trabajando no me
salía nada
alegre y le dije a mi modelo: “Laura, ponte
como si
estuvieras llorando.”
Mi hermano
menor al ver ese dibujo me dijo: “Raúl,
no has hecho
nada así de dramático ni doloroso desde la
muerte de mi
madre” y es cierto, cuando estaba muy
grave mi
madre, empecé a hacer temas del llanto en
dibujos y en
óleo y éste es el caso que ha motivado
este dibujo
que estamos viendo.
–¿Por qué ha
influenciado parte de su obra, la temática
política?
Es una
pregunta interesante, porque acaba de estar
aquí un joven
reportero de Guadalajara enviado por la
Casa de
Cultura de Jalisco, a entrevistar a gente de
Jalisco aquí
en México. Entrevistó a Juan Soriano,
a Joaquín
Capilla que creo no sabía que era de Jalisco, a
mí y otros y
me dijo: “Maestro, usted es la persona más
politizada de
los que he entrevistado”, esto no significa
que yo sea
militante de algún partido político,
pero quisiera
contarte una anécdota: hace seis meses se
puso la
primera piedra de la casa de la Cultura
en los
pedregales de Coyoacán, en el parque
de
Huayamilpas ubicado a espaldas del Museo
Anahuacalli
de Diego Rivera, y los vecinos del lugar
y artistas
intelectuales residentes allá, pues no sé a
quien se le
ocurrió esa idea siendo todavía Delegado en
Coyoacán, el
licenciado Carlos Salomón Cámara, entonces
yo acepté ese
honor.
En el acto
inaugural hablaron un escultor, una pintora
y algunos
políticos entre ellos; uno dio el banderazo
de la primera
piedra, que yo creí que yo iba a ponerla
con pala, me
iba a ir con traje de trabajo, pero no fue
así, resulta
que una revolvedora gigantesca como de
ocho metros
de altura, vertió el concreto (sonríe) y
el banderazo
para la primera piedra lo dio el actual
regente de la
ciudad, el Licenciado Manuel Aguilera.
Entonces me
pidieron que hablara y estoy contestando a
tu pregunta,
yo dije: “vine a la ciudad de México en 1934
cuando tenía
19 años, vivo en Coyoacán desde 1980 y en
esta ciudad
tremenda y cabezona pero muy querida por
mí, he
madurado como artista, como hombre y como
político”;
todos se quedaron muy satisfechos, especialmente
los políticos
que estaban presentes, y agregué:
“no
pertenezco a ningún partido pero me interesa la
polis, la ciudadanía,
los problemas de mis conciudadanos,
la vida
política de mi país, etcétera”; por eso he
tenido épocas
en que parte de mi obra tiene un sentido
político
(pero nunca me ha gustado que me manipule
ningún
partido político) como la que produje en el
Taller de
Gráfica Popular: durante la Segunda Guerra
Mundial, hice
carteles en contra del fachismo, del nazismo
y de la
guerra y cooperé con carteles para las campañas
de
alfabetización en apoyo a mis compañeros
maestros,
puesto que yo fui líder sindical, Secretario
General de la
Unión de Profesores de Artes Plásticas,
cuando tenía
21 años y luego fui fundador del
Taller de
Gráfica Popular donde hicimos campañas a
favor del
magisterio, del movimiento obrero, de los campesinos.
También hice
una serie de 45 litografías para
ilustrar un
libro sobre el México Rural de Nathan L.
Wethen, de
los agraristas de México o gente que intervino
en pro o en
contra de la reforma agraria, desde
Hidalgo hasta
jefes de Estado como Ruiz Cortines.
Recientemente
me hicieron un homenaje en la
Universidad
Autónoma de Chapingo, donde encontraron
en sus
archivos, una serie incompleta mía de litografías
donde esta
Pancho Villa, Plutarco Elías Calles, Álvaro
Obregón,
Emiliano Zapata, etcétera. Quiero señalar que
yo hice la
primera litografía que produjo el Taller de
Gráfica
Popular, un retrato de Emiliano Zapata en 1937.
–¿Por qué la
figura de Emiliano Zapata, maestro?
Porque ha
sido para mí una figura pura, romántica,
legendaria y
ha atraído la atención de los pintores mexicanos,
especialmente
los muralistas. En ese homenaje
en Chapingo,
presté las nueve litografías que faltaban,
me acogieron
excelentemente, hicieron videos de mi
obra y les
doné esas litografías que les faltaban.
También en
reciente conferencia que di en
Monclova,
Coahuila, donde tengo una exposición actualmente
y en un
homenaje que me hicieron en Cancún
donde di dos
charlas, presentando un cuadro de Orozco,
sobre los
zapatistas, dije: “Éste es un cuadro de los verdaderos
zapatistas,
no de los que se llaman ahora zapatistas”,
ésa es la
cosa, yo les llamo sandinistas a los de
Chiapas.
–Rufino
Tamayo decía que el arte no debe tener
compromiso de
ninguna especie más que consigo
mismo y que
el verdadero nacionalismo es el poner a
México en
competencia con los demás, ¿cuál es su
opinión?
Es otra
pregunta interesante porque quiero recordar
que en los
años 40, cuando no había televisión, nos
entrevistó el
bachiller Álvaro Gálvez y Fuentes a tres
artistas:
Leopoldo Méndez, Carlos Mérida y yo, y cuando
me preguntó a
mí: “¿Maestro Anguiano, –ya me llamaban
maestro en
los años 40-, debe o no ser el arte, político?,
contesté:
“Puede o no tener contenido político el
arte, lo
importante es que tenga calidad estética, en primer
lugar; aquí
tiene usted dos ejemplos, de un artista
político como
Leopoldo Méndez, toda su obra tiene un
sentido
político pero él es sincero en expresar sus ideas
por medio del
arte y antes que nada tiene calidad
artística;
pero también tiene usted el caso de Carlos
Mérida, cuya
pintura es apolítica, plástica decorativa,
inspirada en
el arte prehispánico, en lo maya”, de lo cual
tenía mucho
origen maya Carlos Mérida, quien nació en
Guatemala y
es también legítimo expresar en su obra lo
que el
artista quiere. Es muy buena en primer lugar porque
tiene calidad
estética y yo que he hecho
en algunas
ocasiones arte con sentido político y generalmente
trabajo con
gran libertad siguiendo las palabras
del gran
Francisco de Goya y Lucientes,
“pinto como
me da mi real gana.”, entonces lo importante
es que tenga
calidad estética. Tamayo también
tenía sus
razones, por eso es uno de los grandes
pintores de
México y muy mexicano.
–Me gustaría
que habláramos de su infancia. Usted
nació en
Guadalajara, Jalisco, el 26 de febrero de 1915.
¿Qué
recuerdos tiene de ese México Posrevolucionario,
usted ha
vivido prácticamente todo este siglo XX?
Es una
pregunta interesantísima. Yo nací el 26 de
febrero de
1915, somos hermanos en piscis, José Luis
Cuevas,
Eulalio Ferrer y yo porque nacimos el
mismo día,
pero yo soy el más viejo de los tres. En
el homenaje a
Cuevas intitulado Cuevas y los escritores
en el Palacio
de Bellas Artes, donde tú participaste, estuve
sentado en
primera fila, enfrente de ti y ese día me
hubiera
gustado hablar también sobre Cuevas.
Nací en
Guadalajara. Mi padre militó en el ejército de
Occidente,
José Anguiano, a las órdenes del general
Manuel M.
Diegues, de cuyo estado mayor formó parte
David Alfaro
Siqueiros, fíjate que coincidencia, mi abuelo
materno
también se fue a la Revolución junto con mi
padre en
contra de la dictadura de Victoriano Huerta,
después del
asesinato del Presidente Madero.
Mi madre me
contaba sobre los combates que se
realizaban
cerca de Guadalajara, de la batalla de Ocotlán
y la Batalla
de Autlán de la Grana. Mi padre era capitán
primero y mi
madre no como una soldadera, pero me
llevó en
brazos a visitar a mi padre y nos cuidaban asistentes
soldados
cuando llegábamos a quedarnos al aire
libre o a
cielo raso en algunas ocasiones, así que yo
anduve en la
revolución de bebe verdad y tengo dibujos
hechos a los cuatro
años de Venustiano Carranza
y los
artistas que ya admiraba como Pola Negri, Mary
Pitford,
Norma Shifer, y el torero Rodolfo Gaona, a quien
vi torear
siendo niño. Recuerdo que me llevaba mi padre,
algún
pariente o amigo a la plaza de toros “El Progreso”
en
Guadalajara, en los años 20.
Recuerdo
también que mi padre me llevó a un mitin
en el Teatro
Degollado donde estuvo el General Álvaro
Obregón, lo
recuerdo vigoroso, con su brazo mutilado,
la manga
arremangada en su brazo derecho, ese
ambiente
posrevolucionario me tocó vivir. En 1934, a mi
llegada a la
ciudad de México a los 19 años, influyó
mucho en mí
la pintura mural posrevolucionaria de
David Alfaro
Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente
Orozco.
También vi la obra de Tamayo, quien pintó temas
revolucionarios
en sus frescos que están en lo que fue el
Museo
Nacional de Antropología en la calle de Moneda,
en el Centro
Histórico, murales influidos por Orozco, con
temas
revolucionarios que son muy buenos.
–¿Cómo surge
su pasión por el arte, había influencias
artísticas en
su familia?
No de ninguna
manera pero sí había cierto ambiente
de cultura en
mi familia, debo aclarar que después de
haber sido
oficial militar mi padre, mi abuelo siguió
durante
algunos años en el ejército. Mi padre fundó un
taller de zapatería
y llegó a tener la fábrica de calzado
más
importante en Jalisco y les gustaban, tanto a mi
padre como a
mi madre que tenía una gran sensibilidad,
la música y
la ópera. Teníamos un piano, una pianola
con rollos de
papel con las óperas italianas de la Tosca y
la Traviata,
y nos ponían en la pianola a pedalearle, ése
era el
ambiente, aparte de mis visitas al Museo Regional
de
Guadalajara en donde estudié desde los 12 años, en
la Escuela
Libre de Pintura que se encontraba en el
Museo y que
dirigía el pintor Ixca Farías que fue mi primer
animador.
Después, cuando entré a la secundaria a
los 13 años,
mi maestro José Vizcarrame llevó a su estudio,
me cogió del
hombro al ver un dibujo que yo había
hecho en el
Museo y me dijo: “Raúl, tal vez éste sea
tu destino.”
–¿Qué había
en ese dibujo?, le pregunto al maestro
mientras deja
el caballete y me invita a pasar a la sala de
su casa, que
es la continuación de una gran galería
donde el
Autorretrato, 1947, el retrato de Mi abuela, y
el retrato de
Brigitta, su esposa, enmarcan la pauta de la
charla.
Era el dibujo
de un joven compañero mío ante el
caballete
dibujando. José Vizcarra cuando puso los
modelos en un
salón muy grande con mesitas o
pedestales en
medio con frutas, ollitas, cacharros, para
que se
empezara a hacer la clase del dibujo del natural,
cuando vio mi
dibujo en el cuaderno preguntó: “¿Usted
lo hizo?”,
sí, le contesté, pero dudó y me pidió lo
hiciera en
sentido inverso. Así, entonces lo hice durante
la clase y
antes de que terminara se lo llevé y me dijo:
“Raúl,
espérame a la salida”, yo me puse a temblar, creí
que me iba a
regañar. Al salir, poniéndome la mano en
el hombro, me
dijo: “Raúl, tal vez éste sea tu destino, te
voy a llevar
a mi estudio”, pero maestro, “le tengo que
pedir permiso
a mis padres”, y dijo: “no te voy a cobrar”,
así empezó mi
carrera como artista a los 13 años,
aunque ya a
los 12 había estudiado un año en el museo,
pero claro,
luego mi padre y mi madre que es quien más
me apoyó, me
pagaban mis clases y los materiales de
pintura, etcétera.
Pero
precisamente mi abuela paterna que está ahí en
ese retrato
–señala la obra–, tenía en su casa una reproducción
en blanco y
negro de la Sagrada Familia de
Rafael
Zancio, ella vivía en un ángulo de gran patio,
donde había
un corral con árboles y gallinas. Vivía con
ella una tía
mía soltera, hermana de mi padre; en otro
ángulo vivía
mi bisabuela que tenía 85 ó 90 años, la
recuerdo
desgranando maíz para estar ocupada con
otras tías
abuelas mías. Ahí, en esa casa de mi abuela,
estaba esa
reproducción, es lo primero que yo vi cuando
tenía seis
años, como arte fuerte clásico de gran dibujo.
Esto se lo
conté años después al presidente de Italia,
Giovanni
Leone, en 1975 que inauguró mi exposición en
Roma, en el
Instituto Italo Latinoamericano y me preguntó,
te lo voy a
decir en italiano porque se entiende y
es bonito, me
dice, maestro, viendo mi exposición verdad,
yo ya lo
conocía a él diez años antes cuando era
senador, que
inauguró otra exposición mía en Roma:
“cuale tatala
la sua origene”, yo le contesté: “Señor
Prescíndete,
la mía origene estata completamente italiana
macome
maestro, mi nia nona paterna, mi abuela,
una
reproduccione en vianco i nero de la sacra familia de
Rafaelo
Sancia ecuelo estato el primo empato
emocionales
artístico de la mía vitta,” ¿se entiende?
–Claro.
Yo dije
bueno, era de origen el rigor, lo que no le dije
y acabo de
recordar en un homenaje que me hicieron en
Cancún, al
embajador de Italia, Sergio Catani, amigo mío
y a mí nos
dieron un gran banquete, le dije, quisiera
recordar
ahora porque él recordó también eso y yo no
mencioné que
en ese entonces Leone muy impresionado,
le explicaba
yo mi obra, me concedió la condecoración
más alta de
la República Italiana, el Grado de
Comendatore y
dice: “el maestro Anguiano, por modestia
no mencionó
que tiene la condecoración”, pero yo
dije pero
ahora si me acuerdo de otra cosa señor
embajador, el
primer o segundo óleo que pinté en mi
vida en el
Museo, en cartón, desgraciadamente desapareció
porque sólo
le apliqué una mano de aguacola y
recuerdo dos
oleos que fueron los primeros que hice
antes de
estudiar con Vizcarra, a los doce años, fue una
ollita que
hice del natural, un jarro verde de barro y un
retrato de
Dante Alhigeri, qué curioso y qué coincidencia
que copié de
las láminas que nos ponía mi maestro Ixca
Farías, ahí
en una capilla que era nuestro estudio del
grupo de la
clase de las estancias de Rafael, había una
reproducción
del Dante por Rafael Zancio. Esos fueron
mis primeros
óleos, sí pero ¿qué quiere decir eso? El
rigor clásico
del dibujo ha sido la base en toda mi carrera
artística.
–Es decir, el
dibujo es la esencia en el arte de Raúl
Anguiano,
quien a los 15 años ingresa a la Escuela Libre
de Pintura.
Fue a los 12
años cuando ingresé a la Escuela Libre
de Pintura,
porque a los 13 entré a la secundaria y al
estudio del
maestro José Vizcarra, a los 12.
–¿Cuál fue su
experiencia en la Escuela Libre de
Pintura y en
la Cofradía de Pintores de Jalisco?
Fue muy
grata, recuerdo que llegué y me dijeron de
esa escuela
al aire libre en los claustros del Museo, ese
edificio
colonial precioso exconvento, lleno de árboles y
plantas,
donde ensayaba la Sinfónica de Guadalajara.
Siempre que
escucho la Zherezada de Rimski Korsakov,
cuya tumba
visité en Leningrado hace algunos años,
recuerdo
aquel ambiente maravilloso donde yo empecé
a pintar. Me
impresionaban las estampas de Miguel
Ángel y de
Rafael, las perspectivas que empecé a dibujar
de los
claustros del Museo; pero no nos daban una educación
académica,
sino nos decían: “hagan lo que quieran”
y el maestro Ixca Farías con mucho tino y luego que
bueno que me
preguntaste, porque recuerdo algo de las
colecciones
del Museo, había una serie de grandes cuadros,
casi como
este muro de dos o tres metros por dos
o algo así de
la vida de San Francisco de Murillo o producidos
en el taller
de Bartolomé Esteban Murillo tal vez
retocadas por
él, nada más en Murillo, eso para mi fue
impresionante.
También había
dos cuadros o trípticos de Luca
Giordano,
esto lo veía a los 12 años, actualmente tengo
79, uno era
un cuadro de la presentación de la
Virgen al
templo, recuerdo la gran textura de color y
mucha soltura
de pincel. Otro de esos cuadros tenía un
balazo,
decían que era un balazo de la revolución, pero
qué impresión
tendría yo que en 1952 durante mi primer
viaje a
Europa, en la Iglesia de la Santa Salute en
Venecia,
estaba un cuadro mural de Luca Giordano que
era para el
cual había servido aquel boceto que está en
el Museo de
Guadalajara. No sé qué habrá pasado con
esos cuadros,
ha desaparecido mucha obra del Museo,
también había
50 ó 100 dibujos de Ponce de León, un
artista local
de Jalisco que había estado en París y tenía
influencia de
Toulouse Lautrec, eran dibujos al carbón,
muy rápidos y
muy buenos. Las últimas veces que he ido
a Jalisco y
he podido estar en el Museo, ya no había más
que unos
cuantos cuadros, se ha perdido mucha obra,
en fin pero
quizá ya me desvié del tema.
–Hablaba de
cuándo y por qué llega a la ciudad de
México.
Es otra
pregunta pertinente porque a los 17 años
empecé a dar
clases como maestro de dibujo en las
escuelas
primarias de Guadalajara, para ayudar a mi
numerosa
familia. La fábrica de mi padre había quebrado
por meterse
él a la política, descuidó su fábrica, quebró
y me vi
obligado a trabajar siendo yo el mayor de
diez
hermanos, aunque murió uno de bebé, cinco hermanos
y cuatro
hermanas, a trabajar como maestro de
dibujo. Se
facilitaron las cosas porque el poeta y escritor
Manuel
Martínez Valadez, primo de mi madre, pertenecía
a un grupo
del centro bohemio de la época de Zuno
y todos ellos,
era Director de Educación en Jalisco y él
me dio el
empleo de maestro para que ayudara a
mi madre y a
mi familia cuando él dejó de ser Director de
Educación, y
nos cesaron a los pocos maestros que trabajábamos
ahí, entre
ellos Rubén Mora Gálvez, gran pintor
muy olvidado,
no recuerdo si a Ixca Farías, tal vez no
porque él era
inspector y me orientó para dar mis clases,
entonces
quedándome sin empleo, no sé si trabajé un
año o algo
así; no más, pues era de los 17 a los 19 años,
estaba ya yo
sin empleo, me faltaba dinero para
pagar la
renta de mi estudio y comprar material.
Formaba parte
del grupo Pintores Jóvenes de Jalisco
junto con
Francisco Rodríguez a quien llamábamos
“Caracaya”,
porque había en el Museo unos y
esos del
busto del emperador Caracaya con el labio inferior
muy saliente,
que se parecía a Pancho, por eso le
pusimos así,
a él le gustó y así siguió firmando:
Caracaya.
Éramos miembros de ese grupo Francisco
Rodríguez
Caracaya, Jorge Martínez muy buen pintor
que vive
todavía en Guadalajara y yo, había un cuarto
miembro a
quien llamábamos “el tesorero”, no recuerdo
el nombre
porque era el tesorero del grupo y entonces ya
sin empleo,
sin medios para seguir me vine a México
porque iba a
ver oposiciones para maestros de
artes
plásticas. Yo fui el único que me animé a venir después
de que un
amigo nuestro, el pintor Roberto Reyes
Pérez también
muy olvidado, me mandó un telegrama
para que nos
viniéramos.
Llegué en
1934, esto se lo dije al arqueólogo
Eduardo Matos
en el cincuentenario del Palacio de
Bellas Artes
en 1984, cuando me invitó a un programa
que dirigió
por televisión desde el Palacio de Bellas
Artes, donde
tomamos parte un arquitecto que explicó
los orígenes
del palacio, otra persona que habló de
ópera y yo
hablé de pintura.
Eduardo Matos
me preguntó: “Maestro, ¿Qué
recuerda
usted de Bellas Artes?” y contesté: “Llegué en
1934 a la
calle de Guatemala 50, que ya no existe porque
usted
destruyó eso para hacer aflorar el Templo Mayor
–sonríe–.
Llegué a
vivir con una tía hermana de mi madre, mi
tía Cuca y su
esposo, mi tío Carlos Barrón que era sastre.
Recuerdo que
un viaje en taxi hasta la Villa de
Guadalupe
costaba 50 centavos. También vi pintar estos
dos murales
que teníamos a las espaldas, el de Orozco y
si quiere le
digo lo que nos dijeron Diego y Orozco en
esa visita,
es un poco rudo, –“dígalo maestro, contestó
Matos
Moctezuma, aunque me cesen”–, fui con mis amigos
Roberto Reyes
Pérez quien fue el que me apoyó y
Jesús Guerrero
Galván gran
pintor que había sido mi
amigo en el
Museo Regional cuando él ya había estado
cinco años
con Vizcarra, ya era un gran pintor a los 18
cuando yo
tenía 12, él tenía 17, entonces Roberto Reyes
Pérez, Jesús
Guerrero Galván, Máximo Pacheco
ex ayudante
de Diego Rivera muy olvidado, Juan Manuel
Anaya y yo
fundamos un grupo que se llamó otra vez
la Alianza de
Trabajadores de Artes Plásticas; me llevaron
a visitar a
Diego y luego a Orozco cuando pintaban y nos
dijo Diego:
“ya vieron la escenografía que está pintando
Orozco, La
catarsis,”. nosotros no comentamos nada,
después
fuimos a visitar a Orozco más tarde y dijo: “ya
saben que
Diego va a decorar la carretera México Laredo
con caca”,
esto mejor escríbelo con puntos suspensivos.
Sí, he vivido
esa época maravillosa de México.
Eduardo Matos
me pidió que siguiera hablando
sobre música
y conté lo siguiente: “Aquí vi dirigir hace
muchos años
al creador Carlos Chávez la Sinfónica de
México y a
Igor Stravinski, La consagración de la primavera
y 30 años
después volví a ver y a escuchar a
Stravinski
arrastrando ya los pies ahí en Bellas Artes. Vi
dirigir a
grandes directores y compositores, escuché
estrenar el
Renacuajo Pasiador de Revueltas, los sones
de mariachis
de Pablo Moncayo y la música de Blas
Galindo,
paisanos míos y en teatro, vi actuar a María
Teresa
Montoya, a Gómez de la Vega, así como
dirigir sus
obras a Rodolfo Usigli, Xavier Villaurrutia y
Salvador
Novo. He visto medio siglo y más aquí en Bellas
Artes, y
empecé a dar clases a los 21 años en la escuela
del INBA,
especialmente en La Esmeralda donde di clases
durante 32
años desde el año de 1940.
En 1935,
exhibí a los 20 años de edad en el Palacio
de Bellas
Artes, junto con Máximo Pacheco, apoyados
por el poeta
José Muñoz Cota a quien considero también
mi padrino
estético porque él me dio el primer empleo,
es decir estuve
un año sin empleo hasta que tomó posesión
Lázaro
Cárdenas y nombró Director del
Departamento
de Bellas Artes que no era Instituto, a
José Muñoz
Cota quien me dio ese empleo y empecé
a dar clases
durante 32 años.
También tuve
el honor de que el gran pintor y muralista
Fernando Leal
escribiera el primer artículo sobre mí
obra, sobre
esa exposición en el suplemento cultural de
El Nacional,
que entonces tenía rotograbado.
–¿Recuerda lo
que escribe Fernando Leal en ese
artículo?
Hablaba de mi
fuerza, de mi talento porque los cuadros
que exhibí,
tengo todavía unas acuarelas que te voy
a mostrar,
influidas por la pintura mural de Diego tal vez
Orozco,
hablaba ya de la fuerza de mi dibujo, siendo él
un gran
dibujante, Fernando Leal, muy olvidado, un
hombre muy culto
también. –Usted
pertenece a la generación de muralistas,
hábleme de la
Escuela Mexicana de Pintura y de los
murales que
realiza a los 21 años de la Revolución y
Contrarrevolución,
que pintó en la Confederación
Revolucionario
Mexicana del Trabajo de Morelia,
Michoacán.
Ahí pintamos
siendo miembros de la Liga de
Escritores y
Artistas Revolucionarios (LEAR), varios artistas
que yo guié:
yo pinté dos murales, Revolución y
Contrarrevolución,
Alfredo Zalce y Leopoldo Méndez en
colaboración
pintaron un mural sobre la Revolución
Rusa, me
parece que también con Santos Balmori, pero
esos murales
fueron borrados años después bajo las
órdenes de un
vivo arquitecto analfabeta, puesto que era
Jefe de la
junta de mejoras de Morelia y mandó borrar
esos murales
que eran muy interesantes. Yo tengo por
aquí el mío,
bueno ésa fue una brigada cultural de la LEAR
que pintamos
ese mural, pero luego yo dirigiendo un
equipo en
1936 ó 1937, pintamos varios murales en el
Centro
Escolar Revolución. Yo pinté tres
murales, también dirigí el equipo
teniendo 21
años, porque era el único que sabía pintar al
fresco de
todos los pintores, entre los que trabajó un
gran pintor
colombiano. Esto se lo conté el otro día al
Embajador de
Colombia en los Pinos, en la cena del
Presidente de
Guatemala, quien dijo cosas muy interesantes
sobre lo de
Chiapas, Ignacio Gómez Jaramillo
pintó un
mural o dos no recuerdo, Aurora Reyes coyoacanense
también pintó
un mural, Everardo Ramírez gran
grabador y
pintor que murió hace unos años también
coyoacanense,
Gonzalo de la Paz Pérez creo que tampoco
vive ya y
Antonio Gutiérrez y yo, yo dirigí el equipo.
Nos pagaban
muy mal como siempre la pintura mural,
pero yo sabía
desde armar nuestro andamio, comprábamos
vigas no
demasiado gruesas, clavos enormes y martillo,
hacíamos la
estructura de nuestro andamio nosotros
mismos,
solamente ocupábamos la ayuda del albañil
para preparar
los aplanados, eso lo puedes ver en los
murales en el
Centro Escolar Revolución.
He pintado
poco porque no me gusta pedir chamba,
pero tengo tres
murales importantes en el Museo
Nacional de
Antropología, el más grande en la Sala
Maya, La
creación del hombre maya, de acuerdo con el
Popol Vuh,
porque quiero recordarlo en relación con
esto; por eso
me invitó mi amigo el arquitecto Pedro
Ramírez Vázquez,
porque sabía de mi interés por la cultura
maya y de mi
expedición a Bonampak en 1949, en
que yo tomé
parte en esa expedición. Conocí la selva
lacandona
cuando era un mar verde de vegetación
de 20 mil
kilómetros cuadrados. Se han acabado la selva,
yo oigo que
dicen que se internan en la selva, lo veo todo
pelón, que
los sandinistas se internan en la selva y
veo pelón no
sé si realmente no dejen fotografiar la
selva, pero
yo volví en 1963 con mi hijo Pablo, Luis
Nishizawa y
el pintor japonés Toneyama, y recuerdo que
ya habían
talado unas áreas enormes. Se veía por ejemplo
en Ocosingo,
los lugares en donde ahora son conflictivos
de México, el
Zontenhuits, la montaña más alta
de esa zona,
los árboles como palillos tirados los
vi desde el
avión, es decir han destruido la selva
lacandona y
yo quisiera en este momento recordar lo
que dijo
José. E. Iturriaga, en un ensayo que escribió
sobre mi:
“Raúl Anguiano, en su cuadro de La Espina, se
ven las
caobas quemadas”, pero los lacandones no destruyen
más que áreas
pequeñas, quemaban los árboles
para que
penetrara el sol, la luz del sol y poder cultivar
la tierra,
pero no acababan con la selva y luego como
dijo
Iturriaga, desde el año 49 ó 50, “Raúl Anguiano dio
la voz de
alarma de la destrucción de la selva lacandona”.
–¿Qué le
angustia a un artista como usted, de la
situación
actual de México?
Dos de las
cosas que más me angustian de nuestro
México, es la
destrucción de la Selva Lacandona y otros
bosques y la
explosión demográfica que es el
mayor pecado
de México, la peor mancha. Yo he dicho
sobre
Chiapas, el Estado con mayor índice de crecimiento
demográfico,
y de los mismos chamulas, tojolabales,
huastecos, yo
he visitado a todos los mayas, Chiapas, ya
no sólo en la
selva tienen un índice de natalidad muy
alta, están
peleando por la tierra, quieren que se expropie
la tierra a
los que están produciendo ganado, maíz,
no sé, si son
pequeños propietarios, hay que respetarlos,
son los que
producen, por otro lado hay mucha demagogia
en esta
crisis Chiapaneca.
También digo
esto: el indio, los chamulas y todas
esas tribus
con una subdivisión de la tierra si se divide,
se habla de
ejidos que puede dar para supervivencia de
una familia o
dos que no producen granos pero producen
hijos como
conejos, entonces no hay que hacer
tanta
demagogia hay que enfocar todos esos problemas
y agrego, la
explosión demográfica no es culpa
de este
gobierno ni del gobierno general y sobre la injusticia,
me
preguntaron en una conferencia que di el 20 de
enero en el
Museo de Arte de San Diego, California, yo
estaba
angustiado por este problema ya yo dije
entonces lo
que dijo hace unos días el presidente
de Guatemala,
yo dije, nada más adivinando o sintiendo
lo que estaba
viendo en la televisión de Estados Unidos,
viendo gente
con acento extranjero viendo una serie de
cosas, dije:
“son guerrilleros sin empleo que vienen del
sur y a la
aventura, porque la injusticia viene desde hace
500 años”.
Los indios
necesitan ayuda, es verdad, pero que no
se enarbole
el hambre, la miseria, los indios como bandera
para provocar
un conflicto que puede escindir a
México, es
peligrosísimo. El Presidente de Guatemala
acaba de
decirlo hace algunos días, no descarto y además
afirmó que
este problema de guerrillas que ellos
vienen
padeciendo por tres décadas, no se lo hubiera
deseado al
hermano México, en el que seguramente hay
guerrillas de
Guatemala, El Salvador y Nicaragua, así lo
dijo el
Presidente de Guatemala, no lo decía yo verdad,
entonces
ojalá esto se resuelva con inteligencia y
con energía,
pero las etnias indígenas, yo he sido indigenistas
en el sentido
de que he pintado a los indios de
México, lo
que necesitan son pocas cosas, a los lacandones
los visité en
1949 y 1963, ya había ahí evangelistas
y el
Instituto Lingüístico de Verano con radio, etcétera
eso me despertó
mucha inquietud, así como la división
entre
protestantes y católicos, es decir, las religiones
dividiendo a
los indígenas, no todos son zapatistas.
Por eso he
dicho que los indígenas lacandones, los chamulas
necesitan
cuatro cosas: educación bilingüe en
primer
término, atención médica seria y eficiente, mejores
métodos de
cultivo para que produzca las tierras, que
puedan tener
o puedan disponer y control de la natalidad,
control, eso
hay que aplicarlo ahora; en una entrevista
que me
hicieron en Monclava, yo dije no religión,
pusieron no
reelección, que los dejen con sus creencias.
–Sí, de hecho
recuerdo sus obras como son Días de
Mercado en
San Juan Chamula referente a Chiapas,
Chozas
también de San Juan Chamula, siempre le
ha interesado
y siempre formó parte de su obra el tema
de los
indígenas. ¿Cómo conoce a José Clemente Orozco,
a Diego
Rivera y David Alfaro Siqueiros? ¿Cuál es el
Legado de la
Escuela Mexicana de Pintura en el arte
de México? Bueno,
como dijo Samuel Ramos, la pintura
mural de
México es el fruto más alto de la Revolución
Mexicana, eso
nadie lo puede negar, además el mismo
Octavio Paz,
en recientes mesas redondas, yo lo he escuchado,
ha dicho que
puede haber muchos defectos pero
nadie puede
negar que la Revolución Mexicana produjo
cultura y
produjo la pintura mural que es un fenómeno
del siglo XX,
muy importante con todos los defectos que
pueda tener y
con todos los fanatismos ideológicos de
los istmos y
las ideologías que ha criticado Octavio Paz.
Yo he
afirmado en muchas ocasiones que en mi
generación,
que es la tercera porque hay una intermedia
que son los
puristas como un Agustín Lazo, Manuel
Rodríguez
Lozano que casi se interpolan las generaciones,
Julio
Castellanos, Jesús Guerrero Galván, bueno
Roberto Montenegro ya es contemporáneo de los viejos,
pero luego
veníamos un poco más jóvenes, me defino a
mí y a otros
contemporáneos míos, heterodoxos de la
Escuela
Mexicana de Pintura, porque no los hemos
seguido
fielmente ni en lo político ni en lo estético,
hemos buscado
nuestro propio camino.
Algunos
pintores de mi generación si se han inclinado
políticamente,
pero de los pintores de mi generación
quedamos tres
viejos muralistas Alfredo Zalce
que nació en
1908 en Michoacán, José Chávez
Morado que
nació en 1909 en Guanajuato y yo Raúl
Anguiano que
nací en 1915 en Guadalajara y luego vienen
otros
pintores más jóvenes que son de esa generación
a quienes
respeto. El otro día en la Academia de
Artes, cuando
se hablaba de la posibilidad de un nuevo
miembro que
ingresara no hubo mayoría de votos,
entonces dije
los que yo respeto ustedes no aceptan
ingresar como
Alfredo Zalce o Chávez Morado.A
Nishizawa yo
lo propuse en la Academia de Arte. Zúñiga
ingresó, pero
luego se enfermó, también un Alfredo
Zalce, un
Ricardo Martínez, un Guillermo Meza muy
olvidado, son
gentes que respeto, luego hay muchos
muy buenos en
verdad, decíamos de la generación, eso
es lo que yo
le quería decir yo, me preguntaron de esto
hace muchos
años en una conferencia que di en Frudem
Institute en
Finix Arizona, en un auditorio lleno de maestros
y alumnos,
entonces me preguntaban sobre una
conferencia,
sobre Bonampak, en la selva lacandona, de
Diego Rivera,
qué ideología sustenta y dije: “Diego
Rivera qué
ideología sustenta pues es troskista, entonces
era troskista
y Siqueiros, comunista, Orozco es una
especie de
anarquista o nihilista, está en contra de las
ideologías y
los partidos políticos, entonces me preguntaron
y usted, yo
sigo a Orozco porque he estado en
contra de
toda autoridad empezando por la de mi padre,
pero fíjate qué
interesante para los que nos desencantamos
del
socialismo y otras utopías, Orozco ya en los
años 30
delató o pintó el circo ideológico, si ves el mural
en el Palacio
de Gobierno de Jalisco donde está el gran
Hidalgo, ahí
están los payasos ideológicos Hitler,
Mussolini,
Stalin, esto era entonces una herejía y hubieran
quemado vivo
a Orozco, porque pintó a Stalin, a
Hitler, a
Mussolini como payasos jugando con los símbolos
de las
ideologías y luego en el Hospicio Cabañas
que ahora es
el Instituto Cultural Cabañas pintó y también
es
premonitorio, un soldado ruso embozado o no
se le ve la
cabeza, se le ve empuñando un látigo y una
alambrada de
púas y atrás como rieles, el proletariado
marchando como robot.”
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