RICARDO MARTÍNEZ
 

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RICARDO MARTINEZ DE HOYOS
Ciudad de México, 1918 –2009


Hacia mediados del siglo XX, en México se respiraba una atmósfera intelectual que cuestionaba profundamente los postulados del arte de corte nacionalista. Mientras los jóvenes creadores, integrantes de la Generación de la Ruptura, exploraban los caminos de una estética abstracta y moderna, Ricardo Martínez asumía su vocación pictórica al margen de las corrientes artísticas, las instituciones y las escuelas.

Situada en un punto crítico entre la tradición y la innovación, su obra nos recuerda, por ejemplo, la escultura monumental de nuestros antepasados olmecas. Sin embargo, trasciende cualquier referente histórico concreto para introducirnos en un mundo autocontenido que sobrevuela la problemática artística del ser, al mismo tiempo, mexicano y ciudadano del mundo.

El mundo pictórico de Ricardo Martínez, hecho de luz, sombras, tiempo y espacio, manifiesta una preferencia por la representación del cuerpo humano. El descubrió que la forma más simple y efectiva para provocar la intensa emoción que nos despierta estar frente a una obra, es hacerlo mediante la reducción a los rasgos fisonómicos elementales de nuestra especie.

Un arte que invita a la reflexión. Y es que, una vez despojadas de elementos narrativos, accesorios o decorativos, las figuras sedentes del maestro Martínez nos lanzan preguntas sobre el origen de un ser que se autodenomina humano, el sentido de la historia, las relaciones amorosas, la vida y la muerte. Las enormes corporeidades nos envuelven en una apacible atmósfera de interioridad y en la superficie de su piel reposa la memoria de un pasado que se vuelve tierra, trazo y luz que se derrama en todo el cuadro. (Por: María Teresa Franco, en "Atmósferas, Ricardo Martínez", 2007)

En múltiples ocasiones, Ricardo Martínez se ha referido a la importancia de la realidad y del pasado prehispánico en su pintura, siempre desde la perspectiva de que su interés es sugerirla más que representarla, aludirla más que ofrecerla directamente. En una conversación reciente, que de algún modo resume comentarios anteriores, Ricardo Martínez decía: “En este espacio recompuesto (el del cuadro) trato de dar mi imagen de la realidad, imagen metafórica, poética y al mismo tiempo modelo de la realidad armónica”. (Por: Miguel Angel Muñoz, en "Atmósferas, Ricardo Martínez", 2007)

Es precisamente esa unidad exigida entre el dibujo y la pintura, calificada escuetamente por Ricardo Martínez como la construcción del cuadro, la que determina comparativamente el ritmo de la poesía, el tiempo y la composición de la pintura en el espacio, la que encuentra y observa el espectador en las obras de este pintor. (Por: Miguel Angel Muñoz, en "Atmósferas, Ricardo Martínez", 2007)

Qué proyecta la palabra espacio, cuál es su significado poético, pictórico o arquitectónico. La pintura es una función del espacio. No del espacio situado fuera de la forma, que rodea al volumen y en el que viven las formas, sino del espacio generado por las enormes figuras, que viven dentro de ellas y que es tanto más eficaz cuanto más a oscuras actúa, participa, encuentra el significado en sí misma. Creo que no se trata de algo abstracto, sino de una realidad tan concreta como la del volumen que la abarca, que configura las atmósferas de las múltiples figuras que va reconstruyendo el artista. (Por: Miguel Angel Muñoz, en "Atmósferas, Ricardo Martínez", 2007)

Pintar para Ricardo Martínez es y será sobreponerse al material, a la pintura, sin que deje de ser esa materia, una sola materia, y darle vida, un hálito: la pintura en esencia. En este sentido, su obra actual lo confirma, cada pieza consigue un hilo que crea espacios: que es posible observar desde cualquier posición. Son obras cuya densidad nos confiere una mayor espiritualidad, evocan un misterio plástico ... (Por: Miguel Angel Muñoz, en "Atmósferas, Ricardo Martínez", 2007)

Dos aspectos de la mujer ilustran la obra de Ricardo Martínez; aspectos constitutivos, entre ambos, de la femineidad universal: la gran madre, aquella que pudiéramos llamar Eva; la que al generar la totalidad de lo viviente engendra también todo acabamiento, ya que cada nacimiento es una semilla de muerte.

Esta es el ingente mar total, la forma como inmisericorde receptáculo de la energía, la matriz modeladora de todo lo manifestado; la mujer como el mar insaciable que determina los naufragios, la que organiza los fenómenos; cimientos y término, principio y fin inacabablemente alternados.

Por otra parte, despertando la fiesta de los sentidos y el alma, lo durable de la ilusión: haciendo y completando la esfera de la razón y el espíritu, aparece también, potenciada, la que el mismo Ricardo Martínez llama Venus; a manera de delicadísimo instrumento de las virtudes atractivas de los imanes cósmicos, viene a despertar y recibir los estímulos que destruyen la inercia y levantan los gérmenes de actividad que en lo inerte se contienen; es la mujer que, ajena al instinto de procreación, hace progresar el orden sagrado del deleite sin parangón posible; aquella que florece en la alegría pacífica e indulgente.

Aparte, el hombre se asoma en su miseria y su grandeza; él es el vehículo de la energía, pero ha de admitirse incapaz de actuar por si solo. Víctima de esa ciega necesidad que rige a cada uno y lo convierte en fracción de una totalidad desordenada; adaptado a su función en ese orden, no puede hacer más que cuando la necesidad le exige; así, dentro del destino como fatal armazón del mundo, se somete a esa razón impasible cuyo dominio pretende.

Allí se mira a su turno, encarcelado en su sobria soledad. Niño que no llega a comprender que, aunque erguido ya, requiere de la unión con la madre que lo sostiene y lo contempla; adulto que se tiende aislado o que, en el momento del abrazo, es únicamente sombra que apenas merece encenderse las manos en el vientre del fulgor femenino que se le ofrece, mientras su rostro se adensa oscuro y se atrista, como si el placer estuviera consumido antes incluso de consumarse.

Aparecen, pues, exteriorizadas las dos posibilidades: los polos masculino y femenino del mundo, figurados en lo humano; la libre energía sin realización propia, y el vehículo formal de la manifestación y sus posibilidades trágicas y jubilosas; el deseo angustiado de no morir, y la tranquila comprensión de la condición mortal.

Y mujeres y hombres, vivientes en el arte de Ricardo Martínez, se convocan, se nombran, gravitan en órbitas interactuantes, y no llegan a fundirse porque el principio masculino, fatalmente, no es poderoso a tocar el conocimiento que la encarnación femenina consigue con la simple entrega a su índole propia. (Por: Rubén Bonifaz Nuño, "Los polos del mundo", catálogo del Museo del Palacio de Bellas Artes, INBA, México, 1984)

EXPOSICIONES INDIVIDUALES:

1948 "Ricardo Martínez", Fine Arts Center, Colorado Spring, USA.

1959 "Ricardo Martínez", The Contemporaries Gallery, Nueva York.

1960 "Ricardo Martínez", The Contemporaries Gallery, Nueva York.

1961 "Ricardo Martínez, an Exhibition of Recent Paintings", The Contemporaries Gallery, Nueva York.

1963 "Ricardo Martínez", Bienal de Sao Paulo, Brasil.

1966 "Ricardo Martinez. Recent Paintings", Phoenix Art Museum, Phoenix.

1966 "Ricardo Martínez, Pinturas Recientes", Museo de Arte Moderno, Ciudad de México.

1969 "Pintura de Ricardo Martínez", Museo de Arte Moderno, INBA, México.

1974 "Ricardo Martínez. 40 pinturas. Expansión Rítmica de los Volúmenes", Museo de Arte Moderno, INBA, México.

1976 "Ricardo Martínez", The Sindin Gallery, Nueva York.

1984 "Ricardo Martínez, Obra Reciente, 1975-1984", Museo del Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México.

1994 "Ricardo Martínez, Exposición Antológica", Museo del Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México.

2011 "Ricardo Martínez", Museo de la Ciudad de México.




 

fuente www.inverarte.com