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Ricardo Porrero, al estar pintandoPor : María del Carmen Ortiz Monasterio
En aquel instante, capturado por el encanto de la
luz que daba vida a todo su
alrededor, descubría un mundo de profundidad ante el cual se reconocía a sí
mismo. Se inclinó suavemente y
continuó pintando. De pronto, en
aquella tranquilidad escuchó un ruido y se volvió hacia el gran ventanal por
el cual pudo contemplar el movimiento de los autos que pasaban y como un
ciego que milagrosamente se cura, admiró la vida
Invadido por
el deseo de expresar su emoción continuó pintando un universo que le
arrancaba de su soledad y lo llevaba a su propio encuentro. Ricardo se vió a sí mismo en aquellos
personajes que reflejan fantasías y que creía ignoradas. Al caer la noche, en lo más profundo del
sueño, reconstruye con su pincel aquellos personajes que había pintado:
jugando combatiendo o rozándose las manos.
Todos los siguientes días Ricardo siguió pintando, preparando los
lienzos blancos y descubriéndose en ellos.
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