ROSA CASTILLO
 

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Rosa Castillo Santiago (1910-1989)


Nace en Guachinango, Jalisco, en septiembre de 1910. El 27 de noviembre de 1931, a la edad de 21 años, contrajo matrimonio con Antonio Hernández González. En 1933 nació Socorro Hernández Castillo, hija única del matrimonio; 6 años más tarde, en 1939, fallece su esposo. Rosa, junto con su hija y su madre, se trasladan a la Ciudad de México en 1940. Su hermano Fidencio, que ya tenía unos años instalado en la ciudad, le habló de “La Esmeralda”. En 1944 no pudo ingresar a dicha institución, pero se incorporó como asistente en el taller de Francisco Zúñiga (1912-1998), donde aprendió a dibujar, a modelar y la técnica de la tierra cocida; José L. Ruiz le enseñó la talla en madera; también fue alumna de Luis Ortiz Monasterio (1906-1990).

Debido a su trabajo y fervor, la dirección de “La Esmeralda” la aceptó extemporáneamente y le otorgó una modesta plaza de ayudante de taller. Finalmente se graduó en 1949. En 1946 ingresó a la Secretaría de Educación Pública como profesora de arte a nivel primaria. Permaneció como docente por más de 20 años.

Acerca de su trabajo, comentó: “Mi pasión en el trabajo es lo primitivo, lo de tipo racial inconfundible…”. Su producción artística aborda la temática indígena, el idilio en la pareja, grupos infantiles, costumbrismo, el desnudo femenino, maternidades y retratos.

Falleció el 13 de febrero de 1989 en la Ciudad de México, a la edad de 79 años.

Exposiciones en La Alameda, 1960 y 1962

En la primera de estas exposiciones, titulada Escultura Mexicana Contemporánea, participaron 42 escultores con un total de 70 obras. La portada del catálogo fue ilustrada con la obra Hermanas, de Fidencio Castillo, que le valió una mención honorífica.

La segunda exhibición correspondió a la Primera Bienal Nacional de Escultura, a la que le sucedieron tres más en el Museo de Arte Moderno. En esta ocasión participaron, por convocatoria,artistas mexicanos y extranjeros, algunos de reconocida trayectoria y otros cuyo nombre se dio a conocer por vez primera. Se establecieron tres categorías: escultura libre en La Alameda Central,con 36 escultores y 64 piezas; escultura libre en las galerías de la Ciudad de México, con 28 escultores y 63 obras, y escultura integrada a la arquitectura con 5 participantes y 13 maquetas.

Los espacios museográficos fueron los propios jardines de La Alameda para las esculturas de gran formato, y en las hermosas galerías Las Pérgolas las esculturas de pequeño y mediano tamaño. Ambas exposiciones fueron impulsadas por el Instituto Nacional de Bellas Artes, a través del entonces Museo Nacional de Artes Plásticas, en colaboración con el Departamento del Distrito Federal. Se concedieron tres premios de adquisición por 15 mil pesos cada uno, a Herbert Hoffman Ysenbourg, Rosa Castillo Santiago y Anastasio Téllez; otros premios de 18 mil pesos a Waldemar Sjölander, J. M Giménez Botey y Elizabeth Catlett.

El espíritu de estos dos magnos eventos fue el de propiciar puntos de encuentro entre la tradición prehispánica ancestral, las influencias occidentales y la evolución de nuevos estilos que manifestaban abstracción, geometrismo y las utilizaciones de materiales alternos y de reciclaje integrados al urbanismo, para conformar una nueva estética visual generada en la segunda mitad del siglo XX. Las muestras no perseguían la presentación de las esculturas con un guion museográfico, como se estila actualmente, sino simplemente se les asignó un lugar a cada una de las piezas participantes.

 

 información tomada del MUSA