Salvador Rodríguez llegó a la Escuela de Artes Plásticas
con la intención de estudiar dibujo publicitario. En ese entonces, dice,
desconocía la existencia de una carrera en pintura. Al enterarse no lo dudó
dos veces: inmediatamente decidió cambiarse de oficio. “En aquel tiempo no
era de buen augurio cambiarse de una carrera productiva a una incierta,
pero yo lo decidí porque me atrajo mucho. Siempre me había gustado pintar y
me clavé. Desde entonces, el artista ha consolidado una carrera que ha
experimentado un giro reciente: dedicado siempre a la pintura, Rodríguez
presentó, el jueves en el bar La Coronilla (Coronilla 6, esquina Morelos),
su segunda exposición de gráfica. “Hice una en 1990, titulada Obra negra,
en la que presenté xilografías. Era muy renuente a hacer gráfica”.
A principios del decenio de los ochenta, Salvador Rodríguez (Guadalajara,
1956) fundó, junto con Javier Campos Cabello, Miguel Ángel López, Martha
Pacheco, Irma Naranjo y Jesús Rodríguez, el Taller de Investigación Visual
(TIV), que se caracterizó por la importancia que se le daba a la técnica y
a la temática social. “El taller nos conformó como artistas y a partir de
ahí le seguimos. Con tiros y tirones, unos con más éxito en lo económico
que otros, pero ahí estamos”.
¿Cómo influyó el TIV en su trabajo?
Mientras estuvimos en el taller, lo que nos unió fue precisamente la
cuestión formal del trabajo. La cuestión técnica, pero sin descuidar los
contenidos. Desde que estábamos en la Escuela de Artes Plásticas, Campos
Cabello y yo platicábamos mucho y nos dimos cuenta de que todos venimos de
extracción popular, del barrio, y que es imposible quitarse toda esa carga
en lo social y, también, en lo visual. Eso me redituó mucho para afianzar
lo que quería pintar y no divagar mucho. Porque de pronto tienes muchas
ideas pero, si no las estructuras, pueden quedar en nada.
Uno de los aspectos fundamentales del TIV era el cuidado de la técnica,
¿ésta sigue siendo importante actualmente?
Hay mucha confusión al respecto. La pintura como tal siempre va a existir.
Se van a agregar nuevas formas de expresión, como el arte digital. Pero la
pintura no se pelea. A lo mejor hay gente radical que dice que la pintura
ya murió, pero murió para ellos, a muchos otros nos da vida. Yo no puedo
entender mi vida sin pintar. Querer abarcar en un concepto todo y quitar el
lado técnico, dejando el pensamiento como único valor artístico o estético,
me parece muy difícil. No creo que sea posible.
¿Por qué siempre utiliza la ciudad como escenario?
La ciudad es importante porque es el medio en el que me desenvuelvo. La
calle, mi barrio, el centro de la ciudad. El espacio físico nosotros lo
hacemos, pero también nos forma, es un rollo recíproco. El espacio urbano
me atrae mucho, socialmente y en todos los sentidos, porque hay cuestiones
que no puedes dejar de lado. Aunque los cuadros no puedan transformar el
aspecto social, pueden dejar constancia y evidenciar que la ciudad es así
en cierto momento, el que me ha tocado vivir. A mis cuadros los llamo
“crónicas visuales” porque es lo que hago: meter lo veo y lo que siento en
un espacio bidimensional y tratar de hacer una síntesis visual. El entorno
es determinante para mí.
¿Cómo permanecer fiel a sus intereses y no sucumbir al mercado?
Es difícil, porque uno se deja llevar por lo que siente y quiere decir. Me
he propuesto hacer un cuadro “bonito” y no puedo, siempre me gana lo otro.
El pintor pinta lo que siente, a sus contemporáneos, sus situaciones y todo
eso es lo que cuenta. He intentado otras cosas, porque es difícil subsistir
de la pintura en Guadalajara, pero no he sido muy afortunado. Es un mercado
en el que tienes que ser muy complaciente y me resulta muy difícil. Por la
terquedad sigue uno haciendo esto.
¿Falta más apoyo de las instancias oficiales a las artes?
Falta una posición más abierta y clara por parte de las instituciones. No
hay una claridad de cómo acercarse a los espacios y eso limita mucho.
También falta un aspecto educativo fuerte con respecto al arte y la
cultura. Mientras no haya eso, siempre se va a ver el arte como una cosa de
locos o alucinados. Una sociedad que le da importancia a la cultura es una
sociedad que va a tener más amplitud. Los habitantes de lugares con más
recepción al arte son más críticos. A lo mejor por eso aquí no hay interés.
Pero el arte subsiste con, sin o a pesar del Estado...
Y seguirá subsistiendo. Es parte del ser humano. Si el Estado no quiere
poner un quinto, siempre va haber gente haciendo cosas. El arte es lo que
nos hace humanos, nos acerca más a otro estado de la naturaleza. La cultura
mercantil y globalizadora que está vigente nos
lleva a pura confusión y caos. El arte, independientemente de que lo apoyen
o no, siempre va a existir. |
|