Javier Campos
Cabello: el pintor que quiso ser poeta
21-May-04
Hoy se
cumplen diez años de la muerte del artista tapatío. Como homenaje, se organiza
una gran exposición en el ex convento del Carmen que será inaugurada el 18 de
junio próximo.
El artista en
su estudio, frente a un cuadro sin título que elaboró en 1994, poco antes de su
muerte. Foto: Cortesía de Ruth Campos Cabello
Un pintor que
quiso ser poeta”. “Socialista de hueso colorado”. El hombre que prefería
morirse “antes que pintar para los burgueses”. Amante del jazz y el blues. Lector atento de Rimbaud y Baudelaire. Todo eso era, en palabras de quienes lo
conocieron, Javier Campos Cabello, artista tapatío de quien hoy se cumplen diez
años de su fallecimiento.
Javier Campos
Cabello tenía un estilo propio: “Una mezcla de los pintores flamencos asimilada
en un contexto tapatío. Fue un maestro del claroscuro”, relata Francisco
Barreda, actual director de Artes Visuales de la Secretaría de Cultura y amigo
del artista. Junto con la viuda del pintor, Alicia Lozano, y Ruth Campos
Cabello, hermana, Barreda organiza una exposición de homenaje que será
inaugurada el 18 de junio en el ex convento del Carmen.
Nacido en
Guadalajara en 1958, Campos Cabello falleció el 21 de mayo de 1994 en
Monterrey, Nuevo León, a donde asistió para la inauguración de la exposición
Jalisco: genio y maestría en el Museo de Arte Contemporáneo (Marco). En su
trayectoria, expuso su trabajo en lugares como las galerías Magritte y Clave. Tres años después de su muerte, el Museo de las Artes montó una
muestra de Campos Cabello que se tituló Club 28.
El artista,
recuerda su hermana Ruth, era muy complejo: “Tenía mucha angustia y oscuridad,
pero por otro lado tenía luz y sentido del humor. Su trabajo tiene mucho de
graffiti. Los jóvenes que se inician en la pintura lo ven como alguien
respetable, con una factura muy buena”.
Junto con
Martha Pacheco, Salvador Rodríguez y Miguel López, Medina fundó, en 1982, el
Taller de Investigación Visual. “Es uno de los representantes más claros de su
generación”, afirma su hermana, quien agrega que, en su carrera, creó cerca de
300 pinturas y realizó una cantidad similar de dibujos.
Para Paco
Barreda, Javier Campos Cabello es un artista que proyecta cierta rebeldía y
humor negro. “Comenzó a tener éxito en Jalisco e iba para ser un prospecto de
pintor nacional e internacional. La muerte le llegó cuando estaba por dar lo
mejor de su obra. Quizá con el tiempo se valore más su trabajo en México y el
extranjero”, agrega.
Parte del
mito de Campos Cabello, relata Barreda, se debe a su honestidad y a su estilo,
que partía del dominio del claroscuro adaptado “a lo que entonces llamábamos
’época del cómic’”.
Su
acercamiento a las artes plásticas “fue muy natural”, explica su viuda, Alicia
Lozano: “Su padre fue carpintero y terminó siendo restaurador de muebles
antiguos que vendía en el Baratillo. Javier, desde niño, reveló su habilidad
para dibujar y pintar y el padre le comenzó a pedir que hiciera algunos trucos
para láminas y pinturas antiguas”.
Alicia relata
que Campos Cabello sabía que podía desarrollar en la pintura cuanto quisiera,
pero su pasión era la poesía: “Él quiso ser poeta. Hay textos de él en los que
hace poesía y toda la grafía que aparece en sus cuadros es eso”.
Los apuntes
del artista están contenidos en un diario que el próximo mes será editado por
la Universidad de Guadalajara con el título Barco borracho. Instructivo para
desarmar un pintor, que incluirá ensayos de Arturo Verduzco y Carlos Ramírez Powell. Allí ser podrá leer una frase del pintor, quien con
sentido del humor comentó: “Odio a las personas que se creen más inteligentes
que la televisión”.
Aunque
asegura que Campos Cabello fue una maestro que dejó
huella en la plástica, Lozano refiere que lo más importante fue su actitud ante
el arte y la vida. “Ésa es la lección más contundente y la que los estudiantes
de artes plásticas y los pintores admiran: el aplomo con el que afrontó la
vida, su enfermedad y la muerte. Además, la honestidad con que trabajó (nunca
solicitó una beca) y ese decir ’prefiero morir que pintar para los burgueses’”.
La última frase estará contenida dentro de Barco borracho. Instructivo para
desarmar un pintor y forma parte de una carta que el 20 de mayo, en Monterrey,
dictó a Lozano y que el poeta Ricardo Castillo señala en la introducción del
catálogo de la muestra Club 28: “Como si hubiera
sabido que llegó para morir, al ver el escritorio ejecutivo del cuarto de
hotel, bromeó con su mujer: ’Ahora necesito dos o tres secretarias más o menos buenonas porque quiero dictar una carta’”.
Una
exposición
Javier Campos
Cabello. Amigos y relativos es el título de la exposición que será inaugurada
el 18 de junio próximo en varias salas del ex convento del Carmen. Paco
Barreda, director de Artes Visuales de la Secretaría de Cultura, sostiene que
la muestra es una forma de recordar a “un pintor cuya influencia ha sido
asimilada por nuevas generaciones”.
Ruth Campos
Cabello, hermana del artista, explica que en la exposición se verán obras que
no se expusieron en 1997 en el Museo de las Artes. Además, la misma Ruth hará
una videoinstalación que se titulará “Dispositivos
discontinuos”, que describe como un intento de condensar las preocupaciones y
obsesiones del pintor.
Además, se
organizarán foros y se colocarán poemas de escritores como Enrique Macías y
Ricardo Castillo. Amigos de Campos Cabello como Luis Valsoto,
José Fors, Fernando de la Mora, Roberto Pulido y
Martha Pacheco, entre otros, también prestarán obra. Paco Barreda añade que
habrá imágenes de artistas que, aunque no conocieron a Campos Cabello, tienen
un estilo similar.
También se
mostrará el diario del autor. “Creo que el diario es, junto con la exposición,
un buen recordatorio en el sentido de no olvidar todo lo que es Campos Cabello:
un hombre que jamás mintió ni se arrastró. Un hombre puro y limpio, un
romántico”, concluye Alicia Lozano, viuda del pintor.
Mariño
González
|