Felguérez:
Por Roberto Rosique
Debo decir a
manera de entrada, que la entrevista que sostuvo Masha Zepeda con el pintor
Manuel Felguérez, (Manuel Felguérez, pintor visionario) publicada en el No. 114
del pasado febrero del 2002 en la revista Tierra Adentro (1) es un asomo,
realmente breve, a la personalidad de este enorme artista mexicano (brevedad
-debo entender- asumida por las exigencias del espacio).
Apunta la
entrevistadora en el artículo desde las andanzas del pintor en las artes por
Europa, Norteamérica y provincias mexicanas, hasta sus indagaciones para La
Máquina Estética con la beca Guggenheim y la creación del museo del
abstraccionismo más importante de Latinoamérica, su museo. Deja entrever en esa
conversación ?que es más una pequeña monografía? parte de su vida familiar y no
incide en los motivos de su amor ni en los desenlaces del mismo y eso es bueno.
Acierta cuando describe su personalidad: "sencillo en su forma de ser y de
ver la vida", algo que nosotros constatamos durante una charla informal
que tuvimos con él, en un desayuno con los artistas en el Centro Cultural
Tijuana hace algunos años.
Convenientemente,
Masha Zepeda se desobliga de la descripción de la obra, lo que me parece una
decisión afortunada. "Una obra de arte vale más que todos sus
comentarios" (Cardoza y Aragón) (2) y aunque "la pintura abstracta
tiene su razón de ser como pintura y nada más" (Del Conde) (3) ya que
"no pueden haber referencias más que en su realidad como objeto"
(García Ponce) (4) y esa, nuestra única manera de acceso a su naturaleza,
resulta difícil abstenerse al comentario, de adjetivar y describir para
justificar la complacencia.
El trabajo de
Manuel Felguérez es un arte en el que resulta complicado prescindir de la
palabra para entenderlo, aún cuando posee su propio discurso sígnico y a pesar
de estar alejado de toda referencia a figuraciones preexistentes, es un arte
vital, palpitante, repleto de sugerencias.
No hay duda
que la obra de este artista, en sus distintos períodos, ha marcado de manera
relevante su presencia en el movimiento abstracto mexicano y ha ganado su
reconocimiento internacional por derecho propio, pero en mi personal
apreciación, son los trabajos de la década de los noventa (que es parte de lo
que muestra la revista y la que tuvimos oportunidad de presenciar con mayor
amplitud en el CECUT en el "99") aquellos que poseen la singularidad
de la madurez, donde ya sin dificultad nos transmite la armonía secreta de su
propia existencia.
Si bien su
trabajo es un arte de relaciones y proporciones, (Signo que se acerca), asombra
por su animación, (Sombras de antiguas vidas) por su equilibrio (De las
aturdidas rocas), logrado éste último por el contrapeso de las tensiones y los
espacios planos (Realidad solitaria) que no se oculta a su diafanidad
(Tempestad en fuga) Es un arte que ofrece tanto a la imaginación, que resulta
imposible desligarse de apreciaciones subjetivas, éstas te atropellan y al
evocarlas afloran juicios muy personales de valor relativo. A pesar de que "Toda
interpretación de pintura abstracta en tanto que pintura pura no pasa de ser,
por eso, más que una simple arbitrariedad" (García Ponce) (5) esta
arbitrariedad es el gozo que te producen y no es fácil expresarlo de otra
manera.
Me disculpo
por el atrevimiento de manifestar mis emociones y reconozco el acierto
¯consciente o inconsciente, eso no importa¯ por la distancia que guarda Masha
Zepeda ante una obra que no tiene porque explicar nada, ya que frecuentemente
en el intento, en el rodar de las palabras, se quedan cortas las sensaciones y
su razón de ser.
1. Zepeda,
Masha, Manuel Felguérez, pintor visionario, revista Tierra Adentro, No. 114,
febrero-marzo 2002. pp. 32-36
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