
Vanguardia emotiva: la
pintura de María Izquierdo
Arturo
Camacho Becerra*
* Investigador en El
Colegio de Jalisco.
Decir, o peor
aún, escribir que la obra de María Izquierdo merece ser considerada como
patrimonio artístico de México, por ser la primera pintora mexicana que
expuso en el extranjero y obtuvo buena crítica; es hacerle un flaco favor,
desdeñar, evadir, regatearle las cualidades estéticas a su obra, de su
ubicación y aportaciones al Arte Mexicano del siglo XX. Es también una
muestra de la ineficacia y frivolidad de las políticas culturales del
gobierno "del cambio", al incluir el argumento anterior como uno de
los justificantes del decreto que declara a la obra de María Izquierdo como
patrimonio artístico nacional, que en lenguaje de la obsoleta y echeverrista
ley que rige la cuestión significa una especie de arraigo domiciliario de la
obra dentro del territorio del país.
Desde el cuartel general de una Sari Bermúdez,
azorada y agobiada por la diversidad y riqueza de las manifestaciones
culturales del país, sonó la orden de que durante el año 2002, en las visitas
escolares a los museos federales, se hablara de la vida y obra de la pintora
originaria de San Juan de los Lagos, Jalisco; esfuerzo que careció de apoyos
didácticos suficientes. Para completar el cuadro, una torpe negociación con
los coleccionistas, del decreto que la declara patrimonial, impidió que se
reuniera una importante exposición antológica.
Más que la controversia que persigue a una de
las fundadoras de la pintura contemporánea de México. La obra de María Izquierdo
tiene un "campo semántico" dentro del Arte Mexicano del siglo XX.
No es mi intención hacer un parangón con la vida de otra gran pintora como
fue Frida Kahlo, sin duda sus historias contienen rasgos de heroísmo, ambas
se enfrentaron a adversidades que pueden explicarse en el ámbito posterior al
movimiento armado de 1910, que facilitó cambios radicales en la forma de ser
y hacer de las mujeres. Esa dinámica en la que se vio inmersa la sociedad
mexicana entre 1920 y 1940 propició, que la mujer cobrara conciencia de su
ser y valer individual, sin duda influida también por los movimientos
feministas de las sociedades industrializadas. En todo caso, lo más
interesante es considerar las aportaciones que en cuanto a temática y estilo
hicieron al arte mexicano las que sin duda fueron las pintoras más
importantes en la primera mitad del siglo XX mexicano, y que tanto fueron
influidas por su circunstancia social o si su expresión estuvo más cercana al
compromiso íntimo; demostrando que la toma de conciencia de la libertad
creativa es un paradigma indispensable para explicarnos el arte del siglo XX.
¿Que contiene la pintura de una mujer que tuvo
que tomar decisiones radicales para realizar una obra que rebasa una mera
propuesta estética? No pintó inditos ni nopales tricolores; observó su
entorno y atendió a su vocación. La obra de María con anterioridad ya había
sufrido un conato de nacionalización de parte de la ideología del estado
posrevolucionario, cuando en 1988 durante la campaña salinista se editó una
monografía en donde se le rescata como una gran pintora popular y nacional.
En la presentación del catalogo de su primera
exposición individual celebrada en 1929, el pintor Diego Rivera escribió una
frase reveladora: "el talento de esta mujer es equilibrado y ardiente,
pero reservado y contenido, desarrollándose más en profundidad que en
superficie. En sus pocos años la corriente de la vida ha debido dejar muchos
sedimentos en el fondo de un subconsciente".
A partir de esta frase podemos observar tres
periodos en la obra pictórica de María Izquierdo; una primera fase de
"estructuración de los sedimentos", una de consolidación y
formulación del lenguaje "único" y una última de reflexión o
¿decepción?; en todas están presentes la búsqueda de lenguajes mas allá de la
representación tradicional. La pintura que se practicaba en la Academia,
cuando en 1928 se inscribió María Izquierdo, oscilaba entre un impresionismo
tardío y los experimentos cubistas y estridentistas. Afuera Orozco, Rivera y
Siqueiros encabezaban la revolución en el arte publico;
la mayoría de los escritores y los artistas estaban preocupados por recuperar
el nacionalismo supuestamente perdido durante el porfiriato. Algunos cuantos
en las ciudades de México, Guadalajara y Oaxaca incursionaban francamente en
las ideas experimentales en boga dentro del arte de la época, digamos un
rechazo académico a las técnicas enseñadas, cuestiones relacionadas con la
psicología y la alteración de los sentidos en el concepto. Su asistencia a
las clases de Historia del Arte con Alfonso Caso. Su viaje a Nueva York que
le permitió un contacto con la obra de los "fundadores de la pintura
moderna" como Cézanne, Van Gogh, Gauguin o Seurat, influyeron en su
concepción del hacer. De este periodo podemos observar cuadros tan
inquietantes como "Prisionera", "Paisaje con cebra y
barco", "El Teléfono" o "La raqueta"; en las que
sobresale un cuidadoso estudio de las formas y el espacio. En "La
Raqueta" la arbitraria reunión de objetos en apariencia inconexos
obedece mas a necesidades de forma que a relaciones lógicas, un antifaz y la
ventana al fondo son elementos inquietantes sólo explicables como referentes
a la pintura metafísica italiana, en ese sentido comparte con Chirico una
representación de las reflexiones existenciales más allá de las apariencias.
En la alegoría de la "libertad", la
fuerza telúrica que impulsa la lucha por conseguirla está representada por
los rayos eléctricos y una discreta luna como telón de fondo, en el que un
ángel suspendido en el aire, lleva en la mano izquierda un espejo dirigido a
su rostro y con la derecha empuña por las cabelleras a unas cabezas, ¿estamos
ante otra forma de autorretrato?, ¿es María con los hijos arrancados al
padre?
Serie notable de este período, sin duda, es el
tema del circo en los que rehuye el facilismo cromático de lo popular para
indagar en las relaciones de equilibrio, forma y color; como por ejemplo en
"El Camerino", aparente caos de figuras y líneas geométricas que
convierte en la "nueva caverna platónica", para presentarse como
reflejos de la realidad en dimensiones ajenas a lo real pero ocurrentes en su
marco de influencia. María Izquierdo al igual que Agustín Lazo, Roberto
Montenegro y Carlos Orozco Romero, entre otros pintores, estaban más interesados
en los movimientos vanguardistas para por medio de ellos buscar una
renovación del arte sin importar sus raíces nacionalistas y populares. Las
influencias estilísticas de las llamadas "vanguardias históricas"
fueron asumidas y recreadas por la artista y están presentes en el
constructivismo pictórico y la composición espacial a base de figuras
geométricas y ventanas que se abren a otras dimensiones, elementos visibles
en la obra de este periodo.
Celebrada por la originalidad de sus
propuestas, para 1940 era ya una de las figuras de la plástica mexicana de
entonces, por lo que en 1943 fue nombrada embajadora cultural de México y con
ese carácter presentó exposiciones en las principales ciudades de Chile y
Perú. Cinco años en los que consolidó su lenguaje y estilo; en los que
apreciamos una mayor definición en gustos y preferencias para consolidar una
estética personal. Esta es la fase de una poética intima, presente en sus
alacenas compuestas a partir de objetos de Arte popular con un tratamiento que
evita el folklorismo, como por ejemplo en "Adán y Eva", en donde
las figuras de barro aparecen en un paisaje desolado acompañados por otras
figuras de azúcar.
Es también que con este lenguaje consolidado
integrará en sus propuestas elementos de género como en sus cuadros relativos
a los objetos personales como en "El Alhajero" o "Velo de
Novia". Un cuadro que sin duda requiere un análisis extenso es "El
gato sabio".
Definida en cuanto a contexto cromático y
espacial por una manera ya identificada en otros trabajos; Su dominio del
color permite que las frutas den oxígeno, a la pipa,
al tintero, al libro y a la prenda religiosa que reposa en una silla. El
cuadro es un tratado de conjuros, en donde mezcla géneros con elementos de
ciencia alternativa; revolucionando el cuadro bautizado como de
"género" o capricho del autor; la riqueza plástica estriba en el
golpe visual del color que nos invita a un análisis de las relaciones entre
las frutas y los objetos, como metáforas del sentimiento.
En 1945 fue contratada por el entonces regente
del Distrito Federal para que pintara un mural de 200 metros cuadrados en el
edificio sede del gobierno capitalino. Con andamios y materiales listos la
obra fue suspendida principalmente por las opiniones vertidas por Diego
Rivera y David Alfaro Siqueiros, quienes argumentaron que una mujer no estaba
preparada para ejecutar una obra de tal magnitud. A partir de este suceso, la
artista fue víctima de intrigas y ataques en la prensa, situación que la
llevó a un desgaste físico y moral que desencadenaron una depresión y un
ataque de hemiplegia del que supo reponerse y pudo realizar una veintena de
cuadros con la mano izquierda, y trabajar hasta poco antes de su muerte
ocurrida en diciembre de 1955.
Esta última fase estará marcada por una
exploración del mundo psíquico manifiesta en "Idilio" y "La
cuerda", en los que observamos árboles con las ramas cortadas y cielos
brumosos. En uno de los últimos autorretratos aparece con la mirada baja, en
actitud reflexiva y con un cielo brumoso a sus espaldas. Hay también otra
manifestación de interés por la representación del dolor por una mujer
vestida únicamente con un rebozo, circunstancias presentes también en
"Mujer mexicana", en que vemos una mujer cubierta con un rebozo,
que posa con los brazos cruzados delante de un paisaje de casas abandonadas
con puertas y ventanas abiertas.
Ciertamente su preocupación fundamental giró en
torno a la búsqueda de lenguajes plásticos que mejor expresaran sus intereses
estéticos, elementos con los de acuerdo a su circunstancia personal pudo
también expresar inquietudes de género; más allá de esta aparente frontera,
la obra plástica de María Izquierdo significa dentro del Arte Mexicano por
sus logros estilísticos, por incluir en su propuesta estética inquietudes
presentes en su circunstancia y época.
El tiempo mexicano que le tocó vivir, por una
parte se caracterizó por abrir nuevos campos de acción a la mujer; no
obstante el ámbito del arte estuvo marcado por un culto excesivo del nacionalismo
y un dominio de los pintores muralistas, circunstancias que limitaron la
difusión de su trabajo los últimos años de su vida.
La temática de la obra de María fue variada:
desde retratos hasta paisajes, aportando nuevas propuestas del cuadro de "género"
en el entorno de la pintura mexicana, que fue pretexto para ensayar los
colores en toda su intensidad y pureza, incorporando elementos en apariencia
ajenos al contexto representado que, sin embargo, motivan reflexiones al
espectador más allá de la contemplación ornamental.
En sus autorretratos podemos indagar un relato
biográfico que nos remite a su lucha permanente como mujer y como artista. Su
obra pictórica es un ejemplo del trabajo realizado para conseguir un Arte
Moderno sin descuidar la esencia de lo nacional. En sus cuadros convergen
elementos de la cultura popular tratados con formas vanguardistas. El
resultado está más allá de los decretos y coleccionistas; aún la austera
exposición de homenaje nacional, integrada por poco menos de treinta piezas,
permite reconocer en sus autorretratos: "El gato Sabio", "Velo
de novia", "El Alhajero" o "Idilio", las intenciones
de una pintora contemporánea.
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