Postales para
celebrar en Tequila
El artista Miguel
Ángel López refleja en su obra su fijación por pintar paisajes. A. GARCÍA
El Munat inaugura la exposición Ánimas, paisajes y luces EL INFORMADOR.-GUADALAJARA, JALISCO.- Los recuerdos más importantes del
artista tapatío Miguel Ángel López son los generados en su infancia. Estas
imágenes integran la propuesta visual que ofrece en la exposición titulada
Ánimas, paisajes y luces, cuya inauguración está prevista para esta tarde, a
las 18:00 horas, en el Museo Nacional del Tequila (Munat),
ubicado en la población que le da nombre a la típica bebida. ……………………………………………………………………………………. 13
de septiembre de 2009 LA JORNADA
JALISCO Quienes
detentan el poder nos quieren ver como tornillos, apunta el artista plástico Los artistas no
somos producto de la casualidad; dependemos de la realidad: López Hoy
inaugura en Tequila su exposición Ánimas, paisajes y luces RICARDO
SOLÍS El
artista plástico Miguel Ángel López Medina en su estudio Lupa El
artista plástico Miguel Ángel López Medina en su estudio Foto: FOTO ARTURO
CAMPOS CEDILLO El
día de hoy se inaugura a las 20:30 horas en Tequila, Jalisco, la exposición
Ánimas, paisajes y luces, del artista plástico Miguel Ángel López Medina. El
evento se llevará a cabo en el sitio que aloja la muestra, la Sala de
Exposiciones Temporales del Museo Nacional del Tequila, y es organizado por
el Comité de Festejos Patrios Tequila 2009 y el gobierno municipal de la
localidad. En entrevista con La Jornada Jalisco, el pintor nos habla de su
trabajo y la vinculación del artista y su labor con lo que acontece en el
mundo. De
hecho, el contacto para que se concretara esta exposición se dio, apunta
López Medina, “a través de amigos”; además, la muestra conjunta alrededor de
18 piezas, entre chicos, medianos y dos “casi grandes formatos”, todas ellas
óleos sobre tela (dos de ellas sobre madera). Respecto
del título para la exhibición, el artista refirió que corresponde a “una
lectura” de todo aquello que “desde niño” han significado para él “las
lejanías, las lontananzas”, a partir de ello, se trata de la utilización “del
paisaje como recurso”, que siempre le llamó la atención. Así, al darse la
inserción del “concepto paisaje”, es cuando el pintor hace salir “el reflejo
social”, de “lo que yo viví”, y comienza a cubrir dicho paisaje “con imágenes
muy personales que uno va escudriñando”. De
esta forma, la idea de “ánima”, explica López Medina, no se desliga de animae, aquello “que tiene vida”; además, las “luces” se
recalcan puesto que –en una obra como la del artista, caracterizada por vivos
tonos y vivaces texturas– “el color, para mí, es luz”, sentencia heredada de
sus maestros y, además, algo de “lo que manejaban los expresionistas e
impresionistas”, cuando al final del siglo XIX y principios del XX comienza
“toda la problemática de la luz y el color”. Ahora,
sin alejarse de elementos figurativistas, las
imágenes en sus cuadros siempre están en transformación, lo que responde
–apunta el artista– a “buscar la lectura del factor cuadro”, de la “acción
luz o acción tripa”, porque se trabaja “con ideas que día a día se van
modificando, está uno buscando” una luz o color, un espacio u hora del día
determinado, esto es “una lectura de constante descubrimiento o de estudio
total”. En
referencia al hecho de exponer precisamente en un contexto de “festejos
patrios”, aclara el artista plástico que “no sabía nada” y, en realidad, se
dio una postergación de la fecha, ya que se le había invitado “hace tres o
cuatro meses” pero, destaca López Medina, “no se trata de exponer por
exponer” sino de “proponer una lectura que converja” con los elementos del
paisaje. En
dicho sentido, podría considerarse que estas obras “grosso modo” fueron
elaboradas ex profeso para la exposición (aunque hay trabajos en ella, además
de los recientes, que datan de hace dos y tres años), en el que juegan
elementos del paisaje agavero que, finalmente
–acota el pintor– “es el mismo paisaje” con el que se ha identificado
siempre, “no estoy haciendo un paisaje marciano, sino de aquí”, lo que hace a
la obra “una lectura de lo que pasa aquí”. La curaduría de la exposición
estuvo a cargo de Javier Ramírez, quien –establece López Medina– seleccionó
las obras, en función de lograr “un abecedario visual”, lo que el artista
considera que es “hacer una curaduría de obra”. En
otro orden, para el pintor existe una manera de colocar en un contexto histórico
los elementos que integran su obra, puesto que las “ánimas” presentes en ella
“no son gratuitas”, ya que “fueron violadas, asesinadas, tasajeadas”, tanto
por “bandidos, revolucionarios, cristeros, lo que sea”; así, en “el espacio
mexicano del paisaje”, este concepto “existe desde que tengo uso de razón”. En
relación con sus expectativas para con quienes asistan, a su exposición, el
artista estableció que, en su opinión, si una obra “está bien planteada
visualmente, cualquiera puede verla”, cada pieza tendría “lo que uno logra y
lo que no”, lo que establece “un juego interesante” con los elementos
“visuales y personales” en los que se basa cualquier lectura que, en este
caso, es de “paisaje, mágica, de color o de luz”. Aunque
esta muestra está integrada por óleos en exclusiva, López Medina aclara que
“no nada más me clavo en eso”, pues lo mismo explora “la acuarela que el
grabado en madera”; pero –respecto de la técnica al óleo– la describe como
“una cocina interminable”, pues se trata de algo “que no se domina hasta que
se aprecian las consecuencias visuales”, por eso se trata de “una cocina
constante e infinita” que implica, lejos de “embarrar por embarrar”, que se
debe “entender la materia del embarramiento” y
tiene, por supuesto, su “poesía particular” y, tratándose de una técnica “de
posibilidades infinitas” resulta “un oficio de nunca acabar”. De esta forma,
el “asunto de las técnicas”, cuando se les logra “sacar brillo”, hace que una
obra pueda resultar “increíble”. También,
asociando lo anterior con su noción de la necesaria “acción tripa”, precisa
el artista que no puede pintar “cosas tibias o pasteleras”, y es así porque
“respondemos a una circunstancia social muy cabrona”,
en la que existe “un enorme descontento entre grupos” así como “un individualismo
total” y una “falta de proyectos colectivos”, que nos obliga a reconocer la
falta de “algo que se mueva”. De esta suerte, lo hayamos “hecho nosotros o el
sistema”, vivimos “un tiempo decadente” que “nos ha metido todo hasta las
tripas” y, en este sentido, es que hay quienes “se mueren de hambre y hacen
arte, y quienes tienen todo y no hacen nada”, una paradoja siempre
relacionada con poder y dinero. En
este tenor, esto afecta –enfatiza el artista plástico– “definitivamente” la
labor del artista, “si hay conciencia”, porque no somos “producto de la
casualidad” sino “social”, y “dependemos de las formas de la realidad”
(aunque a veces las tomemos como ficción); un contexto en el que, quienes
detentan poder, “nos quieren ver como tornillos y no como seres humanos”.
Así, en el contexto nacional, “hay una manipulación política de ultraderecha,
vía medios, espantosa”, motivo que hace que “lo que el artista pinta” sea
importante, “independientemente de una estructura ideológica”, y trabajar
para revertirlo acrecienta la “necesidad de ‘enseñar’ donde se pueda”. Finalmente,
para el pintor, la “paradoja de la historia”, es que “el arte no es –por
desgracia– para el pueblo”, puesto que no puede adquirirlos como productos
cuyo valor de mercado es elevado y queda “en una minoría que puede tenerlo
para coleccionarlo”; pero la idea, asegura, es que se debe “pensar como se
podría equilibrar el asunto, el problema de la creación en función con el
pueblo”. |