Exposiciones: "Naturaleza Muerta" en el Museo de la Ciudad
por: EL INFORMADOR/Redacción
fecha de publicación: 11-03-2007, 00:01 hrs.
Antes de irse a respirar nuevos aires y
enfrentar nuevos retos, armada de sus amplios conocimientos, experiencia
probada y don de gentes, doña Inés Torres, la flamante y atinadamente elegida
directora del Instituto Cultural Cabañas, ámbito en el cual también
encontrará huellas de la labor positiva su señor padre, quiso cerrar su
gestión al frente del Museo de la Ciudad, con un acto cultural más, dentro
del programa de festejos por el 465 Aniversario de la Fundación de
Guadalajara, consistente en una breve exposición de obras pictóricas,
titulada "Naturaleza Muerta".
Bien se sabe que este género de pintura fue reconocido bajo tal denominación
desde el siglo XV en los Países Bajos, donde grandes y pequeños maestros
flamencos generaron espléndidas obras dedicadas a representar y a exaltar
belleza y significado de frutos, flores, escenas de caza, mesas colmadas de
viandas, cacharros, loza, armas, libros, instrumentos musicales, composiciones
con calaveras (llamadas "vanitas") y en fin, toda clase de objetos
inanimados; en tanto que el resto de los pintores europeos de aquel siglo y
de los subsecuentes ignoraban, salvo rarísimas excepciones, este tipo de
obras por considerarlas "menores" frente al resto de los temas que
ellos trataban obsesivamente: retratos palaciegos y burgueses, alegorías
mitológicas y desde luego, de manera avasalladora, cuadros de índole
religiosa, bíblica, evangélica o hagiográfica, sobre todo en aquellos países
que se consideraban eminentemente católicos.
Aquí en la Nueva España, obviamente bajo la tutela e influencia pictórica y
religiosa ibérica, los pintores criollos, mestizos y autóctonos también
tuvieron que sujetarse a esa temática impuesta, y sólo por excepción, como
sería el caso histórico de don Antonio Pérez de Aguilar, maestro del siglo
XVIII, se elaboraron bodegones o naturalezas muertas, teniendo que aguardar
los pinceles y colores hasta el siglo XIX, cuando ya México fue independiente
y comenzaron a correr los aires renovadores del racionalismo y la
ilustración, para entonces sí cultivar ese género y dar a luz obras que
alcanzaron su máxima brillantez.
Y si bien es cierto que desde aquellos años hasta los actuales no han dejado
de existir aquí y allá cultivadores del arte pictórico que continúan
realizando "bodegones" y "naturalezas muertas", empleando
cada quien sus personal lenguaje plástico, sin embargo, el paradigma mexicano
del género lo fue y sigue siendo hasta hoy, don Agustín Arrieta, así como
algunos otros artistas de la Escuela Poblana de Pintura y maestros pintores
costumbristas y populares decimonónicos - en una gran mayoría anónimos - que
florecieron en diversas ciudades de la República instaurada, quienes crearon
una incontable cantidad de estos lienzos decorativos, llamados en aquel
entonces "cuadros de comedor", algunos de ellos trazados de acuerdo
a los cánones académicos, otros, pintados líricamente, pero eso sí, todos
apegados a las reglas del realismo naturalista formal, hasta llegar inclusive
a la técnica del "engaña ojos", sobre todo en las famosas
"alacenas"; todos, densos en su cromatismo y sobrecargados de
elementos compositivos, pero que desde luego, al igual que como acontece con
cualquier otro género de pintura que depende no del asunto tratado sino de la
mano del pintor que lo trata, son hoy como digo, considerados no como parte
decorativa de los muros del comedor, sino valiosas obras de pintura dignas de
ser conservadas en museos o galerías y tasadas en muy altos precios.
Así pues, unas cuantas "naturalezas muertas", pero muy
representativas de este género, procedentes tanto del acerbo del propio Museo
de la Ciudad, como de afortunados coleccionistas particulares, son las que
actualmente se exhiben en las salas de la planta alta del mencionado lugar,
donde sobre todo llaman la atención aquéllas que proceden de la época en que
alcanzó este tipo de pintura su mayor esplendor, que fue como digo, el siglo
XIX e inicios del XX, entre las que se encuentran aquí tres, que representan
piezas venatorias firmados por un tal N. González, así como un bodegón del
infalible José Jara Peregrina, e igual, atrayentes obras de cuño moderno y
contemporáneo que bordan alderredor del mismo tema, originales de don José
Atanasio Monroy, Roberto Montenegro, María Izquierdo, Irma Serna y otros
autores en activo de esta ciudad.
Atrayente es pues esta mínima exposición que cierra un ciclo de actividades
en este espacio museístico; ahora habrá que ver, bajo la nueva Administración
Municipal, quién toma el timón de este importante espacio cultural y hacia
dónde lo dirige.
José Luis Meza Inda/ tapatio@informador.com.mx |