Los niños

Mauricio Ramírez

Soñé hace tiempo una etapa de mi infancia, cuando era un niño vago. Fue un sueño lisonjero y triste. Íbamos tres niños y una niña por la calle, con empedrados y lodo, llena de lotes baldíos (donde se instalaban las ferias y sus volantines). Caminábamos en busca de vagancias y pasó el camión repartidor de agua, siempre que lo veíamos corríamos tras él, nos colgábamos de “mosca” y nos paseaba unas cuantas cuadras. El chofer ni cuenta se daba. Antes de los pavimentos había tierra y piedras, un suelo disparejo donde los carros se zangoloteaban demasiado. En esas estábamos subidos en el camión y zangoloteados, cuando la niña se cayó estrepitosamente y quedó ahí, aplastada, y muerta.

Este recuerdo trasladado a las artes plásticas está retratado en la más reciente obra de Salvador Rodríguez, “Los niños”.

Yo nací en una colonia delimitada por cuatro grandes avenidas importantes de la ciudad. Es tan grande la zona que sólo podría recordarla a medias. Una de las cuatro fronteras, la avenida Federalismo (antes Colón, antes del tren), la compartimos con otro barrio similar, de ahí es Salvador “Chava” Rodríguez.

Yo me juntaba en las esquinas, como seguramente Chava lo hacía, nunca nos encontramos, pero sabemos que hemos vivido situaciones y ambientes similares. Desde aquellos años, Chava comenzó a retratar la vida cotidiana de las grandes concentraciones urbanas. Su obra es una narración visual de calles con arquitectura sui generis, fachadas cuadradas y rectangulares, de uno o dos colores desgastados; de las entrañables esquinas para reuniones nocturnas; de los largos y altos paredones, costados de fábricas (como se aprecia en su obra “niño con vaso”), sin olvidar a los personajes vistos cotidianamente, como son los niños. Todo esto crea una atmósfera irreal, fantasmal y surrealista. Resultado de un trabajo que busca responder al entorno social en que hemos vivido y crecido.

El producto final de “Los niños”, me es familiar; en “cabezas” y “fuimos niños”, cualquier rostro puede ser el nuestro, vestidos o sin camisa, con pecheras, risueños o serios, con pelo o pelones, con el color de nuestra piel, raza mexicana, raza de bronce.

El movimiento de las imágenes es nostálgico. Son juegos en toda la extensión de la palabra, como el bebeleche, las canicas.

 

 

 

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