Manuel Felguérez el eterno inquieto
Texto: José Luis Solana
Cuando vendo
un cuadro es como un día de fiesta
“Mi padre
comandaba ciertas fuerzas para defender la hacienda, pues los campesinos
reclamaban la tierra por medios violentos. Uno de mis primeros recuerdos fueron
algunos enfrentamientos a balazos entre las fuerzas ‘leales’ de la hacienda y
los agraristas.”
Por razones
de seguridad la familia emigró a la capital y su padre intentó negociar los
bonos de la Deuda Agraria, pero al año siguiente murió. “Yo tenía siete años,
mi madre ya no quiso volver y abandonó la hacienda. Yo volví a Valparaíso
sesenta años después porque me hicieron hijo predilecto del lugar y a la Casa
de la Cultura le pusieron mi nombre. Si no regresé antes fue porque mi madre
siempre me decía: ‘no vayas a Valparaíso porque te van a matar’.”
Los estudios
primarios, secundarios y preparatorios los realizó con los hermanos maristas.
En 1947 viajó a una reunión internacional de los scouts en Francia. “Durante
esa reunión visitamos varios países y al término de mi viaje tomé la decisión
de dedicarme al arte como forma de vida.”
Taxidermista,
antropólogo por necesidad, artesano, viajero, investigador y maestro, Felguérez
es antes que nada un niño que diariamente descubre el mundo y, ávido de
sensaciones, juega con la materia, quita y pone, arma y desarma buscando en sus
entrañas el secreto de la belleza de las formas. Su estancia europea lo lleva
al abstraccionismo y más tarde al geometrismo en sus formas básicas: el
círculo, el triángulo, el rectángulo y el cuadrado; en la combinación de ellas
va a desarrollar su propio lenguaje.
En la década
de los sesenta Felguérez hizo alrededor de treinta murales a base de relieves
con chatarra de fierro, piedras, arena, conchas. Destacan entre ellos el del
cine “Diana” y el del balneario “Bahía”. “Fue mi sistema de promoverme y de
darme a conocer. Cobré lo mínimo, lo necesario para vivir. Finalmente cerré el
taller y regresé al caballete, pero yo ya era conocido a nivel nacional e
internacional y todo fue muy diferente.”
“Nunca
pretendí vivir del arte, me gané la vida dando clases. Fui maestro en la
Universidad y ahora estoy jubilado. Nunca me gustó depender de la venta. Vender
la obra propia es muy angustioso: yo pintaba y pintaba y los cuadros se
acumulaban.”
La colección
está integrada por 100 obras del artista, que abarcan diversas etapas de su
larga carrera, así como por obras de más de 110 artistas abstractos, nacionales
y extranjeros. Este museo es único en su género por su temática y por la
estricta selección de las obras expuestas.
La joya que
corona al museo es la sala de los murales de Osaka. “Al hacer la restauración
encontramos un espacio muy grande, un salón de aproximadamente 900 metros
cuadrados, y ahí se nos ocurrió poner los once murales monumentales realizados
a petición de Fernando Gamboa para el Pabellón de México en la Exposición
Mundial Osaka 70.”
Treinta y un
años después de ser pintados, estos murales se reúnen y se exhiben juntos por
primera vez en México en una sala del museo que viene a ser “la Capilla Sixtina
del Arte Abstracto Mexicano”.
Fuente: Tips de Aeroméxico No. 25 Zacatecas /
otoño 2002
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